Mujeres esclavas del fogón, con derecho a morir como resultado de un embarazo peligroso, obligadas a cargar en su barriga el hijo del violador, llevando al hombro  a veces desde niña el ángel  malformado que hubieran podido evitar, esas son las mujeres del siglo XXI  “dominican style”.  Una mujer que sueña vestir de franquicias internacionales, con un pie en la modernidad y, sin embargo,  desprotegida por un código penal  que data del siglo XIX.  Somos modernas y globales cuando se trata del gasto y de enriquecer grupos y cadenas, sin embargo, si se trata del derecho a la salud y de los derechos sexuales y reproductivos ya no lo somos tanto.

Esta  tipo de dicotomía  que no solo concierne los derechos de las mujeres es alimentada por  distintos sectores, entre ellos unos  cuantos políticos conservadores y manipuladores, que junto a una iglesia isleña desfasada del rumbo que ésta toma a nivel mundial, rigen nuestros destinos para beneficio de sus  propios intereses que van de par con algunos mandamientos bastante particulares: la mujer de adorno, los corruptos paseando en la calle o en el gobierno, la justicia en el limbo. Esta corriente conservadora, a veces truculenta, que se manifiesta en la actualidad en muchos otros lares trata, en lo que nos concierne, de clamar por un seudo patriotismo y por el  derecho a la vida de los que no han nacido mientras se niegan derechos a las mujeres. También apoya los ajusticiamientos extrajudiciales en vez de la justicia y el uso de la fuerza estúpida frente a manifestantes pacíficos.

La muerte anunciada del nuevo código penal es un acto más de la gran tragicomedia que vivimos a diario. La pregunta es saber si la promulgación de este código a sabiendas de las violaciones de procedimiento que se estaban cometiendo, no ha sido otra idea maquiavélica de nuestras autoridades. En una sociedad donde nadie cree a nadie, donde el transfuguismo demuestra la muerte de las ideologías y el reino del interés personal, donde el engaño es la norma, uno puede ver el escenario de esta manera: “me deshago del bulto” (el código),  quedo  como el bueno de la película (el presidente)  y le toca a otro el papel del patito feo (el Tribunal Constitucional).

Si no fue así la controversial pieza legislativa debería rápidamente ser aprobada por las dos cámaras  y saldríamos del paso con un código más moderno . Sin embargo  no nos podemos olvidar  que a pesar de generar tantos rechazos  el nuevo código penal , queda todavía muy atrás de las esperanzas de los sectores más progresistas  y de los que trabajan al lado de las mujeres desfavorecidas.

Lo preocupante a esta altura del juego es la mezcla indigesta de mentiras, de  incoherencias, de conservadurismo poco educativo que nuestras élites, los que marcan las pautas de la convivencia en social nos obligan a tragar de manera repetida. Las propósitos machistas del cardenal hacia las mujeres, insultantes y denigrantes hacia la comunidad LGBT en su conjunto y el agravio personal al embajador Brewster enunciadas por un máximo líder espiritual son bastante sorprendentes.

Parece también un tanto surrealista que proclamemos en todos los foros ser defensores de derechos cuando estos parecen más bien mermar en los últimos meses. Como en muchas ocasiones parecemos tener un discurso hacia el mundo global y otro para consumo interno.

Mientras tanto, en estos días, muchas caravanas, ron, doble , fiestas y promesas de canastas  harán olvidar, por el tiempo que se pueda, los problemas reales  de la gente que son los problemas agobiantes de todos los días.