Santiago de Cuba, es la ciudad legendaria, la rebelde, la combativa, la ciudad histórica. Es el escenario donde se prendió la llama independentista que recorrió la isla con los machetes justicieros, entre otros, de los Maceos y del Generalísimo Máximo Gómez; es el santuario donde se ofrendó el inmaculado de Martí y es en sus cumbres de la Sierra Maestra culminó la Revolución Cubana, con la presencia simbólica de Fidel, Frank País, Camilo y el Che.
Es también la ciudad bendita donde decidió vivir en sus cercanías, la milagrosa Virgen del Cobre, la Patrona de Cuba; es la ciudad de Heredia, el Cantor del Niágara, de Benny Moré, el bárbaro del ritmo; allí tienen su sabor la Conga de los Hoyos, la mejor del mundo, con Chang siempre presente, que cuando toca hasta los cementerios se quedan vacíos; allí está la residencia de Lescay, de Zúñiga y donde nació el Son, con los Matamoros, Ignacio Piñeyro y Compay Segundo.
Es la ciudad de la tradición, de los héroes, de los artistas y de los intelectuales. Es la ciudad de las evocaciones y los amaneceres, de la Santería y de la Regla de Ocha. En esta ciudad histórica, no se lo digas a nadie, escondieron a las mulatas más hermosas del mundo y es el rincón más caribeño de Cuba. ¡Santiago es la ciudad que jamás se olvida!
Aun después del triunfo de la revolución cubana, en los primeros momentos prevalecía, como herencia del pasado, la visión tradicional elitista de que las actividades artísticas-culturales de Santiago de Cuba debían de realizarse en lugares cerrados, que garantizaran su control y su organización. Al inicio de la década del 70, Joel James, joven inquieto, estudiante de una licenciatura en Historia en la Universidad de Oriente, participaba en actividades culturales a través del Taller Cultural, el cual pertenecía al Cabildo Teatral Santiago, foco importante de las actividades culturales de la ciudad; Joel, además de ser el responsable del área de investigación de la misma en 1972, era también actor de teatro en esta agrupación.
En este proceso, se reencontraron miembros de una nueva generación de la revolución, como Jesús Cos Causse, Raúl Pomares, Manuel Ruiz Vila, José Fernández Pequeño, Alexis Alarcón, José Millet, Olga Portuondo y Rafael Duharte, entre otros, con una nueva visión de la vida y de la sociedad , los cuales coincidieron en sacar las actividades artísticas-culturales para la calle, incentivando la participación popular en las mismas, revalorizando a los grupos originales como expresión de la definición de la identidad cubana, acorde con las premisas de la revolución.
Tras varios intentos y vencer muchos obstáculos, organizaron la Primera Semana de la Cultura Santiaguera, teniendo como escenario a la calle Heredia, culturalmente la más emblemática de la ciudad de Santiago, con la intención, además, de hacerla una vía peatonal. Esta semana cultural, tuvo cinco ediciones, con la participación de diversos grupos originales, incluso, con grupos de Gagá de descendientes haitianos y grupos de origen jamaicanos, siendo celebradas las mismas en abril, en homenaje a la victoria de Playa Girón, en contra del imperialismo norteamericano.
Debido a la diversidad de expresiones artísticas-culturales, Joel planteó modificar el nombre, el cual debía de denominarse “Festival de Artes Escénicas de Origen Caribeño”. Se dio vuelta, se discutió, pero no hubo consenso. Entonces, el camino de las discusiones se dirigió en definir un símbolo que identificara al Caribe. Joel, planteó al sol como elemento común de la región. Esto llevó a definir al Festival como “Festival del Fuego”. Este Festival del Caribe, cuya primera edición se realizó en 1981, hace 39 años, sin ninguna interrupción, salvo la de este año, nació en la primera semana de julio, cuando el sol en el Caribe está en su plenitud, por su cercanía con el solsticio de verano.
La magnitud, el impacto y la trascendencia del festival, implicó que el Comité Ejecutivo de la Asamblea Popular en Santiago de Cuba, máxima instancia política del Estado, el 23 de junio de 1982, aprobara la resolución de la creación de La Casa del Caribe, que entre otras cosas, organizaría el Festival del Caribe, con el visto bueno de Armando Hart, entonces Ministro de Cultura de Cuba, designándose como su presidente, su director, a Joel James.
La Casa del Caribe se convirtió en el espacio de las relaciones con el Caribe, América Latina y el mundo, haciendo rupturas con el aislamiento impuesto por un criminal bloqueo imperialista y permitiendo un intercambio y una integración profunda con todos los pueblos del Caribe. Esto fue posible por la solidaridad revolucionaria y por la presencia de Joel James y su equipo de trabajo. Para solo poner un ejemplo, en 1991, este festival fue dedicado a la República Dominicana y la delegación estuvo compuesta por casi 500 personas, entre las cuales estaba yo.
La labor de Joel James en la dirección de la Casa del Caribe, no lo ha hecho nadie en Cuba ni en la región. Mantuvimos durante años, una relación constante y una hermosa amistad. Joel, es el intelectual más completo, más profundo, que hemos conocido en Cuba y en el Caribe. Crítico, frontal, rosca izquierda, carismático, fascinante, con don de mando, tenía una sola cara, sin importar las consecuencias, con un don de encantamiento y de magia.
Pero al mismo tiempo, era respetuoso, solidario, sabía escuchar, pausado en las conversaciones serias, tenía un excelente sentido del humor. Era sensible, humilde, enamorado, amante de la ternura, de los amaneceres, de las flores y de la vida. El Joel que yo conocí era frágil de sentimiento, pero al mismo tiempo firme, radical y determinante de sus decisiones, siempre de principios. ¡Era un auténtico revolucionario!
Escritor de fuste, profundo, prolifero; historiador crítico, reflexivo, original, con un conocimiento sociológico y antropológico extraordinario. Decidimos escribir un libro sobre la muerte en Cuba y en Dominicana. Su ida lo impidió. Era un apasionado investigador de campo y un rastreador bibliográfico, que lo hacía un intelectual fuera de lo común. Se fue sin decir adiós. Sus restos descansan en el cementerio de Santa Efigenia, Patrimonio de la Humanidad, donde está también los del inmaculado apóstol José Martí y los de Fidel Castro Ruz, el Comandante en Jefe, el más grande líder latinoamericano del siglo XX.
Joel, era un enamorado del Perico-Ripiao, conjunto típico del merengue dominicano. El ex-ministro de cultura, Abel Prieta, su amigo, al enterarse de su muerte expresó: “Es casi imposible encontrar un intelectual con una comprensión tan profunda, tan orgánica, del papel, del lugar que ocupa en el tejido de esta nación la cultura popular y las religiones populares”.