Quiero dejar constancia de lo siguiente: no simpatizo para nada con el partido español Podemos. Su ideología choca frontalmente con mis convicciones.
Sin embargo, el manifiesto que dio origen a dicha formación puede servir de ejemplo a la ciudadanía dominicana. La valentía mostrada por sus fundadores, así como por los de Ciudadanos, de enfrentar al bipartidismo dominante es encomiable. Los resultados se pudieron verificar en poco tiempo: los políticos tradicionales fueron obligados a compartir espacios de decisión con una ciudadanía que decidió empoderarse.
A principios del año 2014, un grupo de académicos, intelectuales, profesionales, sindicalistas y estudiantes publicó un manifiesto, denominado “Mover ficha: convertir la indignación en cambio político”. El mismo contiene trozos de aplicación a nuestra realidad.
Si parafraseamos dicho escrito, contextualizándolo, se podría leer de la siguiente forma: “Al igual que en otros momentos de la historia, vemos hoy una República Dominicana sumida en la perplejidad. Mientras las mayorías miran con anhelo un futuro que se pierde en el horizonte, unas poderosas minorías, sin otro criterio que su propia supervivencia, demuestran que EL ENRIQUECIMIENTO ES SU BANDERA Y LA IMPUNIDAD SU HORIZONTE. Nunca en la República Dominicana ha habido tanta gente descontenta con la pérdida de derechos y, al mismo tiempo, menos perspectivas de poder canalizar esa indignación a través de alguna opción electoral que emocione y que demuestre capacidad de representación de las mayorías golpeadas y capacidad de gestión eficiente y comprometida que haga reales las mejores opciones posibles. Resulta para muchos intolerable que en la mayor crisis del sistema, el partido que desde su fundación se planteó ser progresista y completar la obra de los Padres de la Patria, muestre su mayor debilidad, condenando a la mayoría de nuestro país a una suerte de melancolía que conduce a la resignación y a la depresión política. Pero hemos pasado por peores momentos y hemos sido capaces de sobreponernos a las dificultades. ¿Por qué debiera ser ahora diferente?
Las elecciones se van a celebrar en un momento de profunda crisis de legitimidad de nuestra democracia. En nuestro caso, estamos ante la mayor pérdida de credibilidad del sistema. La impotencia o dejación de responsabilidades de los Gobiernos, la incapacidad voluntaria de los partidos políticos de gobierno y la conversión del Congreso Nacional en órgano burocrático y sin capacidad política han dejado a la ciudadanía abandonada a su propia suerte. Como en tantos otros países, la perplejidad está siendo utilizada para convertir las deudas privadas en públicas, para traspasar a grupos particulares los bienes comunes levantados durante décadas y para dedicar los últimos recursos públicos a la financiación de intereses empresariales particulares y estrechos. Estamos ante un golpe de Estado financiero contra el pueblo dominicano. Los que mandan están vendiendo el país y nuestro futuro a pedazos. El paisaje está dominado por el agravamiento de las desigualdades sociales. No es extraño el pesimismo y el derrotismo que parecen mostrar sectores a los que, sin embargo, les bastará una chispa de ilusión para salir de esa trampa de la desesperanza”.
Reiteramos nuestra posición esgrimida la semana pasada: el movimiento de indignación popular desatado por la marcha del pasado 22 de enero necesita ser transformado en cambio político. Si no, se quedará en una simple caminata cuyo entusiasmo disminuyó con la misma rapidez con que se convocó. La labor de Podemos y Ciudadanos en España nos puede servir de inspiración. Adelante, ciudadanos.