Con un Congreso Nacional como el que actualmente padece el país, los dominicanos no tienen que temer a enemigos externos porque el peor daño lo está haciendo precisamente la mayoría de los legisladores que se han convertido en un matasellos de las acciones del Poder Ejecutivo. Nada más, pero nada menos.
Su principal trabajo es aprobar préstamos para financiamiento de proyectos no importa que sean verdaderas locuras técnicas, ambientales y financieras. Son tan bárbaros en solo 30 días han aprobado endeudamientos por más de 3,000 millones de dólares y no han hecho ni siquiera un allante de convocatoria a vista pública para que los ciudadanos (que quieran perder su tiempo) tengan aunque sea un espacio para preguntarles hasta dónde piensan llegar con esa alocada carrera.
La mayoría mecánica integrada por legisladores del PLD en el Senado y en la Cámara de Diputados por miembros de los tres partidos (Reformistas, peledeístas y perremiguelistas) cada vez que tienen oportunidad dejan ver sus vísceras aprobando préstamos y proyectos sin pensar por un momento en el atolladero que están metiendo a la República Dominicana.
Esta misma semana acaban de aprobar un contrato al consorcio Odebrecht-Tecnimont-Estrella que le permite negociar un financiamiento por 2,040 millones de dólares para construir dos plantas a carbón en Punta Catalina, Baní, cuando la misma Ley de Presupuesto para 2014 fijó en 1,500 millones de dólares el tope para buscar fondos para esas plantas de energía sucia.
Ni siquiera lo que ellos aprueban a final de año lo leen a mediados del siguiente y por eso el poder del Estado (Legislativo) que tiene la atribución constitucional de fiscalizar la correcta ejecución administrativa, es el primero que se presta descaradamente a violarla como si ellos fueran los dueños (en los hechos lo son) del erario.
Lo que no les importa a los legisladores que levantan la mano como si acabaran de ganar una jugada de Bingo es que ese consorcio –si en realidad construye las plantas algún día- tiene que recurrir a la banca especulativa para obtener los fondos porque ese tipo de energía sucia no la financian el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, los organismos financieros relacionados con la Unión Europea y mucho menos con el gobierno de Estados Unidos.
Con esa carta firmada en blanco, el país se compromete a pagar altos intereses para instalar unas plantas a carbón que finalmente provocarán un daño incalculable a la salud, la producción agropecuaria, la flora y fauna marina, pero sobre todo a la calidad del aire en un valle seco como el de Baní.
Pero el tema es que a comienzos de este año 2014 el gobierno advirtió que el endeudamiento público ya se sitúa por encima del 48% en relación con el Producto Interno Bruto (PIB), aunque el Fondo Monetario Internacional (FMI), al evaluar la economía dominicana en el mes de marzo pasado, ha dicho que la principal amenaza a la estabilidad macroeconómica (palabras más, palabras menos) es el monto de la deuda que ya está cercana a una relación de 50% con el PIB.
Si a finales del año pasado la deuda representaba el 48% del PIB y con contrataciones y compromisos de nuevas deudas (como este de las plantas a carbón) que ya superan los 5,000 millones de dólares, no hay dudas de que a final de año la deuda superará por varios puntos el 50% con relación al PIB.
El mismo gobierno se alarmó por la magnitud de la deuda y dijo que no contemplaba coger más préstamos, pero al ritmo que va los hechos son mucho más elocuentes que sus palabras.
Pero como eso no les importa a la mayoría de los legisladores que están concentrados en “administrar” el barrilito que complacidamente le permite el gobierno en el presupuesto de cada año y en ganar elecciones con el voto de los hambrientos que constituyen su “presa de validación”, el país tendrá que prepararse para ver repetir la historia de finales del siglo diecinueve y comienzos del veinte, con su saldo de tragedias y gobiernos autoritarios.
El Congreso Nacional está forzando una ruptura que tarde o temprano van a lamentar y muy pocos de sus integrantes van a poder disfrutar el paraíso que han estado construyendo al amparo del Estado y burlándose de más de nueve millones de dominicanos que un día tendrán que despertar en medio del torbellino.
Estoy seguro que entonces me verán frente a frente y no será en un desayuno. Es mi compromiso conmigo mismo aunque tenga que ir con bastón o con sonda vesical.