Muchos encontrarán manido el tema recurrente de la corrupción en el sistema democrático; sin embargo, de cara a lo ideal, aunque parezca utópico, será siempre pertinente volver sobre esta cuestión pues, siempre será oportuno un alto en el camino, una reflexión, y por que no, hasta un mea culpa.
Nunca estarán de más las propuestas de distintos sectores, referentes a contrarrestar el flagelo de la corrupción y hacer del sistema democrático un verdadero régimen que defienda la soberanía del pueblo, así como el derecho de este, a elegir y ejercer vigilancia y poder sobre sus gobernantes, en el entendido de que la corrupción acarrea grandes perjuicios económicos y sociales, además de debilitar en gran medida la legitimidad del orden democrático.
Aunque muchos de los enquistados en el poder, vean con ojerizas el tratamiento del tema de la corrupción, no se puede negar que esta representa una de la principales amenazas a las sociedades modernas y a la democracia, tanto desde la óptica de los Derechos Humanos, desde el punto de vista de los niveles de desigualdad social, como desde la perspectiva de las garantías judiciales.
La corrupción trae consigo todo un conjunto de privaciones, niega a los ciudadanos su derecho a la participación democrática igualitaria, derecho fundamental estatuido en la mayoría de constituciones políticas del mundo; niega el derecho de igualdad frente a la Ley; niega a los ciudadanos comunes, acceso a las riquezas de su país, a las que tiene derecho bajo un sistema democrático exento de corrupción. Son consecuencias que pagan los pueblos, sus ciudadanos, los mismos de siempre, los más pobres, los olvidados; de manera que se afecta sustancialmente el desarrollo social y económico, pues le resta al país sus potenciales condiciones.
Los gobiernos deben ser los más preocupados y comprometidos a enfrentar el flagelo de la corrupción, pues ésta, atenta también contra la gobernabilidad, pues donde impera la corrupción impera también la dificultad de que las acciones estatales resulten eficaces y que satisfagan de manera eficiente las necesidades sociales. La corrupción política crea crisis de gobernabilidad como resultado de prácticas clientelistas en procesos electorales plagados de la compra de votos, financiación corrupta de campañas, reparto de dádivas y promesas falsas, así como otros males que convierten en ilegítimos los poderes públicos, resultado de tales procesos en los que el Estado de derecho se ve altamente afectado. El lucro personal ilegal que representan las obras públicas sobrevaluadas, los puestos de trabajo innecesarios para favorecer a partidarios, entre otras acciones corruptas, vienen a interferir con el cumplimiento de los programas de Gobierno.
Es esencial que la República Dominicana y todos los países, cuenten con un sistema verdaderamente pormenorizado de rendición de cuentas, que sea efectivo para el funcionamiento de la democracia, de manera que sea resultado de informes explicativos y justificativos sujetos siempre a un sistema de castigos y recompensa. El Estado debe poseer características de transparencia para ser un verdadero Estado democrático, de manera que las decisiones gubernamentales, los costos y los recursos a ser usados en la implementación de las mismas, estén a mano de toda la ciudadanía.
Existen, a nivel internacional, métodos para la medición de la corrupción, que se realizan mediante instrumentos en los que se comparan los índices de percepción y experiencias que tiene la ciudadanía sobre el mal. La República Dominicana, desde hace un buen tiempo viene quemándose en el Índice de Percepción de la Corrupción, informe elaborado por Transparencia Internacional, organización que promueve medidas contra crímenes corporativos y corrupción política en el ámbito internacional.
En este informe, nuestro país obtiene desde 2OO1, una puntuación en promedio de 25 puntos, donde 1OO es la mejor puntuación. Como vemos, entre 183 países, nos encontramos en el puesto número 135, es decir, que sólo 48 países nos superan en corrupción. En América Latina estamos entre los siete más corruptos pues empatan con el nuestro, los países de Honduras y México; se listan como más corruptos que República Dominicana Guatemala, Nicaragua, Haití y Venezuela. La peor puntación la obtuvimos en el año 2OO4 con sólo 2O puntos, comenzando a subir unos 1O puntos a partir del 2OO5.
El panorama no es nada halagador, por eso sostengo que vale la pena proseguir con la “cantata” aunque muchos entiendan que “llovemos sobre mojado”; entonces, sigamos aunque conlleve tiempo, aunque parezcamos ilusos, aunque nos tilden de clavitos en el zapato, persigamos los avances en la lucha contra la corrupción, aunque los progresos sean mínimos, grano a grano. Convirtámonos todos los ciudadanos, en enfermeros vigilantes de la salud de nuestra querida República Dominicana.