No había escuchado sobre este fenómeno hasta la semana pasada en una presentación realizada en la universidad donde estudia mi hijo. O por lo menos no lo recordaba. Resulta que es bastante común y frecuente entre todos nosotros. Alrededor de un 70% de las personas lo experimenta en algún momento.  Esa misma noche un amigo de mi hijo me dijo que a él le pasó cuando entró a esta excelente universidad en Estados Unidos con estudiantes de alto nivel. Sintió que entró por error, que no pertenecía o que era casualidad, experimentando el síndrome de impostor. Es entendible, pero no es así. Entró por sus méritos y esfuerzos y lo ha demostrado.

Al encontrar información sobre las formas como se manifiesta este síndrome en las personas de todas las edades, pensé en lo importante que es hacer sentir a los niños y jóvenes seguros y capaces de logros y de que puedan celebrar los resultados de su esfuerzo sin compararse con otros. Siempre habrá algunos mejores en ciertas áreas y otros peores, tendrán más o menos conocimientos y habilidades. De cada persona podemos aprender algo y cada uno de nosotros puede hacer aportes si se prepara y se esfuerza. 

Este síndrome consiste en sentirse un fraude y pensar que no pertenece o no merece lo que ha logrado, teniendo dificultad para creer en si mismo o reconocer su capacidad y su éxito frente a los demás. Para vencer esta sensación es necesario hacerse consciente de los pensamientos. Me doy cuenta que mis experiencias, conocimientos y habilidades son distintas a las de los demás y tan valiosas como las de cualquier otra persona. Compartir estos pensamientos con otros también es de ayuda.

“A veces me pregunto ¿de verdad lo hago bien?” dice una joven recién graduada que está trabajando por primera vez como profesora del Nivel Primario en un centro educativo. Esto no quiere decir que lo hace mal. Por el contrario, está haciendo un gran trabajo, pero se hace esta pregunta al enfrentar un reto nuevo con otras personas capaces. Puede decidir sentirse como una impostora o compartir sus preocupaciones y aprender de los expertos y de aquellos con más experiencia.

Es importante aprender a identificar y abordar esta sensación de manera adecuada para impedir que nos paralice o que tenga consecuencias negativas en nuestro desempeño. Esto se puede lograr desde pequeños si en vez de estar pendientes de otros o comparándonos con los demás, nos enfocamos en ser mejores y desarrollamos la confianza de manera sana sin atropellar ni ponernos por debajo. Recuerdo un día cuando estaba con una amiga muy bonita, admirada y famosa y mi papá me dijo “ni ella es mejor, ni tu eres mejor”.

La mayoría de nosotros ha sentido en distintos momentos que no merece el éxito o lo ganado porque los demás son mejores o que no pertenecemos a un grupo por considerar a sus miembros más capaces. Este sentimiento es independiente de nuestra preparación, talento, capacidad y esfuerzo y está influenciado por la imagen que tenemos sobre los que nos rodean, la cual es muchas veces superficial. No conocemos la realidad de cada persona o grupo.

Dicen que cada persona está librando su propia batalla y por lo tanto hasta la que parece más segura, poderosa y famosa también puede sentir en algún momento que es un impostor con la sensación de no merecer, de no ser responsable de sus logros o hasta incluso pensar que la suerte o la casualidad son las causas de sus éxitos y reconocimientos.

Las dudas que puede sentir una persona sobre si misma pueden llevarla a aislarse, a evitar o dejar de hacer cosas, a tener miedo al fracaso, a no darse la oportunidad de intentar, de aportar y de demostrarse a si misma lo que puede lograr. Es recomendable no dejar que esta inseguridad impida seguir, sino utilizarla a su favor.

Yo me he planteado muchas veces en distintas circunstancias “si otro lo puede hacer, ¿por qué yo no?” y esto me motiva a intentar hacer aquello que puedo y que me gusta. Nuestros niños y jóvenes se benefician de confiar en si mismos y en sus capacidades, teniendo altas expectativas de manera realista  y apropiada. Podrán enfrentar y superar el síndrome de impostor y disfrutar el éxito y los logros de manera sana sin sentir culpa o dudas por ellos.