De niño, amable lector, compartí hábitat con un felino, es decir, en la casa había una gata amarilla que no molestaba para nada y sí comía ratones. Era una buena época para tener mascotas, no había que gastar dinero en purina ni vacunas ni bregar con heces ni estaba PETA. Ahora tener una mascota es como tener un hijo bestia que nunca será doctor, con caras citas veterinarias y limpiadera de regueros. Por eso me maravillo con el humano moderno quien, en medio de una vida ajetreadísima con niños, trabajo, familiares enfermos, apartamenticos, sin que le pongan una pistola en la cabeza, decide introducir en su hábitat, en su agenda diaria, a un animal algunas veces adorable y casi siempre demandante.
He notado esa peculiaridad humana de voluntariamente compartir vida con otras especies, forjar una relación fraterna con un amœsclavo (solo a un amo se le limpian sus inmundicias y solo a un esclavo se le castra sin su consentimiento). También he notado las molestias causadas por este amœsclavo a otros humanos que sí pagan impuestos. Un caso específico es el de un canino llamado Pancho que sufre de los nervios y de insomnio y se mantiene ladrando 24/7 en un edificio ubicado en la calle Marcy Place del Bronx, sospechoso también de haber llevado pulgas al edificio de marras. Otro caso es el de una tortuga nombrada redundantemente Jicotea, domiciliada en un edificio en Astoria, Queens, la cual llegó chiquitica al 3B hace como 15 años, la cual ha crecido muchísimo y ahora muerde talones humanos, la cual exuda un poderoso aroma considerado extremadamente ofensivo por todas las especies que viven en dicho edificio, incluida la cotorra trilingüe del 3C.
Precisamente acabo de recibir el estudio científico "¿Convivencia Interespecie? ¡Ja!", realizado durante un período de 15 años por el Dr. Nob Ullshit (aka Dr. Osea), erudito jamaiquino de la Universidad Alemana de Cuernavaca. En este estudio el Dr. Ullshit es categórico en inferir que la humana es la única especie que lleva otras especies a su hábitat, no para comérselas, sino para convivir:
"O sea, contrario a lo que se cree, no es el animalismo en el humano el que le induce a buscar el trato con animales, sino su humanidad. Solo el humano alimentaloja a otra especie que no aporta ni un centavo ni cocina ni hace oficios. O sea, nunca se ha visto a un oso que se respete llevar un ornitorrinco vivo a su morada. Los animales deben ser apreciados como una abstracción: LOS ANIMALES. O sea, a pesar del clamor indignado de muchos humanos, avergonzados de pertenecer a la humanidad ante las constantes atrocidades perpetradas por la especie, los únicos casos de convivencia interespecie pacífica y duradera son aquellos donde una es humana:
Data Tiempo Promedio Convivencia Interespecie, 1289 Casos Observados
(donde la especie humana no participa convivencia asignada por tómbola):
Hombre/Perro, 13.07 años
Pitón birmana/Paloma sueca, 4.01 minutos
Gorila/Conejo, 6 segundos…"
Sobre la perrita salchicha amiga del león en video viral, el Dr. Ullshit nos dice que él mismo fue a comprobar dicha "Amistad", y que "a esa atronada perrita la meten a la jaula de ese estupefacto león por 1.7 minutos, y solo después del león haber devorado una vaquilla enterilla de pezuñilla a cuernillo".
Sobre el performance "Animales por la Paz", realizado en el parque Union Square en Nueva York, donde aves, felinos, caninos, y lo que se presume un roedor oriundo de Australia, comparten pacíficamente por más de 5 minutos en un espacio pequeño, el Dr. Ullshit nos dice que él mismo fue a comprobar dicho "Comparten", y que el humano involucrado en esa animalada, un árabe sincero de nombre Ari, le dijo que cuando el performance comenzó, más o menos a las 5pm, él contó 8 periquitos amorosos, y que en reconteo sorpresa, exactamente a las 5:23pm, quedaban 2.
Me despido hasta el viernes
Amable lectorum
Con trascripción repetida
Ad infinitum…
Compliquemos las cosas
El apartamentico, una joyita en Broadway entre la 213 y la 214, con techos altos y ventanas grandes que dan al parque Isham (20 acres de árboles donados a la ciudad por tres generaciones de una familia judía que tiene más dólares que Honduras), había sido pintado por familiares y amigos; solo faltaban esos pequeños desórdenes entrañables que se van acumulando por la cotidianidad, las flores multicolores, los monitos de la maldad, una mascarita de diablo cojuelo. Parados en el umbral, los recién casados miraban el espacio donde continuarían esta tranquilidad predicha a ambos por unas cartas arrojadas por unas manos masculinas que exhibían unas uñas meñiques muchísimo más largas que las demás uñas.
Al mes de dulce languidez, una tarde dominguera de principios de Primavera, mirando por la ventana la vida verde reviviendo en el parque, la mujer suspiró, el hombre bostezó.
―More, ya yo no aguanto más este aburrimiento, tenemos que hacer algo.
―Mierda sí More, estaba loco que dijeras algo tú primero.
―¿Y qué vamos a hacer?
―¿Un hobby?
―¿Qué hobby? A mí no me interesa nada.
―Bueno, no sé, solo estoy diciendo cosas, pero, no sé, ¿un cuerno?
―Ay no yo no podría, soy demasiada maltallada con este culazo demasiado cerca del pescuezo para dejarme ver encuera, hasta contigo me da vergüenza, ¿y tú?
―No no no, yo no soy ni buenmozo ni chistoso para atraer a una mujer que solo busque entretenimiento, eso significa que tendría que gastar dinero, y si queremos dar el down payment en tres años para una casa…
―Una enfermedad no está a la vista, tenemos muy buena salud, ni gripe nos da.
―Sí, ya había pensado en eso también.
―Un hijo es imposible para mí ahora, apenas estoy empezando en el Banco de Ponce, es un buen trabajo, y quiero pasar años antes de coger una licencia.
―Buena lógica More.
―More, ¿y si conseguimos un animal?
―Sí sí sí, me gusta la idea.
―Claro que sí, ¿por qué no habíamos pensado en eso?
―Cónchole sí, tan fácil, ¿un gato?
―No no, que los gatos casi no molestan, algunos maullidos en la madrugada, nada.
―Es cierto, y ni se enferman mucho y dizque tienen nueve vidas, olvida una muerte prematura a menos que no sea por envenenamiento, que un veneno se consigue fácil dondequiera.
―Sí, bueno, un mandril debe ser caro y seguramente habrá que tener licencia para tener una primate salvaje en un apartamento; la opción obvia es un perro entonces.
―Sí, un perro que joda mucho, imperativo, nervioso, con un ladrido constante, atormentador de vecinos, que no esté tranquilo ni por un segundo y que se duerma bien tarde o que no duerma, un chihuahua.
―Claro, ¿no ves cuánto jode Pancho?, el chihuahua bien feo ese que tiene Felicia.
―Ay sí, es verdad que Pancho jode mucho y es bien feo.
―Imagínate More la lucha que vamos a coger enseñando a un cachorrito a que no se cague dondequiera, tratando de limpiar la mierda embarrada en la alfombra, los desvelos ante su primer vómito…
―Ay sí mi vida, el infierno es el límite… las cuentas del veterinario… las vacaciones sin salir de la ciudad porque no podemos dejarlo solo… tal vez… y hasta le da rabia…
―Eso no es muy posible, aunque si lo muerde una ardilla o un mapache o cualquier otro cuadrúpedo… la otra tarde en el parque vi a una mofeta rociando a un curioso poodle marrón, ¿te imaginas el trabajo que pasó el dueño de ese poodle con esa peste pegada a ese pelambre?
―Un chihuahua es entonces More, ya pensaremos en algún nombre después, tal vez elegiéndolo tendremos nuestro primer disgusto…