El título de este artículo es un extracto del poema “Jardín”, de Octavio Paz. Lo he elegido porque me parece relevante para describir los estragos sociales que ha implicado la pandemia para América Latina, una región donde ya existían graves situaciones de desigualdad desde que se tiene registro y que se ha visto sobredimensionado por las condiciones creadas a partir del aislamiento.

Estudios recientes del banco estadounidense Citi han encontrado que el impacto social de la pandemia ha significado un aumento importante en la desigualdad y en la pobreza por primera vez en el siglo XXI, con una situación donde el 77% de los niños tienen un desempeño académico inferior al mínimo esperado.

Un estudio realizado en los Países Bajos nos explica por qué.  A pesar de que en ese país la situación de confinamiento extremo solo duró dos meses, esta duración fue suficiente para implicar una pérdida en el desempeño académico de los estudiantes. Con un sistema de medición que implica la realización de pruebas nacionales dos veces al año, un sistema equitativo de financiamiento escolar y la tasa de acceso a comunicación por banda ancha más amplia del mundo, los holandeses pudieron darse el lujo de examinar con mucha precisión las implicaciones entre la educación en modalidad presencial y la virtual.

Al comparar los resultados de los estudiantes en el año del bloqueo con los de los tres años anteriores, notaron pérdidas sensibles en todas las cohortes escolares y que las pérdidas podían llegar a ser hasta 60% superiores entre los estudiantes de hogares con menos educación, con una situación donde había literalmente poco o ningún progreso en muchos estudiantes confinados.

Los cierres de escuelas han sido una herramienta muy utilizada para detener la transmisión de la enfermedad, pero es responsable cuestionar si sus consecuencias sociales a corto, largo y mediano plazo no son aún peores.  Si ya hay desigualdad con dos meses en los Países Bajos, desigualdad social en América Latina en un año, cuál podrá ser la situación si se continúa ampliando la brecha entre los ciudadanos.  Una consecuencia inmediata puede ser la inestabilidad social.  A tres años de finalizada la guerra de Vietnam, un profesor universitario en los EEUU postulaba que en términos económicos, para combatir el comunismo, hubiese sido más beneficioso invertir lo que se gastó en armamentismo en dotar a todas las familias vietnamitas con una vivienda mínima equipada con máquinas de lavar la ropa, estufas, neveras y televisores. Según sus cálculos, la dinamización de la economía norteamericana por ese uso alterno de los recursos hubiese sido más beneficioso. Hoy día, por supuesto, tenemos prerrogativas mediombientales que tomar en cuenta, pero sigue siendo válido preguntar, en lenguaje netamente dominicano, si en el momento actual no está saliendo más cara la sal que el chivo.