“Una idea fija siempre parece una gran idea no por ser grande,
sino porque lleva todo un cerebro”. (Jacinto Benavente).
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) acaba de publicar una investigación denominada “Mejor Gasto para mejores vidas. Como América latina y el Caribe puede hacer más con menos”. Está editado por Alejandro Izquierdo, Carola Pessino y Guillermo Voletin. El contenido es significativo de este enjundioso informe. Entre ellos se encuentran: El gasto público: de más a mejor; la ineficiencia del gasto público; El impacto del gasto público en la equidad: el resultado no siempre es el previsto; Infraestructura pública: malgastar menos para construir más; El gasto en educación: cuando cada centavo cuenta; El gasto inteligente en seguridad ciudadana: más allá del crimen y el castigo; Un gasto eficiente para vida más sanas; mejores instituciones: la clave para un mejor gasto público; Hipotecando el futuro: el sesgo de corto plazo de las políticas. ¡Un loable y extraordinario aporte!
En ese informe el BID nos acaba de señalar que “La ineficiencia en el gasto público de América Latina y el Caribe cuesta cada año U$220,000 mil millones de dólares. Un monto, esbozan ellos, “que bastaría para eliminar la pobreza extrema en la región”. Entre otras cosas nos dicen, dentro de las causas, “la corrupción, la abultada nómina en el sector público”. Rematan “el malgasto representa alrededor de un 4.4% PIB”. En nuestra sociedad, siguiendo el referido estudio, el clientelismo, la malversación, la ineficiencia, la corrupción, giran el equivalente al 3.8% del PIB, el cual representa una cantidad de RD$163,400 millones de pesos.
Según Gallup/Hoy, de los principales problemas del país (33), la problemática de la corrupción está en el cuarto lugar con un 22.6%. Sin embargo, cuando auscultamos la corrupción develando los factores que la contiene, podemos graficar que este cáncer es aún mayor. Verbigracia: Pérdida de valores morales (2.4%); falta de justicia/impunidad (2.6%); tráfico y consumo de drogas (3.8%). Están correlacionados de la misma manera que la debilidad institucional en su conjunto; vale decir, el peso del poder institucionalizado, el respeto a las reglas del juego a las normativas jurídicas.
Está demostrado, mientras más alta es la fragilidad institucional, más lacerante y grave es el tamaño de la corrupción. Todos los estudios e informes internacionales de los últimos años nos sitúan como un país que ha tenido un deterioro de las instituciones, a partir de las valoraciones, calificaciones. Ello trae consigo que la integridad pública y la efectividad disminuyen en el alcance de desarrollo. La Gobernanza se aflige cargando a mediano y largo plazo las tensiones sociales.
La capacidad institucional y con ello, el fortalecimiento institucional, cuando es detrimental o negativo no solidifica un crecimiento con equidad, vale decir, que genere más y mejor bienestar social. La corrupción drena por la cuneta del fango el círculo virtuoso del desarrollo, del Capital Social y de la Cohesión Social. La Cohesión social es el grado de integración y unión que se verifica entre los miembros de una organización, de un grupo determinado, de una sociedad.
Como dijo Kofi Annan “la corrupción daña a los pobres de forma desproporcionada al desviar recursos inicialmente orientados al desarrollo, socavar la capacidad de los gobiernos para proveer servicios básicos, alimentar la desigualdad y la injusticia y desalentar la inversión internacional y la ayuda al desarrollo”.
La Encuesta de Gallup/Hoy de la semana del 1ro. al 6 de octubre nos resalta el síndrome de la desesperanza, de cómo la cohesión social se dilata y disminuye. ¿Cuáles factores apuntan a la disminución de la cohesión social? Percepción de la proyección de la economía (55.7%), cree que al final de este periodo de gobierno la situación económica estará peor. La comparación de la economía (43%) de la población estima que la situación económica de su familia está peor y un 23% igual. La Economía personal; Economía familiar en el futuro. 56.8% cree Medina no ha cumplido promesas. Un 35% dice que el país está estancado y un 28.7% opina está en decadencia. Todo esto implica un deterioro en los niveles de la cohesión social, cuya base esencial se encuentra en la falta de confianza en toda la sociedad. Estamos frente a una sociedad muy enferma, corolario de la anomia social y de la descomposición que nos hiere y nos asfixia socialmente. Desarticula todo lo que trae de positivo un Capital social.
El crecimiento económico con una pandemia de la corrupción abre aún más la brecha de la desigualdad social y en consecuencia, expresa en sí mismo, el bajo desarrollo. La corrupción, cuando es como en la sociedad dominicana: Sistémica, Institucional y Estructural, coadyuvan, en gran medida, con la informalidad de la economía. Hoy, la informalidad anda por un 58.7%. Dicho de otra manera, a mayor grado de corrupción social-institucional, más informalidad se propicia en todo lo ámbito de la vida social-política-institucional.
La corrupción afecta la calidad de la democracia en su grado de gobernalidad, en los derechos humanos y hoy en día, en el clima político y por vía de consecuencia, en su pertinencia, como sistema. Ello así, porque allí donde opera una mega corrupción, las personas se ven excluidas de recibir servicios públicos de calidad, cantidad y eficacia. Es que una gran corrupción, reduce enormemente el incremento de la renta de los pobres y vulnerables.
De ahí que el 20% más pobres, apenas recibe un 3.3% de los ingresos que la economía genera y el 10% de los que están situados más arriba en la pirámide social reciben 57.8% de la distribución de la renta. La persistencia de la mega corrupción, desde que Transparencia Internacional comenzó a medirnos en el 2002, prolonga la arritmia de la distribución más inequitativa. Allí donde la corrupción es menor, tiende a darse una mejor distribución de la renta, con más equidad.
La corrupción como fenómeno complejo, tiene múltiples factores, derivándose variables sociales, socioculturales que la dinamizan y “normativizan” en la praxis social, de todo el tejido societal. Ella es causante, además de todo lo apuntado, a la poca competitividad del país, al clima de competencia. Por ello, la prevalencia de los oligopolios y monopolios y de la poca innovación tecnológica y transformación del Estado. Ya decía Rose-Ackerman “la meta no consiste en eliminar la corrupción sino en aumentar la eficacia, honestidad y legitimidad general del Estado”.
¡Necesitamos mejorar la calidad institucional para que cobre cuerpo una mejor cohesión social y un crecimiento más horizontal que gravite como fuerza sinérgica en el Talento humano!