Una rampa peatonal, en Republica Dominicana, es un lujo. Aunque es considerada una obligación para facilitar el traslado de quienes caminan, su ausencia es justificada por ingenieros constructores, por promotores y hasta por contratistas del Estado, bajo el alegato del gran espacio longitudinal que necesitan para su desarrollo, aun en aquellos lugares y sitios donde son o deben ser imprescindibles. Bajo ese argumento incumplen  convencionalismo internacionales acentuados ya no por humanitarismo sino por asistencia a los resultados de guerras, énfasis que fue adquirido a partir de la segunda mundial. Aquí ni por condescendencia se les ofrece a los viandantes las necesarias superficies inclinadas para sortear vías de alta velocidad (que es el único uso que se les da). Las rampas deben ser suaves, o cómodas, para su mejor ascendencia y/o descendencia. Se les suelen ver en revistas y libros de arquitectura (si son atractivas esteticamente) o en filmaciones de exteriores de documentales y largos metrajes donde se puede apreciar que se construyen para que por estas discurran, mayormente, aquellas personas que tienen problemas locomocionales, impedimentos y discapacidades, incluso ancianos e infantes, de manera que valiéndose por si mismas, se conduzcan sin necesidad de evadir obstáculos ingenieriles, por lo que deben ser seguras, cómodas, diáfanas, agradables y estéticamente aceptables. Estos artefactos son muy importantes en sociedades con respeto igualitario por sus congeneres, por lo que las legislaturas sobre el particular no solo son amplias y adaptadas a la modenidad, sino que se hacen cumplir cabalmente.

En Santo Domingo, las rampas son para los elevados vehiculares, puesto que el vehiculo tiene mayor rango de importancia urbana (aunque no humana) que la propia gente. Es la apreciación de nuestras autoridades o funcionarios (porque autoridad tienen muy poca). El símbolo de status, opulento y ostentoso que representa el vehiculo, esta primero que la humanidad, principalmente si es de lujo y para uso de los miles de funcionarios que deben llegar rápido a sus despachos antes de que se formen los entaponamientos usuales que pretenden corregir geométricamente desde 1995 sin ningún éxito, mas bi3en con gran despilfarro. Así desdeñamos las lógicas -o lo permitimos-, de convivencia humana dentro de los ámbitos urbanos, utilizando las maneras mas despreciables para humillar y segregar a los "tenidos a menos", y por toda reacción altruista, al intentar mediante una tímida aproximación, reconocer estos importantes elementos de la comunicación urbana, nos han construido un Monumento a la Rampa Peatonal, una especie de Rambla Helicoidal que no es mas que otro artilugio que entra al catalogo de lo absurdo con que nos situamos orondos en medio del ridículo mundial.

Solo como recordatorio, ahí esta la plaza del Gorila Verde.

Esta rampa monumental hace parte del conjunto descomunal de obras que se concentran en la vapuleada esquina de las avenidas 27 de febrero y Ortega y Gasset donde la carreterizacion adquirió visos de exageración constructiva completando un esquizoide alarde de desarrolllo mal entendido y progreso peor interpretado, donde el derroche de los recursos económicos sustituye vulgarmente el imposible bienestar que pudo haber sido distribuido y repartido mejor entre mayor cantidad de beneficiarios que son los contribuyentes, por lo menos teóricamente (se sabe de donde provienen en gran parte los recursos para estos derroches).

Contra todo anhelo social se ha impuesto un burlesco hibrido de absurda pasarela cual pretenciosa payasada permanente y para certamen de carnes femeninas. Asi semeja el Monumento a la Rampa, superfice de elocuencia grácil pero por demas inútil pues no conduce a nada que no sea a un despeñadero de escalones que sustituyen (del otro lado) la descomunal y costocisima rampa helicoidal que en el extremo norte hace de ostento modernizante y no  es tal. Cuando se le ve y se le mira, se comprende a lo que ha llegado el circo de cemento, porque realmente el que cada localidad, pueblo o ciudad tenga ya su elevado peatonal sin rampas como "arco de triunfo" (aplanado) no sorprende ni averguenza de tanta ridiculez, pero que en la capital dominicana todavia haya atrevimientos de este género, es realmente una afrenta sin parangon.

Si bien la rampa helicoidal del lado norte es descomunal, las escaleritas del lado sur son tan famélicas que bien hacen el dueto de Viruta y Capulina siendo estos comediantes mexicanos mucho mejores en lo suyo que este dispendio combinado de espacio urbano y artilugios que extraen prebendas del barril sin fondo en que se ha constituido la construccion sobre cosas intrascendentes en este rico país que ya no solo exporta putas, peloteros y combos malos, sino también delegaciones y comitivas, caravanas de francachelas breves pro que retornan sin nada porque solo gastan cuando viajan.

Y lo  peor es que por allá ven puentes elevados peatonales CON RAMPAS…