Quien mire nuestro tablero político nacional, desligado del fanatismo y de la "juerga" proselitista, no tendría problema alguno en definir las próximas elecciones como una contienda entre el Continuismo y el Retroceso. Calificativos diferentes, por definición, pero que en nuestro caso arrojan el mismo resultado: poca esperanza de salir de la podredumbre, mezquindad, deficiencia, y una irresponsabilidad administrativa, elementos que han caracterizado a todos los gobiernos contemporáneos.

Esta realidad le amarga la boca a todo aquel que intenta digerirla – ya lo intenté – porque al saborear tanta bazofia nos damos cuenta que, en esencia, sólo son "más de lo mismo". Como diría mi abuela: "cualquiera coge el monte". Y es que ninguna de las dos propuestas planteadas por los partidos mayoritarios representan un cambio diametral en los aspectos del manejo eficiente del Estado, la redistribución de la riqueza –obtenidas gracias a un crecimiento macroeconómico – y la mitigación de la corrupción administrativa. Cuando hago esta afirmación no me refiero a los planteamientos expuestos por los partidos mayoritarios: ambos han podido teorizar, utilizando un discurso llamativo y hasta encantador, pero en su esencia no han pasado de ser pura demagogia proselitista.

Para sustentar lo que afirmo, me remito a las pruebas. Empecemos con el Continuismo. Por más que Danilo Medina quiera desligarse de la presente gestión, la verdad es que un gobierno suyo representaría una extensión del gobierno actual. El imperante "status quo" nos ha dejado muy poco, salvo el desarrollo y la estabilidad macroeconómica. La distribución de la riqueza en los gobiernos del PLD ha sido inexistente, con una sociedad que ha visto un ahondamiento de la marginalización social de los sectores más necesitados de nuestro país. Ese elemento – las substanciales necesidades del grueso popular – ha sido utilizado inescrupulosamente por el PLD como catalizador central de sus maniobras clientelares. Esto les ha facilitado la manipulación de ciudadanos que se los está "llevando er diablo ".

Pero lo tóxico del Continuismo no termina ahí. ¿Qué me dice usted de un Félix Bautista – y otros miembros del PLD –todos incapaces de explicar ni con la fórmula matemática más perfecta, el acelerado enriquecimiento exhibido en tan sólo un par de años? Ni Leonhard Euler sería capaz de entender esos datos. Aun así, como muestra de una impunidad que se prolongaría en un nuevo gobierno morado, muchos de ellos andan en campaña con Danilo ¡DE QUÉ CAMBIO ME HABLAN!

No obstante esta realidad, la oposición tiene poco que ofrecer – más bien NADA – en cuanto a cambios se refiere. En la figura de Hipólito Mejía, el PRD acude a las elecciones proponiendo a un candidato retrógrado hasta el tuétano, desconectado totalmente de las realidades geopolíticas de nuestra nación. Mejía es el tipo de presidente que hubiera aceptado en los ’70, pero no en pleno siglo XXI. Su visión de nación – cuando logra expresar alguna – es tan deficiente como su equipo de campaña. Mejía, al igual que Medina, no representa cambio alguno. Más bien, nos asegura una vía directa hacia el retroceso. De no ser así, entonces explíquenme que significa el apoyo y contubernio con los Guido Gómez Mazara, Pepe Goico, Aristy Castro, Hatuey Decamps, Silvio Carrasco, José Enrique Sued y demás "canchanchanes". Siempre la misma gente, los mismo corruptos y los mismos ladrones. Más de lo mismo, aun sea blanco, morao' o colorao'. Si obtener la presidencia con el apoyo de corruptos, debiendo favores políticos a "chulos" de nuestra democracia – individuos que han prostituido nuestras instituciones públicas cuando las han administrado – representa el "cambio" (lo mismo ha hecho el PLD), entonces muy pronto lloverá para arriba y se me mojarán los calzones.

Tanto Danilo como Hipólito Mejía, flamantes representantes del nefasto Continuismo (PLD) y el destructivo Retroceso (PRD), respectivamente, terminarán por llevar a nuestra nación al mismo destino, aunque tomando carros distintos. Me preocupa el no poder vislumbrar ese destino como un elemento de cambio ni de transformación, sino como una oportunidad más de permitirle a la misma claque política que se ha enriquecido del sudor del pueblo, de continuar desfalcando las arcas nacionales. Son, en definitiva, engendros de Drácula, "chupando sangre" de los más débiles para engordar como ballenas. Con esto no estoy tratando de "adivinar el futuro" o hacer predicciones esotéricas, sino que evalúo el pasado y presente de ambos candidatos, así como la gente que los rodea. Siendo esto así, no puedo darle otra lectura a nuestro panorama.

El Continuismo y el Retroceso se enfrentan este 20 de Mayo. Que no quepa la menor duda, éstas elecciones no tienen nada que ver con la evolución política ni el progreso, sino que están basadas en acudir a votar por "el menos malo". La mejor comparación que encuentro para ilustrar a ambos partidos, es la siguiente: los filibusteros "fueron piratas que en el siglo XVII infestaron las aguas del Caribe apoderándose de mercancías y embarcaciones en ruta a Europa"; mientras que, los bucaneros, se "encargaron entre los siglos XVII y XVIII de saquear los intereses españoles en ultramar". Independientemente de las mínimas diferencias entre ambos grupos, en su esencia eran idénticos: viles PIRATAS. Habrase visto semejante parecido con los partidos mayoritarios. En pleno siglo XXI, se repite la misma historia bajo cielo quisqueyano.

Que Dios nos agarre confesados.