Es un tema que puede crear situaciones de roce, fricción y ser causante de malentendidos entre las parejas, porque incluye sentimientos profundos, sensaciones de insatisfacción y de frustración, así como de minusvalía del uno frente al otro.

Las mujeres avanzan en el mercado laboral y han demostrado que su desempeño no tiene diferencia con el de los hombres, por eso cada vez es más común que ellas se conviertan en el ingreso fuerte del hogar, lo que en muchos casos puede afectar el ego masculino.

Si bien es cierto, cada vez más las mujeres asumen puestos laborales importantes y, aunque se tiende a mantener una brecha salarial entre hombres y mujeres, hoy más que antes es perfectamente natural que una mujer gane un salario elevado, lo que hace que sea más difícil de aceptar para algunos hombres, que su cónyuge gane más salario que ellos.

Por muchos años los hombres hemos usado, entre otras cosas, la sexualidad y el rol de proveedores financieros como formas de probar la masculinidad. Sin embargo, con el pasar de los años las mujeres han ido ganando terreno en el ámbito laboral, lo que hace que no necesariamente el hombre sea la única fuente de sostén económico familiar.

Ahora bien, la frustración en algunos hombres podría aumentar cuando además de no ser la única fuente de sustento familiar su esposa gana más que ellos, esto podría lastimar la masculinidad de aquellos caballeros a los que les ha sido enseñado que “ser buen papá” es ser el proveedor económico del hogar.

Aunque estudios realizados sobre este tema dicen que existe un gran porcentaje de hombres que cuando se dan esos casos, estos se despreocupan de las responsabilidades de la casa y les dejan la carga del hogar a ellas y además que son más infieles.

De lo que estamos seguro, es que cuando ellas ganan más, invierten en lo privado, en el bienestar del hogar; nosotros queremos comprar estatus, un super carro, el mejor computador, para ellas, ganar más es ganar libertad e independencia, para muchos de nosotros es perder su derecho legítimo de controlar, poseer y dominar.

Si el hombre es muy competitivo puede tener algunos problemas, pero si tiene un claro sentido de igualdad, y una buena base familiar en el que no se ha hecho distinción entre hombres y mujeres, no tendrá mayor dificultad ante este tipo de escenario.

 

Si usted es de los que gana menos dinero que su pareja, no se sienta menos ni avergonzado, al contrario, juntos pueden elegir una manera de integrar la economía al amor, creando una administración solidaria en donde cada uno pague según el porcentaje de ingresos y festejen que lo importante no es quién gane el dinero, sino cómo se usa para fortalecer la unión familiar.

 

Es responsabilidad de cada pareja encontrar una manera sana y justa para manejar las finanzas en el matrimonio. Ciertamente no hay una sola manera. La clave está en buscar una en la que los dos se sientan confortables para así reducir a un mínimo los conflictos en el matrimonio.