Del encabezado de este escrito es fácil deducir que a lo que nos vamos a referir es a los procesos de contaminación que se producen en nuestras ciudades, y en ese sentido son muchas las fuentes que intervienen para que, en efecto, contaminemos nuestro medio urbano. Es decir hoy le toca el turno al urbanismo, dentro de lo que es Arquitectura y Energía.
De acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE), contaminar quiere decir: Alterar nocivamente la pureza o las condiciones normales de una cosa o un medio por
agentes químicos o físicos. Precisamente eso es lo que hacemos en nuestras ciudades de manera ingente, todos los días, todas las noches… Prácticamente a cada minuto.
Como alteradores de las condiciones normales, cosa que somos los seres humanos por definición – y esto podemos tomarlo como parte de la definición de nuestra especie- tenemos en el transporte una de nuestras herramientas favoritas para contaminar.
No nos equivoquemos, el transporte en las ciudades no es el problema de la contaminación, más bien es la manera como abordamos la cuestión del transporte en nuestros centros urbanos. Para darnos cuenta de esto solo hace falta alejarnos unos kilómetros de los centros financieros de muchas de nuestras ciudades, donde se concentra el mayor tráfico vehicular en las mismas, y notar como a medida que nos salimos de estos centros, respiramos mejor, porque el aire es mejor.
Para pasar a datos objetivos, en Madrid, que es desde donde escribimos habitualmente, en el año 2017, los valores límites anuales de contaminación por NO2 (dióxido de nitrógeno), rebasaron los 40 microgramos por metro cúbico (µg/m3), siendo el caso que de las 24 estaciones de medición instaladas en la capital del Reino, 18 marcaron valores por encima, o al menos igualaron, del que hemos citado como máximo recomendado por la OMS (Organización Mundial de la Salud).
¡Qué bonita la Puerta del Sol!… ¡Qué romántica es una noche de lluvia en la Plaza Mayor!… Pues a esto, que es cierto, le podemos agregar que gracias a Dios que llueve mientras caminamos por el Madrid de los Austrias, dado que así no nos fumamos todo el smog habitual de este histórico enclave.
¿Nos podemos permitir el lujo de contaminar nuestras ciudades con el humo de nuestros coches hasta que ya no nos quede aire que respirar?
¿Es el transporte urbano una alternativa para evitar los altos niveles de contaminación que podemos encontrar en ciudades como Madrid?… Y el que dice Madrid dice París, Santo Domingo, Buenos Aires y hasta Santiago De Los Caballeros. Parecería que nos quedamos impasibles ante la única alternativa que nos obligamos a aceptar o a implementar: contaminar.
¿Y si nos hacemos conscientes y comenzamos a tomar medidas de planificación urbana, aún sean ya de contingencia? …Seguiremos la semana que viene.