Con el arranque oficial de la campaña electoral tras la proclamación de los principales contendores, el presidente Danilo Medina y su retador en la oposición, Luis Abinader, lo que veremos de ahora en adelante será un bombardeo incesante a través de todos los medios posibles, con la finalidad de crear una percepción creíble y abrumadora sobre el eventual ganador.

Esto significa que estaremos expuestos a una contaminación auditiva y visual sin precedentes, dado que la competición electoral abarcará los niveles presidencial, congresual y municipal, por lo que deberemos estar preparados para evitar que nuestros nervios se crispen, la tranquilidad se resienta y nuestro espíritu se apostrofe ante la embestida propagandística que nos espera.

Esta agresión auditiva vendrá desde bocinas gigantescas y de múltiples salidas, capaces hasta de espantar el vuelo de las palomas. Tendremos largas procesiones de las ruidosas discolightsy altoparlantes de altos decibeles montados sobre todo tipo plataformas móviles que nos someterán a un estado cercano a la ‘tortura’.

Los políticos que promovemos nuestras ideas y visiones sobre el supuesto de que defendemos el bienestar del pueblo, incluyendo su salud física y mental, debemos comenzar a demostrarlo

Eso en el terreno de la audición, mientras que en el área visual habrá poco espacio donde la vista pueda descansar, sin que tropiece con una valla gigante interrumpiendo la belleza del paisaje o un gran afiche multicolor concebido como una especie de ‘grito visual’ que se haga sentir desde la distancia.

Esto será más grave en la medida en que se carezca de propuesta de gobierno y de proyecto de nación, es decir, mientras más falta de contenido tenga la campaña, más tendrá predominancia del ruido y la trivialidad política. Bien lo dice el refrán que mientras más vacía está la carreta, más bulla hace.

De lo que se trata es de que tratemos avanzar hacia una campaña propositiva, donde el protagonismo descanse en planteamientos de soluciones, en respuestas inteligentes, bien sustentadas y planificadas, y no en el embotamiento de los sentidos provocado por la saturación de propaganda electoral, que muchas veces por esto mismo logra el efecto contrario, pues cansa y abruma.

Los ciudadanos dominicanos y dominicanas, nos merecemos una campaña más limpia que no repercuta en nuestra salud física y mental, pues es bien sabido los daños que ocasionan a la población, sobre todo a los más débiles, como los enfermos, los ancianos losenvejecientes y los tiernos tímpanos de los recién nacidos, la contaminación auditiva que nos cañonea por todos los medios imaginables.

En este contexto, se impone la necesidad de que los políticos nos civilicemos más, que nos parezcamos más a las sociedades que prescinden del ruido visual y auditivo en su modo de hacer política, que no reproduzcamos el subdesarrollo hasta en las formas de practicar el activismo político, estamos seguros que la población nos agradecerá el respeto que le profesemos al dirigirnos a ella con más altura y racionalidad, y también seremos objetos de elogios si avanzamos en esa dirección.

El proselitismo y la publicidad electoral no pueden convertirse en trastornadores de nuestra conducta y tranquilidad al crispar nuestro sistema nervioso y tensionarnos por los ruidos infernales que emanan de bocinas altisonantes. Hagamos una propaganda que estimule la reflexión, la decisión sopesada, el juicio crítico y bien pensado y no un acto impulsivo influido por el que más bulla hace.

Los políticos que promovemos nuestras ideas y visiones sobre el supuesto de que defendemos el bienestar del pueblo, incluyendo su salud física y mental, debemos comenzar a demostrarlo por aquí, no produciendo ruidos más allá de lo que el oído humano puede soportar.

El derecho a la tranquilidad y al sosiego que tienen los ciudadanos, es algo que los partidos políticos tienen que aprender a respetar, ya que para esto no aplica el sistema 911 que admite denuncia por exceso de ruidos.