El trauma que vivimos como resultado de las frustradas elecciones municipales, ha despertado la desconfianza en muchos sectores de la sociedad, lo que se refleja, no solo, como ahora, en la JCE, sino en diversas instituciones del Estado y en parte del liderazgo nacional.

Es innegable el valor de la confianza en las democracias modernas. Entre otros factores, los avances tecnológicos hacen que la ciudadanía sea más exigente con la transparencia, la rendición de cuentas y la eficiencia en las ejecutorias gubernamentales.

Vivimos en un mundo convulso en el que tanto la confianza como la desconfianza son necesarias para la preservación sana del aparato institucional, que tantos avances ha experimentado. De todos los sistemas políticos diseñados por la humanidad, en la democracia la confianza es un valor más importante que en todos los demás. Otras formas de gobierno pueden sobrevivir utilizando el miedo, la persecución, la corrupción y la manipulación. La democracia se caería a pedazos sin la confianza ciudadana. Mantenerla es un trabajo arduo y colectivo.

El trabajo es, pues, restaurar la confianza de la gente en la JCE y en las demás instituciones. Para comenzar, la gente necesita que le cuenten bien sus votos y que sus votos cuenten. Debe creer que las instituciones, sus líderes políticos y empresariales trabajan para el bienestar y el desarrollo de la nación. La gente tiene que ver y sentir que el primer mandatario de la nación es competente para tomar las mejores decisiones y para manejarse en situaciones sociales, económicas e institucionales tensas a las que constantemente se enfrenta.

La gente debe creer que la clase gobernante regulará y la protegerá de las tendencias destructivas de nuestra sociedad y que los impuestos que se pagan serán bien invertidos. La gente debe creer que nuestros jueces son independientes e imparten justicia utilizando los principios marcados por la legislación y que del Congreso Nacional emanan las mejores leyes para todos.

Pero, la desconfianza sana y vigilante también es necesaria. Mientras la confianza preserva lo que está bien, la desconfianza fomenta los cambios que deben suceder más temprano que tarde. Las movilizaciones sociales son manifestaciones de desconfianza. De ahí su gran contribución, para gobernantes presentes y futuros.