«Voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria». José Mármol

Esquicio del vuelo

 

Crear encerrado, todo el mundo cabe en tu cuarto. Otros la pasaron peor, Cervantes, Oscar Wilde, en una celda.

Pienso que se crea por pasión, por un ímpetu vital o por encargo, confinado o entre la multitud de un estadio. Creo, luego, quizás existo.

La pandemia NO detiene la creación, a la creación no la para nadie.

Para el teatro sí se complica la cuestión. El encuentro vivo, las presencias palpables de espectadores y actores se muestran, en la pandemia, insustituibles. Por más técnicas y efectos aplicados al video, esa esencia del contacto de verdad se manifiesta inalcanzable, porque es esencia esencial, ¡esencia tan esencial!, como suena.

En estos últimos dos meses y pico (el tiempo, como las aves, tiene pico). En estos dos meses con su pico, nos baña el volcán Creatividad, lava íntima en las pantallas: actores, escritores, dibujantes y coreógrafos botados, es decir, dados a la imaginación, con sus musas a cuestas como terapia o auxilio de la soledad; otros escribimos cartelitos (es mi caso), imaginando figuras difuntas o vivas enfrentadas a la situación sanitaria vigente.

Un tenor y militar dominicano, Pedro Pablo Reyes, canta por las calles de Santo Domingo los versos de René de Risco Bermúdez: “Ven, que contigo quiero comenzar un sueño que no acabará…”.

Un actor, Wilson Ureña, representa un monólogo desde su casa, y cobra por acceder a su función. Varios actores interpretan a Segismundo, encerrado en diversos escenarios hogareños, y se pasan, mediante efectos especiales, una pasta de jabón de cuaba con la que se enlazan. Once destacadas actrices, desde sus hogares utilizan la plataforma ZOOM para expresarse dramáticamente, construyen acciones múltiples, tratan temas como la falta de agua y el humo de los vertederos de basura, asuntos fatales en tono de comedia. Ellas son «Las vecinas de los kilómetros». Porque la risa no se detiene; los dominicanos le encontramos el lado cómico a lo trágico.

Marianela Boán crea, desde su apartamento, cuadros danzados, emotivos, una sensible exploración de atmósferas, espacios caseros y la ciudad de Santo Domingo.

Actrices cuentan fábulas infantiles; el Teatro Anacaona expone su vivienda, espacio familiar, antropológico, donde asistimos a sus oficios cotidianos y al encuentro con el niño de la casa para contarle un cuento, con animaciones dibujadas y todo. Lo mismo el Teatro Guloya, con sus cápsulas de teatro familiar en casa: juegos de creación colectiva de historias y desafíos lúdicos al espectador. 

En fin, los ejemplos de creatividad en cuarentena… muy variados en los tonos de buscarle la vuelta a los desafíos de la pandemia. 

El profesor Donis Taveras apuesta a que el actor del microteatro grabado mire siempre directamente al ojo de la cámara, sería acercarse un poco a la esencia del teatro, presencias del público y el actor en un mismo tiempo y espacio.

Veo de todo. Pero, nada sustituye al teatro. La cámara sigue como intermediaria, la cámara como intermediaria sobreactúa, la cámara sobreactuando produce estas creaciones en confinamiento.

Una tarea hermosa, se ha creado un nuevo género dramático: teatro en confinamiento; pero todos, en el fondo o en el proscenio, queremos volver a lo esencial, al encuentro, a la conexión viva de actores y público, a un presentido espacio que irá adaptándose a las circunstancias dadas… (y nada que ver con Konstantín Stanislavski).

(*) Participación del autor en el panel «Crear en confinamiento: libertad para volar», del Festival de Festivales organizado por la Red Euro-Latinoamericana de Artes Escénicas (REDELAE).