Una conversación auténtica implica empatía. Una crisis de la conversación conlleva una crisis de la empatía.

Tenemos nuevas formas de vincularnos y de experimentar emociones producto de la conexión por redes. Pero al mismo tiempo, una consecuencia de las mismas es la pérdida de un tipo de afectividad, de atención y de interpretación en las relaciones humanas.

La conversación exige atención. Sin ella, los participantes sostienen monólogos. Conversar implica no solo escuchar lo que el otro dice, sino comprender el lenguaje corporal que emplea cuando habla. Muchas veces, hemos detectado mensajes no hablados al observar el gesto en la cara de quien nos habla, su mirada, el movimiento de sus manos.

Sin empatía, toda forma de convivencia humana se hunde en un caldo de barbarie y de crueldad

Al interactuar en una conversación auténtica, la cercanía física genera un tipo particular de empatía. Nos podemos conmover, enojar, alegrar o cambiar de actitud al observar a nuestro interlocutor. Nos colocamos en su situación, no solo porque entendemos su relato, sino también, porque en su rostro nos miramos a nosotros mismos como personas, como partícipes de unas mismas emociones y compromisarios de un proyecto común.

La conversación auténtica implica una continuidad relacionada con “mantener la atención”. En ella comprendemos al otro haciéndole sentir que nos importa.

Todo ello se pierde en la discontinuidad implícita de la conversación digital. No  hay atención real. Solo una sucesiva cadena de “estadías”, como la del viajante que recorre un largo trayecto, se detiene por momentos, pero su horizonte yace lejano. Su verdadera atención no está en quienes comparten con él la posada. No hay con ellos una auténtica “con-vivencia”.

En modo alguno lo antes señalado significa rechazar las distintas modalidades de interacción que puedan emerger de la revolución digital. Significa que debemos tener una actitud crítica sobre aquellas que amenazan nuestros vínculos como seres empáticos. Sin empatía, toda forma de convivencia humana se hunde en un caldo de barbarie y de crueldad.