Trabajar el tema violencia contra la mujer permite adquirir una nueva mirada de la vida de las mujeres, su rol en la sociedad y las relaciones entre ellas. Es una mirada más real y menos guiada por lo que se supone debe ser y ocurrir en sus vidas. Es una forma de verlas a través de las historias que de ellas mismas escuchamos y no por las voces del patriarcado que inducen a un solo modelo de mujer y madre.
Tanto en el trabajo que hacemos para la Fiscalía del Distrito Nacional en la atención a mujeres sobrevivientes de violencia como en el consultorio de psicología, hemos podido identificar y promover encuentros de crecimiento mutuo para las mujeres con la claridad de que de esta manera y poco a poco, podemos ir cambiando el mundo de todas las mujeres, pues la toma de conciencia se amplifica al universo.
En la gran comunidad de crecimiento que es el Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia las mujeres leen, conversan, se escuchan y en base al conocimiento de la lucha de las mujeres por SER, pueden revisar sus historias y mirar con nuevos ojos lo que les ha ocurrido para entenderlo y poder decidir lo que en adelante quieren o no hacer.
Desde hace algún tiempo estamos escuchando reflexiones acerca de la maternidad a muchas mujeres de todos los niveles educativos y clases sociales. Nos llamó la atención las inquietudes de una población específica de mujeres y quise compartirlo en el propósito de mis artículos que es llevar información a más personas a través del trabajo que hacemos con otras.
La maternidad es uno de los roles más importantes de la mujer y como he dicho en escritos anteriores, es una bendición compartir la gracia divina de concebir.
La reflexión de este grupo de mujeres se dirige, no al hecho de concebir y ser madre, sino a la forma impuesta por la cultura en que tiene que desarrollarse este rol. Se trata de mujeres de cincuenta años y más, de clase media, profesionales, con pareja o no y con hijas e hijos adultos.
Son mujeres que fueron criadas por madres con muy pocos recursos personales y materiales a quienes les tocó levantar una familia y tener la conciencia de que solo a través de la educación era posible avanzar, ellas hicieron lo mejor que pudieron con pocos recursos y nada de información.
Esta generación actual de cincuenteañeras fue educada con toda la carga del tema moral, la restricción sexual, la responsabilidad y el sentido sacrificial, así como el sentido del deber y respeto a los mayores.
Este grupo de mujeres se hizo madre y producto de los cambios sociales, desarrollo de la tecnología, medios de comunicación, desarrollo económico y educativo de las sociedades, se encontró con hijos entre los cuales hay un gran abismo en relación a las maneras de pensar y hacer la vida. Este grupo de madres ha tenido que entender a sus “limitados” progenitores y también a sus “avanzados” hijos e hijas.
Han tenido que aceptar, entender y perdonar las carencias de su crianza; los métodos arbitrarios; los NO sin razones y las cárceles domésticas que eran sus casas. A la misma vez han tenido que ponerse al día, avanzar, reinventarse para dar afecto aún sin haberlo recibido; aprender disciplina positiva; explicar cada NO con sobrados argumentos y crear ambientes de libertad en sus casas para estos “nuevos” hijos e hijas. Todo esto con el propósito de ser una buena madre y una buena hija.
Fueron madres que salieron temprano de sus casas y tuvieron que continuar construyendo su propio futuro con ayuda de su pareja. Algunas se dedicaron a la invaluable tarea de criar a sus hijos e hijas, otras postergaron su educación por la de su pareja o se vieron obligadas a hacer estudios de posgrado para ponerse al día con las exigencias del mercado de trabajo. Muchas otras, no quedándose contentas, estudiaron luego de criar y hoy son exitosas profesionales.
Estas madres han tenido que aprender a bregar con hijos e hijas que crecen, pero que no quieren irse de casa; han tenido que aprender a negociar con el tema sexual, la libertad de tránsito en la casa, a reiterar los límites y reglas acordados y motivar constantemente la colaboración doméstica.
Como hay que tener grado de maestría, los estudios se alargan en el tiempo siendo recomendable que sean fuera del país por los altos niveles de competitividad y las carencias de la educación superior nacional. Estas familias intentan una beca, pero como es una oportunidad reservada para la clase política del momento, los esfuerzos para ganar en pesos y pagar en dólares son incalculables.
Si estas madres en el camino se han divorciado, continuar hacia adelante con toda la carga por el permiso cultural a la paternidad irresponsable, desgasta la vida.
Son madres que a la edad en que las suyas ya se comenzaron a retirar de la vida laboral, aún tienen exigencias cuantiosas relacionadas a sus progenitores y a sus hijos e hijas. Llegan a la edad de comenzar a pensar en su retiro con muchas responsabilidades en las cuales ellas no están incluidas.
En estos espacios seguros para la conversación entre las mujeres surgen muchas preguntas: ¿Cuándo es el momento de pensar en mí? ¿Hasta cuándo es mi responsabilidad? ¿Tengo derecho a decir “Ya no puedo más”? ¿Cómo aprendo a lidiar con la lealtad a mis progenitores sin anularme? ¿Cómo puedo lidiar con hijas e hijos adultos sin perderme de mí misma? ¿Cómo aprendo a bregar con la culpa por no cumplir las expectativas sociales? ¿O con el miedo a ser mal vista?
En estas conversaciones las mujeres han aprendido a tener la libertad de responder a estas y otras preguntas sin miedo a ser juzgadas, ser etiquetadas como egoísta o como mala madre, se pueden escuchar alejándose de las expectativas sociales y en libertad de sentirse comprendidas.
Sé que este tema tiene muchas aristas y que las mujeres pobres y con menos oportunidades de educación viven situaciones distintas. Posiblemente para las madres más jóvenes estos temas que hemos planteado serán más fáciles de manejar, pero de seguro bregarán con otros, sus situaciones tomarán otros matices ya que el centro del problema son las altas expectativas, el sentido sacrificial de la maternidad que desgasta a las mujeres y la soledad en que muchas veces desempeñan su rol por la indiferencia de los padres y del estado que se hace cómplice del maltrato a las mujeres en la función más trascendental que es construir seres humanos sanos y dignos.