Volvemos otra vez al afán incontrolable de abrir camino a la reelección presidencial. El fantasma reaparece y el eterno debate no se detiene. Como en ocasiones anteriores, políticos y funcionarios del gobierno necesitan de un vehículo que les permita seguir cobrando los jugosos cheques y dietas que ofrece el gobierno. Simplemente de eso se trata la modificación de la constitución, un pedazo de papel que se utiliza como “regla” de vez en cuando para justificar las ambiciones desmesuradas de un pequeño grupo selecto que aspira perpetuarse en el gobierno.

El argumento reeleccionista es débil. Funcionarios argumentan que prohibir la reelección significa quitarle el derecho a la ciudadanía de elegir un representante con alto nivel de aprobación ante la población. ¿Entonces por qué no reelegirlo? Una respuesta es que la constitución es universal, por lo que no debe modificarse basado en la tasa de aprobación del presidente. En países con más madurez institucional, como es el caso de Colombia, vimos como el ex presidente Álvaro Uribe rehusó modificar la constitución para asegurar su reelección a un tercer período, esto a pesar de tener una tasa de aprobación cerca del 75%. Otra respuesta es que la tasa de aprobación es muy relativa a los de presidentes pasados. O sea, la alta tasa de aprobación no se debe a que el actual presidente resuelve los principales problemas del país, sino porque los pasados presidentes ni siquiera trataron de resolverlos. Pero la respuesta más certera es que lamentablemente, los políticos dominicanos tienden a crecer más corruptos mientras pasan más tiempo en el cargo. Ya sea por ego, por debilidad humana o por la tendencia del dominicano a sucumbir tentaciones, ya hemos visto las consecuencias de querer modificar la constitución para aprovechar una coyuntura política.

No hay que ser un genio para darse cuenta que la reelección solo ha servido para enriquecer a una pequeña elite y para limitar el flujo de nuevas ideas y nuevo talento al gobierno. Tomemos el caso del propio  Danilo Medina, donde la idea de “visitas sorpresas” nunca hubiera sido una estrategia de gobierno sin él haber llegado al poder, que a la vez fue consecuencia de Leonel Fernández estar inhabilitado por la constitución. También podemos argumentar que la actual constitución ha ayudado al presidente a concentrarse más en hacer un gobierno efectivo en lugar de distraerse con el clientelismo y el derroche de recursos característico de un gobierno en campaña constante para mantenerse en el poder.

Estoy de acuerdo que se modifique la constitución, pero solo en casos que esta limite o reduzca poderes a la elite que ha gobernado el país durante los últimos 20 años. No debemos limitarnos a discutir solo la reelección presidencial, sino también la reelección de diputados y senadores. ¿Cuál es la lógica de prohibir la reelección presidencial pero mantener la reelección perpetua de congresistas? Todo funcionario electo debería someterse a las mismas reglas. Al limitar la reelección en el Congreso, nos aseguramos de que nadie sea congresista de por vida, lo que lleva a que más personas entren a la política por razones nobles en lugar de un simple deseo de eternizarse en el poder o acumular riquezas.

Modificar la constitución por conveniencia política es un grave error y deja claro que como país todavía no comprendemos el punto de tener una Carta Magna, que debería estar por encima de cualquier coyuntura política, independientemente del nivel de aprobación del presidente.