La dictadura trujillista trataba de no hacer alarde público de persecución, de opresión y menos de terrorismo de Estado, por el contrario, trataba de legitimarse en la apariencia  del  respeto, la armonía y la paz ante la ciudadanía.

 

Es más, fomentaba en el discurso la ideología de la no violencia y el respeto hacia la población, a tal punto que los miembros de las fuerzas represivas, de la policía, el ejército y la marina, no cometían exhibiciones de abusos y arbitrariedades innecesarias, en contra de la población civil.  La idea era que al ver  a sus representantes, no hubiera desconfianza, sino que despertaran seguridad, en un clima  de tranquilidad.

 

Baní era un pueblo pequeño, todo el mundo se conocía y la fuerza represiva del régimen era muy eficiente.  Tenían localizados y bajo control a los desafectos, a los reconocidos antitrujillistas.  Algunas de las autoridades ligadas a la dictadura, incursionaban en momentos para hacer el bien, debido a las relaciones primarias y familiares existentes, para que le debieran favores personales.

 

Eso no era lo normal, sino la excepción.    En realidad, la dictadura no tenía necesidad  de reprimir sin que fuera necesario, sobre todo cuando todo estaba bajo control, porque había un temor colectivo, un terrorismo psicológico donde cada uno desconfiaba de todos los que estaban cerca.  Aun así, recuerdo algunos acontecimientos, que cuando era necesario, el régimen no tenía pudor de realizarlo.

 

En la decadencia de la dictadura, después del impacto de la incursión patriótica del movimiento armado de junio del 59, del descubrimiento del movimiento clandestino del 14 de Junio, de sus persecuciones, torturas y muertes, agravado por el asesinato de las Mirabal, aumentó el terror y la inseguridad al máximo en la población  civil en todo el territorio nacional.

 

En Baní, fueron detectados varios miembros del 14 de Junio, entre los cuales estaba Sergio Federico Germán Medrano, mi vecino y compañero de clases, Cervantes Peña, Paquito Pool, Alfredo Terrero Castillo, Juan Luis  Mejía Aguasvivas, Francisco Bello, mi primo,  entre otros.  Muchos quedaron en la clandestinidad, sin importar las torturas de los apresados, los cuales no denunciaron a nadie, como fue el caso, por ejemplo, de mi hermano Héctor Gerardo Santos, Danilo Cintrón, José Bernabé, Pepito Báez, Zoilo Peña Peña y nuestro amigo Chery Díaz.

 

La pastoral de los obispos de la iglesia católica, denunciando los apresamientos  de los miembros del 14 de Junio, rompiendo su maridaje con la dictadura, trajo como resultado un acercamiento con los desafectos del régimen y la iglesia.  Como apoyo a la misma, grupo de jóvenes nos acercamos y coordinamos con el Padre Lorenzo Hart, párroco, la pintura del templo, hoy catedral, de la ciudad de Baní.

 

En esta manifestación religiosa había una respuesta antitrujillista de la juventud banileja.  Uno de los primeros voluntarios fue José Homero Bello Suriñach, callado, educado, disciplinado, incansable trabajador, dueño de una sonrisa permanente, estudiante del Liceo Francisco Gregorio Billini, cuyo padre, Casimiro Bello, había fallecido y la madre, Doña América, mantenía su familia con una tienda  donde vendía telas y ropas, paradójicamente enfrente del solar, con tarja y todo, donde había nacido “Pepito”, “Don Pepe”, el papá del Jefe.

 

Después del nefasto Golpe de Estado al profesor Bosch,  los generosos jóvenes del 14 de Junio, decidieron irse a inmolase al corazón de las escalpadas montañas de la Patria, comandados por el Comandante del Honor, Manolo Aurelio Tavarez Justo, fiel a su promesa en el Altar de la Patria.

 

En efecto, se levantaron seis frentes guerrilleros en diciembre del 63 con 149 guerrilleros y una guerrillera en el escenario nacional, que fueron enfrentados por las tropas trujillistas al servicio de un Triunvirato en complicidad con el Departamento de Estado Norteamericano.

 

José Homero desapareció de las calles de Bani, incluso de su casa.   Hubo comentarios entres nosotros, hasta que muchos supimos posteriormente que era militante del glorioso Movimiento Clandestino del 14 de Junio y que, cumpliendo con su deber revolucionario,  se había incorporado a la guerrilla.

 

El guerrillero banilejo se fue rumbo a Los Quemaos, en Bonao, el 28 de noviembre de 1962  y de allí se incorporó  al Frente Guerrillero Juan de Dios Ventura Simó, en homenaje al patriota antitrujillista, el cual operaba en las lomas de Bonao-Ocoa, comandado por Hipólito Rodríguez, con un grupo de 24 guerrilleros, entre los cuales se encontraba la heroína, la guerrillera sin miedo, Pinky Lora, que posteriormente fue deportada a Francia, de allí se fue a entrenar militarmente a Cuba, participado en la gloriosa Revolución de Abril del 65,  como guerrillera urbana.

 

Junto a la mayor parte de sus compañeros, menos algunos, como su comandante Polo, que murió en combate, fueron hechos prisionero, salvando su vida, por las circunstancias del momento. Sin abandonar sus principios, sin arrepentirse de la epopeya guerrillera,  José Homero Bello S.,  años después murió con el orgullo de haberse entregado a la Patria.

 

José Homero Bello S., el joven tímido, callado, generoso, mi primo, era un decidido héroe, patriota, el cual deseaba, como todo el movimiento del 14 de Junio, una Patria libre y soberana, justa y democrática,  para el bienestar colectivo del pueblo dominicano.  José Homero, te exaltamos y te recordamos en esta lucha contra el olvido, como el único guerrillero banilejo del 14 de Junio, en representación de la juventud de un pueblo heroico como Baní, cuna del campesino guerrillero más grande en la historia del Caribe, el inmenso  comandante, Generalísimo Máximo Gómez, el “Napoleón de las Guerrillas”, héroe de la Independencia cubana.

 

En la lucha contra el olvido, José Homero Bello Suriñach, como todos los héroes de la Patria, vive en la plenitud de la patria y el corazón del Pueblo.