Hace aproximadamente dos años, hicimos un viaje a Francia, Portugal, España y Alemania, pero a diferencia del tradicional viaje a Europa, la intención no era visitar las grandes y majestuosas ciudades de estos países, sino la de visitar y conocer sus campos, su agricultura y su ganadería. En aquella ocasión nos hicimos acompañar de expertos en el área animal, en el área agrícola, así como de funcionarios relacionados con estas áreas. Ya antes habíamos visitado los campos de otros países e incluso habíamos ido a Israel a ver cómo funcionaban los Kibutz.
Resultó impresionante ver que cada centímetro de terreno tiene un destino muy específico, notándose áreas destinadas a la agricultura por ejemplo, pero dentro de esas mismas áreas se observan áreas boscosas con un plan forestal de explotación, pues en cada terreno debe dejarse un porcentaje para bosques y a éste se le asigna un plan forestal de explotación; igualmente ocurre en las zonas ganaderas, pero no hay espacios para terrenos baldíos, incluso en cada país es diferente, pero hay leyes que sancionan esa práctica.
Nos impresionó mucho que si bien observamos algunos empleados en las fincas, la mayoría de éstas son atendidas por los propietarios y sus familiares. El campesino en estos países resulta ser un empresario agrícola y raras veces vemos propietarios viviendo en las ciudades, incluso hay países de Europa en los que para heredar terrenos con vocación agrícola o ganadera, hay que demostrar que serán dedicados a esa práctica y sus nuevos propietarios estarán a cargo, ya sea porque lo hicieron con sus padres o por que estudiaron algo relacionado a esas prácticas.
Otro aspecto que nos impresionó es su capacidad productiva a pesar de sus desventajas climatológicas, pues por ejemplo, un ganadero debe sembrar y cosechar en los cuatro o cinco meses de clima apropiado (verano y parte de primavera y otoño), dependiendo la región, todo el pasto que se comerán sus reses en el año completo; igualmente el agricultor solo tiene ese mismo periodo, para lograr una rentabilidad adecuada.
¡Cuánto pensé en mi país! Aquí ocurre lo contrario. Para comenzar, el mayor terrateniente es el propio Estado dominicano y la mayor parte de estos terrenos de vocación agrícola y ganadero que hemos heredado de Trujillo, no están produciendo alimentos, no están generando empleos, ni están contribuyendo al desarrollo, ni al crecimiento económico. Otros terrenos privados están en manos de nuevas generaciones de familias que fueron campesinas y que hoy en día estas nuevas generaciones no están usufructuando esas fincas; en tal sentido en nuestro país hay una capacidad productiva extraordinaria, una capacidad de generar empleos, exportaciones, divisas y alimentos, que no estamos explotando.
¿Pero cómo hacerlo, si el Estado fracasó en su intento de mantenerlos siendo productivos, si los empresarios los quieren a precios de vacas muertas y no siempre para ponerlos a producir, y si además la mayoría de los asentamientos campesinos han fracasado o porque no la siembran o porque a quienes se les asignan las tierras, las venden a terceros?
En este caso la respuesta podría ser convertir el Consejo Estatal de la Inexistente Azúcar (CEA), en el Consejo Estatal de la Producción Agropecuaria (CEPA) y éste, manteniendo toda la posesión de las tierras del Estado, promueva alianzas con cooperativas, empresarios y simples campesinos en los que se les traspase el usufructo, condicionándolo a mantenerlas produciendo; promover alianzas entre el Estado, empresarios y trabajadores, que se invierta en la producción y que las tres partes puedan ganar en proporción a su trabajo y/o su inversión.
Otra posible opción sería que el estado se asocie a pequeños productores, proporcionándoles el usufructo de pequeñas parcelas, les ayude con la financiación de las siembras y que el productor este consiente de que podrá producir y usufructuar el terreno, mientras lo cupe y lo trabaje, igualmente sus hijos podrán continuar haciéndolo; pero que si por el contrario dejase de producir sin causa justificada, serian desalojados sin contemplaciones, y los terrenos reasignados.
Lo que entendemos inadecuado es seguir dándonos el lujo de altas tasas de desempleo, balanza de pago negativa, mala distribución de la riqueza y un Estado que es el mayor terrateniente, sin que en esos terrenos se esté produciendo nada en absoluto. Por lo que, queremos promover una discusión nacional de temas que como éste y otros que trataremos en esta columna, pueden llegar a convertirse en iniciativas legislativas o del propio poder ejecutivo y que de seguro contribuirían al desarrollo del país y a la mejor distribución de la riqueza.