Desde la declaración de Alma Ata en 1978 aprendimos que los individuos y sus familias son el primer agente para manejar la salud.

Esto es lo que significa atención primaria en salud. La salud solo depende de los médicos en última instancia, pues cuando un paciente llega al hospital es porque ha probado ya la receta de la tía, la poción de algún brujo, la medicina que le probó a alguna amiga o el producto que se anuncia por la televisión, de modo que el hospital es realmente el último eslabón de la cadena.

El manejo de una pandemia no se puede abordar solo con un aparataje militar, sino primero con todos los recursos de la pedagogía. Esto es más importante porque se trata de una condición para la cual no existe tratamiento efectivo, de modo que su manejo tiene que hacerse de forma preventiva. Desde antes de llegar el virus se debió haber diseñado un plan educativo hacia la ciudadanía, indicando los tres, cinco o siete pasos que cada individuo debe saber o hacer. Esto no se ha hecho todavía, ni aparece en ninguna de las medidas señaladas anoche por el gobierno. Fue un gran error cuando se tomó el día antes de las elecciones para crear alarma sobre la pandemia. Esto provocó la oleada de compras compulsivas y la gran abstención electoral al día siguiente. 

La ausencia de un plan educativo deja el espacio a los fake news y produce histeria colectiva, una oleada de compras compulsivas y búsqueda de remedios no regulados, y esto se debe a la desinformación. Es una torpeza lanzar un programa de cuarentena sin incluir un programa educativo, pues la cuarentena implica un cambio de hábitos y esto no puede limitarse a medidas policiales sino que debe incluir educación sanitaria por todos los medios posibles. No es justo abordar militarmente a una población que no ha sido debidamente informada sobre las características del virus y las posibilidades que tenemos de manejarlo. El primer paso es educación, el segundo paso tiene que hacerse con educación, e incluso cuando haya que usar las fuerza pública tiene que hacerse utilizando las mejores formas pedagógicas.

Por el vacío de información autorizada otros llenan el espacio. Esto ha sucedido con autoridades municipales, negocios particulares y profesionales de la salud opinando a través de los medios, y cada programa de radio o televisión intenta con la mejor intención ofrecer respuestas y fungir de orientador, pero cada cual a su manera y sin ninguna sincronización. El gobierno pudo haber consultado a los médicos epidemiólogos y muy especialmente a los representantes del Colegio Médico Dominicano, sin importar sus simpatías políticas.

De allí pudo haber surgido un plan consensuado para el manejo de la pandemia, sin contaminación política y bajo un comando de campaña unificado.