En la lucha “por el medio millón”, los martes y los jueves, al mediodía, algunos agentes de la policía, con un reducido grupo de oficiales y con el agua bendita de Balaguer, interrumpían la docencia en la UASD para lanzar indiscriminadamente bombas lacrimógenas y balas, sabiendo que la respuesta de la familia universitaria era el coraje y la indignación con algunas piedras caídas del cielo. ¡Qué bueno y cobarde era reprimir así, con esta desigual ventaja, entre valor, balas y bombas!
En cada jornada, los niveles de indignación se multiplicaban porque había que residir en las cavernas, para mancillar al centro de luz más trascendente del país, “conciencia de la nación”, donde estudiaban los hijos del pueblo, para activar acciones de tanto descaro, abuso y desvergüenza, de un gobierno represivo, reaccionario y descarado como el de Balaguer, el cual debía de ser el defensor de la “Universidad del Pueblo”.
En medio de tiros y bombas lacrimógenas, una mujer llena de indignación, profesora meritísima, con su porte señorial, rodeada de estudiantes, era símbolo de resistencia a la represión policial y bandera de dignidad. Era Ivelisset Prats de Pérez, en representación de la familia universitaria. ¡Así la conocí!
Mi amistad con ella desde entonces, se fundamentaba, además, en mi admiración por una docente y ex funcionaria, donde puedo testimoniar que no ha existido un ser humano en este país, con el amor y la pasión por la defensa de la UASD como Ivelisset. ¡Siempre su orgullo testimonial era la expresión de “ mi Alma Mater”. ¡Creo que la Facultad de Humanidades, debe de honrarla con una Cátedra Magistral Extracurricular o consagrar un aula en su honor!
Ivelisset, era una lectora voraz, una intelectual profunda, una acuciosa investigadora, una exquisita escritora. Una mujer de ideas progresistas, de participación política, de conciencia revolucionaria, cuyos ideales estaban en función de los mejores intereses del pueblo.
Madre amorosa, esposa ejemplar, unida durante 49 años con Mario Emilio Pérez, escritor, esencia de pueblo, orgulloso miguelete, pudieron complementar su existencialidad, por la unión de dos seres humanos extraordinarios.
Ivelisset, como funcionaria pública, fue Ministra de Educación, Decana de la Facultad de Humanidades de la UASD y Diputada del Congreso Nacional, fue un ejemplo de pulcritud, de profesionalidad y de honestidad. ¡Pero sobre todo, nunca dejó de ser maestra! ¡La docencia era su más grande pasión!
A mí me incentivó para escribir y me tenía presente en el Instituto de Formación Política José Francisco Peña Gómez, su amigo y su líder, que ella dirigía. En uno de los últimos cursos de formación fui invitado por ella a participar con varias comparecencias.
Ivelisset, ser humano excepcional, mujer política progresista, madre y esposa ejemplar, lectora apasionada, investigadora y escritora, docente, maestra, nos dijo hasta luego repentinamente, ahora los pájaros cantaran por ella en el campo de la UASD, porque dejo su voz en las aulas, sus ojos en los libros y en el corazón de sus estudiantes. ¡Hasta luego, maestra!