“Si el hombre fuera constante, sería perfecto”-William Shakespeare.
Es difícil esperar que, en general, los nuevos ministros del PRM reconozcan públicamente las buenas ejecutorias de sus antecesores. Parece ser una constante que los recién llegados al Gobierno, sin importar la organización a la que pertenezcan, se empeñen en poner en evidencia la originalidad diferenciadora de su gestión ejecutiva.
Si tenemos en cuenta que en las pasadas gestiones algunas de las instituciones fueron groseramente instrumentalizadas para fines políticos y personales, marcar territorio con elementos de política pertinentes y desafiantes nos parece correcto, además de un buen comienzo.
La realidad es que algunos nuevos ministros designados por Twitter, una moda que terminó globalizando Trump, enarbolan un discurso constructivo que, en esencia, resumen la visión de sus antecesores. Tales son los casos de Lisandro Macurrulla y del del Ing. Antonio Almonte, reputado técnico que, siendo un especialista en tecnología nuclear, muestra un conocimiento al detalle y actualizado del sector energético nacional.
Por ejemplo, Macarrulla dijo tener el compromiso de darle continuidad a todos los interesantísimos proyectos que este gobierno está llevando a cabo y que generan mucho valor en esta sociedad (9 de julio). Como vemos, en este caso, más que marcar la raya de Pizarro, prevalece el respeto al vapuleado principio de la continuidad del Estado. Eso es plausible y nos conviene a todos.
Poco importan las contrariedades y los cuestionamientos entre partidos: las políticas de Estado, con resultados e impactos en beneficio de la sociedad (potenciales o en curso), deben continuarse y ser reconocidas por los nuevos funcionarios. De reinventar la rueda estamos cansados.
En lo que respecta al Ing. Almonte, estamos ante un caso de firmeza en las posiciones críticas frente a toda una suerte de desatinos y falta de transparencia y rendición de cuentas en materia eléctrica. En su discurso figura invariablemente Punta Catalina, proyecto al que sigue haciendo serios cuestionamientos públicos, sin dejar de estar de acuerdo con la importante iniciativa. Pero Almonte no menciona en sus entrevistas (muy edificante la del día 31 de agosto en El Despertador) a quien sustituye, el actual ministro Isa Conde.
No obstante, quien conoce los planteamientos de Isa Conde, las interesantes iniciativas de política avanzadas en su gestión, sus responsables críticas al clientelismo y a las deficiencias de institucionalidad subsecuentes, así como a la ya atávica postura de los funcionarios de vadear los problemas estructurales de la sociedad para complacer intereses mediáticos que nunca dan la cara, sospecha que el nuevo ministro seguirá, en lo fundamental, con su inevitable sello personal, las loables iniciativas de Estado y enfoques de principio del funcionario saliente.
Recordamos que desde el Ministerio de Energía y Minas se planteó en Palacio una reforma normativa e institucional del subsector eléctrico nacional. Desde una reducción técnicamente válida de la estructura organizativa actual del MEMRD, hasta hacer valer el verdadero sentido de la rectoría ministerial, que no se delega ni fragmenta en otras instituciones, como lo hizo la inconstitucional Ley núm. 142-13 en el caso de la CDEEE. Esta fue una desafortunada iniciativa legislativa hecha a la medida con fines inconfesos. Ella terminó desconociendo y debilitando en materia eléctrica la facultad rectora de ese ministerio.
Cuentan también las propuestas de convertir a la CDEEE es un holding de empresas distribuidoras, con un único consejo; la integración de la CNE a la estructura ministerial y la reforma integral del sector minero nacional, metálico y no metálico, incluido en este aspecto un revolucionario componente de sustentabilidad minera plasmado en un anteproyecto de ley. Este busca garantizar que una fracción importante de la renta estatal minera se destine a objetivos de desarrollo, ciencia y tecnología, proponiendo a tales fines una institucionalidad sin costo alguno para el Estado.
Estas reformas implicaban reduccionismo institucional de corte racional, más eficiencia, regulación efectiva y eficaz, fiscalización competente, centralización del mando ejecutivo, demarcación de roles, direccionamiento estratégico único trazado por la rectoría, y transparencia y rendición de cuentas efectivas, nada de lo cual entraba, lamentablemente, en el guion del gobierno saliente.
En cuanto a Punta Catalina, sabemos que el ministerio fue dejado deliberadamente al margen de esta iniciativa. Ni siquiera fue invitado formalmente a los procesos clave de génesis de ese proyecto.
Finalmente, en materia de energía, con una rectoría truncada, el ministerio apoyó estudios, proyectos y acciones de todo tipo para impulsar la transición de la matriz energética a la energía renovable (véase el Informe Técnico de Rendición de Cuentas que cuelga en el portal Web del MEMRD), que ahora figura como una de las líneas de política más importantes anunciadas por el nuevo ministro.
Dejando de lado otros muchos aspectos importantes, advertimos indicios de garantía de continuidad perfecta entre lo hecho en el MEMRD y lo que anuncia ahora el elegido ministro Almonte. Poco importa que no mencione por su nombre el protagonista del pasado que hereda (Antonio Isa Conde); basta que reitere responsablemente, como es su estilo, la continuidad de aquellas posiciones de su gestión que tienen substancia política, social y ambiental.
Los problemas consabidos del subsector eléctrico, con unas distribuidoras bajo el cautiverio del clientelismo más rapaz, una tarifa que no refleja los costos reales de la industria y serios problemas de institucionalidad y normatividad, además de la ausencia inaceptable de un curso estratégico compartido por todos los actores, trazado por el órgano rector, ameritan del apoyo irrestricto y compromiso inquebrantable de la voluntad política superior. Este apoyo fundamental es lo que parece tener ahora el Ing. Almonte, y lo que no tuvo a todas luces el aguerrido y voluntarioso Isa Conde.