Decíamos en el artículo anterior, que para combatir la corrupción es preciso abordar sus causas básicas, endógenas y exógenas; de manera primordial, haciendo énfasis en la prevención, la que debe ser resultado de una alianza del Gobierno y el sector privado, de forma que se propongan, luego del análisis del fenómeno, implementar medidas precautorias y profilácticas.
Analizando algunos textos, hemos reparado en que uno de los gérmenes principales de la corrupción, lo encontramos en la desigualdad social pues, ambos se relacionan de manera estrecha.
Esto se explica en el hecho de que en las sociedades en las que históricamente la distribución de la riqueza ha sido marcadamente desigual, donde el poder político y económico se concentra en un sector cerrado, donde los enquistados en ese poder tienen todas las oportunidades, tienen todos los recursos que les permiten violar las leyes y la justicia; habrá un ejemplo nocivo que se propaga en esa sociedad, de manera que los miembros de esta, entienden que es un privilegio y muestra de astucia personal, apropiarse de fondos públicos, por lo que tales individuos llegan a ganarse la admiración y el reconocimiento; lo que es producto de la marcada inversión de valores de la actualidad.
En diversos estudios se ha determinado que mientras mayor es el grado de desigualdad existente en los países, los ricos y los funcionarios que se encuentran en el poder tienen mayores oportunidades de corromperse, pues los pobres tienen menos herramientas para monitorear y pedirle cuentas al gobierno y a aquellos ricos. De igual manera la propia desigualdad se ve aumentada por la corrupción. Por ejemplo, el estudio realizado por You & Khagram en el año 2OO5 estableció que “Esto crea un círculo vicioso entre las variables corrupción y desigualdad y muestra evidencia sobre el poder explicativo de la desigualdad en el nivel de corrupción”[1].
En la República Dominicana el coeficiente Gini, que mide la desigualdad, no muestra mejoría en su índice según observa el Banco Mundial. Esto indica que a pesar de mostrar el mayor índice de crecimiento de su economía en América Latina y el Caribe, esto no ha funcionado como ascensor social para la mayor parte de la población dominicana. Afirma el BM en estudio del 2O16, mencionado por Francesco Alfieri en el Nuevo Diario, que “entre el 2OOO y 2O15, solo el 7% de la población en RD subió a un grupo socioeconómico más alto, el 8% se trasladó a un grupo inferior, y el 85% se mantuvo en el mismo grupo, mientras que el 41% de la población en la región tuvo movilidad ascendente, un 2% descendente, y el 57% se mantuvo en el mismo grupo entre 2OOO-2O11”[2]; de manera que países con crecimientos más bajos lograron mayores reducciones de la pobreza y desigualdad.
Necesariamente tiene que aflorar la pregunta: ¿a dónde va la riqueza que indican los índices de crecimiento que exhibe la República Dominicana? es muy probable que la respuesta nos indique altos grados de desigualdad social y de corrupción; porque la inequidad en la distribución de los recursos trae los males que sufre este país, porque la corrupción arrebata los ingresos del Estado, que deberían ir a aliviar las condiciones de pobreza de la población dominicana.
Por ahí mismo se cuelan los altos niveles de violencia, delincuencia y narcotráfico; y encima de estos, arropándolos bajo su manto: la impunidad, pues muchos sectores de la justicia sucumben ante la corrupción. La violencia que se vive en las calles de la República Dominicana también trae consigo altos niveles de corrupción, pues los robos y desfalcos en los niveles bajos o encumbrados del Estado como de las empresas privadas, la acción corruptora del narcotráfico, el afán de enriquecimiento rápido e ilícito, el consumismo desmedido, y por último los bajos niveles y la ineficacia de la educación, que no enrumba la enseñanza a formar ciudadanos éticos y morales; completan el caldo de cultivo idóneo para que la corrupción nos arrope.
Contrariamente a lo que opinan muchos escépticos acerca de la lucha contra la corrupción y los mecanismos para enfrentarla, haciendo alusión a los fracasos en campañas contra el flagelo; entendemos que con la voluntad política del Gobierno, del empresariado, y de otros sectores de incidencia en el tema, se podría obtener los progresos hacia los que se dirigiría la lucha. Tenemos ejemplos de lo que se pueden lograr avances en el corto plazo hasta llegar a acabar con la corrupción.
Tenemos a la vista los casos de Polonia, Chile, Botswana; que vienen experimentando avances significativos en la lucha contra la corrupción. Pero vayamos aún más lejos y examinemos los casos de Singapur y Hong Kong que han reducido los índices de corrupción casi a cero. En estos países han operado en sentido positivo los organismos anticorrupción, con políticas acertadas de gestión económica honesta nombrando funcionarios facultados para la investigación y persecución de la corrupción; y un marcado sistema de consecuencias.
Podríamos decir que en nuestro país eso se ha hecho sin ningún resultado, y en parte es cierto. Pero somos de parecer que tales funcionarios deben estar revestidos de honestidad reconocida por todos, y no tener compromisos políticos, o sea, que debe surgir de sectores sin colores políticos ni empresariales.
En fin, para enfrentar la corrupción en la República Dominicana debe ser a través del combate de sus causas principales, previniéndolas e incentivando el manejo pulcro. Los medios de comunicación y sus directores y propietarios deben ser compromisarios de estos objetivos, a través de estímulos que no provengan del Gobierno.
Si no se toman este tipo de medidas, todos los esfuerzos serán en vano.
Notas
[1] http://journals.sagepub.com/doi/10.1177/000312240507000107
[2] https://elnuevodiario.com.do/la-situacion-socio-economica-de-la-republica-dominicana-2006-2016/