Este artículo es mi confesionario, es la tortuosa historia de mi formación académica e intelectual. Esta no se la debo a la universidad ni al penoso sistema educativo formal dominicano, sino que me la debo a mi por intentar pensar y tratar de encontrar mi propia voz en este mundo. Puede que suene arrogante esto último que dije, pero solo examinen las consecuencias de esta historia de vida.
Hace unos años atrás, cuando entre a la universidad, decidí por estudiar economía en la PUCMM. Cuando iba por un 60-70 % de la carrera me daba cuenta que por más que me matara estudiando tratar de obtener buenas calificaciones era algo tortuoso por la metodología utilizada, además de, la tremenda idea de que los profesores que dan clases creen que las competencias que desarrolla el estudiante no se desarrollan gradualmente. Por lo tanto, premia la repetición, memorización y operatividad sin razón alguna en la forma de enseñanza en la ciencia económica (con algunas excepciones de profesores que salían del cajón, como por ejemplo quien fue mi profesor de Macroeconomía II Raúl Ovalles y otros como Osmel Brito), todo esto independiente de las competencias y el intelecto que estos profesores poseen.
Mi interés por la filosofía ーespecíficamente, la filosofía de la ciencia y la epistemologíaー,comenzó en el momento en el que entré en carrera, ya que no me gustaba la manera en la que se me presentaba lo que era “la ciencia económica” de hoy en día: la fe excesiva en los modelos, el irrealismo de los supuestos epistemológicos y metodológicos usados en las teorías económicas, la visión totalmente mecánica y ajena a la realidad de lo que es el hombre, ese “homo economicus” de la microeconomía que sabe,supestamente, qué decisiones económicas debe de tomar porque tiene “pleno conocimiento” de todas las circunstancias de lugar y de tiempo para poder economizar recursos, como si de un ser omnisapiente se tratase. En definitiva la enseñanza estaba (y todavía sigue) delimitada por el debate entre la escuela neoclásica y el neokeynesianismo (y un tanto el post-keynesianismo) cuando yo estudiaba, un debate sobre supuestos metodológicos pero nunca llevaban el debate al terreno donde los problemas surgían: el terreno epistemológico.
Debido a que para mi 8vo semestre estaba incursionando mucho en la filosofía de la ciencia y en la epistemología (cosa que esta indagación se la debo al filósofo argentino Gabriel Zanotti, sin él no hubiese tenido la capacidad de cuestionar las cuestiones metodológicas que estaban implícitas en las enseñanzas que me daban. Esto me llevó a perderle el interés a la carrera porque detrás del formalismo riguroso, de las ecuaciones diferenciales, detrás de la distinción estéril entre economía positiva (la economía describiendo “lo que es”) y normativa (la economía diciendo lo que “debe ser”), detrás de la poca preparación (con sus excepciones) en filosofía de la ciencia, epistemología que se le da al estudiante de economía habiendo autores como Karl Marx, Bruce Caldwell, el mismo Friedrich Hayek o Ludwig Von Mises, que sin yo ser ya partidario de la escuela austriaca de economía, estoy totalmente de acuerdo con una cuestión: no descuidaban la filosofía ni la epistemología porque como bien decía el mismo Mises en “La Acción Humana”: “La tarea primordial de todo investigador estriba en analizar exhaustivamente y definir las condiciones y supuestos bajo los cuales cobran validez sus afirmaciones.” Estos economistas duraron décadas preparando y estudiando el marco epistemológico en el cual el ejercicio de su ciencia económica, es decir su praxis científica, fuese válida y objetiva, independientemente de que estemos de acuerdo con ellos o no. Esto significa que para ellos la demarcación entre ciencia y filosofía o ciencia y metafísica no es una demarcación objetiva porque inclusive si piensan un poco, el método hipotético deductivo en las ciencias es en sí mismo una reflexión filosófica (ya que no puede ser sometido a pruebas experimentales, es decir, no es un enunciado empírico y/o observable) acerca del conocimiento válido y objetivo para la ciencia. Entonces sería una estupidez probar la validez de la ciencia a través de las reglas de la misma ciencia, reglas que son un paso previo para el ejercicio de la misma, esto solo puede hacerlo la filosofía.
Los economistas que imparten clases no quieren (o en muchos casos no pueden porque el sistema educativo no se los permite) que sus alumnos analicen exhaustivamente las condiciones y supuestos (lo cual implica, de alguna manera u otra, hacer filosofía). Esto deja entredicho que toda producción teórico-científica tiene detrás un marco filosófico en el cual se construye, es decir, una teoría filosófica como hablaba el filósofo de la ciencia judío-ruso Alexandre Koyré. Ninguna teoría científica se construye en el aire, cuando uno examina los supuestos de, por ejemplo en el caso de la ciencia económica moderna, como es el caso del homo economicus donde este posee racionalidad ilimitada, donde el principio de transitividad de la microeconomía se cumple (Transitividad en microeconomía significa: Si prefiero bien A de B y prefiero el bien B del bien C, entonces prefiero el bien A en relación al bien C). Estos principios metodológicos nos remiten a una concepción de lo que es el hombre según esa teoría económica (ya que es el hombre quien realiza las actividades económicas). Una descripción del hombre o de su esencia es algo que en filosofía se llama “antropología filosófica”. Para la ciencia económica, cuestionar esa “antropología filosófica” que está implícita en la construcción de la teoría económica neoclásica, es caer dentro de lo que sería cuestionar lo que “debe ser” (economía normativa), ya que estoy cuestionando una norma general que se cumple según la teoría, cuando realmente la economía trata sobre describir “cosas” y “estados”, es decir, la economización de recursos, cosas, etc. qué es lo que llamamos “economía positiva”.
La razón que ofrecen los economistas “ortodoxos” para no cuestionar los supuestos es la siguiente: Como la ciencia describe fenómenos, pues, la economía no debe de preocuparse de la validez de los supuestos o los marcos metodológicos que hay detrás de la teoría económica, sino que debe de preocuparse por la recolección de datos. Pero lo que ignoran es que los datos se interpretan es a la luz de esos supuestos de la teoría. Karl Popper (para el caso de las ciencias naturales), el mismo Ludwig Von Mises y Friedrich Hayek argumentan que no existe tal distinción entre teorías y hechos. Los hechos, que en el caso de la economía, que son hechos históricos, son relatos (y el uso de herramientas formales como sistemas de ecuaciones diferenciales estocásticas no altera su condición epistemológica de relato, debido a que la coherencia interna del lenguaje matemático no ofrece razones epistemológicas para pensar que las matemáticas describen el hecho “tal como es”), necesita de un marco teórico y un marco epistemológico para tratar de darles sentido. Por ejemplo: Si explicamos la inflación en Alemania (un hecho) no acudimos al hecho en sí únicamente, sino que lo interpretamos a la luz de la teoría económica y teoría monetaria que nos provee de los conceptos necesarios para dar una explicación del fenómeno, dada unas condiciones iniciales o hipótesis empíricas (que pueden ser el contexto jurídico-político de la Alemania después de la Primera Guerra Mundial, la presión internacional, etc.) pero siempre se interpreta desde un marco teórico y desde un marco epistemológico (un marco que te dice cómo se produce el conocimiento bueno y válido). Entonces los problemas de la ciencia económica no es la evidencia empírica que producen los modelos, son los supuestos y la concepción de ciencia que condiciona la interpretación de dicha evidencia empírica. Pero esto no se les enseña a los estudiantes: tratar de cuestionar lo que conciben como ciencia económica.
Vivir en un sistema educativo que premia la repetición de teorías, supuestos, modelos formales como si fuese un mantra no es garantía de ser un buen profesional, ni mucho menos de ser una persona con espíritu crítico ya que en su afán de premiar tales o cuales contenidos termina destruyendo la capacidad del ser humano de cuestionar y reflexionar, de deducir implicaciones. Y yo viví eso cuando estudiaba la carrera, asunto tal que terminé deprimido y cuestionando hasta mis propias capacidades, que me llevaron a cambiarme de carrera, lo cual fue lo mejor que pude hacer, pero estoy seguro que no he sido la única persona que ha pasado por algo similar, porque en mi condición de ser alguien de clase media-alta, pude encontrar la forma de seguir aprendiendo y de expandir mi forma de pensar a través de la filosofía y dialogar con otras disciplinas de las ciencias sociales, el pobre que tiene que preocuparse por comer, por buscarle la vuelta, que estudia en un liceo este tipo de problemas se mezclan con el conservadurismo extremo y las carencias institucionales que caracteriza nuestro pueblo dominicano podrá terminar en vez de ser un artista, terminará siendo el atracador del barrio o el muchacho que gasta su sueldo en alcohol y en prendas estrafalarias para llamar la atención y ser aceptado en una sociedad materialista, ellos no poseen este privilegio que yo tengo y tengo que estar consciente de ello, lo cual esto significa que hay un problema de índole estructural, institucional y hasta filosófico en la enseñanza formal. Pero tendré que dejarlo para otro artículo.