El titulo de este artículo es similar al de un excelente libro del francés Pierre Rosanvallon, pero no tengo el propósito aquí de tratar sobre su valioso contenido.

He utilizado la palabra contrademocracia, sin guion que separe a contra de democracia, para referirme a lo que considero son importantes distorsiones de nuestro sistema electoral, tanto para elegir a los integrantes del Congreso como para escoger al presidente de la República.

Por ejemplo, es una barbaridad antidemocrática que un partido político obtenga en unas elecciones congresuales el 43% del total de sufragios y que sin embargo no logre un solo representante en el Senado. Ese fue el caso del PRD en las elecciones del 2010. Lo criticable es que el sistema electoral haga posible que eso suceda de modo tan fácil; sea para perjuicio del PLD, como ocurrió en el 1998 y el 2002 o del PRD como sucedió en el 2006 y el 2010.

Lamentablemente, los propios afectados, una vez pasan las elecciones solo atinan a acusar al gobierno de su suerte y en ocasiones a algún sector interno de su partido. Y muchos analistas políticos independientes, como si no miraran los números y las reglas del sistema, tampoco han observado e insistido en que esta situación ocurre porque las reglas de elección del Congreso dominicano son contrarias a los propósitos de la representación efectiva de los votantes.

Es decir, la conversión de votos en escaños; la conversión de aquel 43% en senadores es, en nuestro país, un absurdo.

Esa situación es imposible que ocurra en ningún otro país del continente americano. En ninguno. Puesto que en todos, excepto el nuestro, las leyes y la Constitución  garantizan la representación proporcional de los electores en el Congreso, sea este de una sola cámara o de dos.

Esa distorsión ha sido fuente de frecuentes conflictos políticos en nuestro país, debido a que facilita que un solo partido designe a su conveniencia sectaria los integrantes de otros órganos de poder electoral, judicial y de control gubernamental.

Por otro lado, el sistema de segunda vuelta con umbral de 50%, conocido como Balotaje, ha resultado aquí un fiasco costosísimo. Dos razones principales le dieron origen: promover el multipartidismo (debilitando el bipartidismo) y fortalecer la legitimidad del presidente electo.

Nada de eso ha ocurrido. Ahora es que el bipartidismo es fuerte en el país. Las miríadas de partiditos casi no representan nada, puesto que la gran mayoría ni candidatos propios llevan. Son en realidad microempresas políticas.

Y la legitimidad del ganador no podría ser más espuria. En los más de los casos para reelegirse el partido gobernante consigue el 50% a la mala, forzado, con métodos mercantiles y de coacción.

La importancia del último discurso de Hipólito Mejía es que propone de modo firme la necesidad de revisar el tinglado institucional vigente que ha  permitido la actual configuración del poder político dominicano.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico El Nacional