CONDUCE
“. . . detuvo un camión de carga que transitaba con varios productos diferentes a los especificados en el CONDUCE”.
Es un proceso natural en las lenguas que algunos vocablos deriven de otros. Las derivaciones pueden ser de diversos tipos. Unos son ortodoxos y otros menos conformes con la doctrina o prácticas aceptadas de forma general. En algunos casos las formaciones de los nuevos vocablos obedecen a necesidades especiales, a circunstancias que determinan su nacimiento y uso. Con respecto de “conduce” se piensa que se está frente a un caso como el vislumbrado más arriba.
En el origen del verbo conducir está el latín conducere, que era “conducir juntamente”. La idea que transmitía era la de llevar consigo. A través del tiempo el infinitivo del verbo fue definiendo mejor sus caracteres. Una de sus acepciones actuales es transportar algo de una parte a otra.
En República Dominicana durante largo tiempo se usó el conduce como documento para certificar la legitimidad de lo transportado.
Se recuerda que el vocablo conduce se usaba en los predios rurales con bastante frecuencia, pues para poder transportar animales en pie se precisaba del conduce del alcalde pedáneo del lugar de donde procedía el animal. Con esto se buscaba controlar el robo de ganado. En los puestos militares a la salida y entrada de las poblaciones los militares allí destacados pedían el conduce de lugar.
Conduce corresponde a la tercera persona del singular del presente del indicativo del verbo conducir, que en América se usa también para tratamiento de respeto, usted.
El vocablo conduce con la significación de documento en que se registra la mercancía que se estrega o transporta se conoce solamente en las Antillas hispanohablantes. El vocablo no ha revestido o conservado idénticas acepciones en estas islas, pues en Cuba se usa en el lenguaje administrativo y es, “Notificación que debe firmar la persona que recibe un documento para que el portador acredite la entrega”. En Puerto Rico es la nota de entrega de una mercancía que firma quien la recibe; en esta se hace constar la mercancía que se entrega. En República Dominicana durante largo tiempo se usó el conduce como documento para certificar la legitimidad de lo transportado.
Por medio de la lectura de las acepciones anteriores para el conduce antillano puede comprobarse que tienen el mismo propósito, servir de documento comprobante de la entrega o transporte de mercancía.
BRUJULEAR
“Le encanta a la gente ´BRUJULEAR´en la calle”.
La razón principal para introducir en estas reflexiones el estudio del verbo brujulear es porque se expondrán las características que subyacen en este para determinar que en el habla de los dominicanos este posee un sentido particular.
Desde el principio de este estudio se impone traer la definición que más se acerca a la acepción que se propondrá más adelantes para este verbo. Entre otras el Diccionario de la Lengua Española consigna, “Andar sin rumbo fijo”.
El verbo brujulear que conoce quien escribe estas consideraciones es caminar para perder el tiempo, o, perder el tiempo caminando. No se busca lo que no se ha perdido.
Este enderezar esquinas en el habla de los dominicanos es caminar de arriba abajo algunas calles principales.
Este verbo posee una locución que se le asemeja, es muy dominicana porque no es de uso en otras hablas; además, ha pasado inadvertida para muchos estudiosos del español dominicano, es, “enderezar esquinas”. Este enderezar esquinas en el habla de los dominicanos es caminar de arriba abajo algunas calles principales. Este verbo se conjugaba con varios propósitos. Uno era mostrarse en público, hacerse notar, estar en el medio, exhibirse. Era o es una actividad que no reportaba o reporta beneficio pecuniario alguno.
El verbo brujulear, por su parte, tenía mucho de perder el tiempo caminando. Quizás algún día alguien con acierto logre incorporar en los lexicones de español dominicano tanto la locución mencionada como el verbo brujulear con una adecuada acepción.
TEJEMANÍ – TEJAMANIL
“…antes del comienzo del desmonte para la construcción de las casas de TEJAMANIL…”
En muchas ocasiones los intelectuales cuando escriben embellecen con palabras lo expuesto de tal modo que la representación termina no correspondiendo con la realidad. Algunos escritores de gabinete no han tenido la oportunidad de experimentar la vida rural, de conversar con los campesinos, no han tenido contacto directo con la realidad. Escriben acerca de una realidad no vivida, sino leída.
Algo de lo escrito más arriba parece que sucede en la oración reproducida más arriba. Con respecto de las palabras del título hay otras consideraciones que deben tomarse en cuenta. Una de ellas es, con las voces del Nuevo Mundo pasó como con los nombres de las plantas y frutos, al llegar a Europa los nombres se asemejaron a los ya conocidos en las lenguas de esos países. Más abajo se expondrán los argumentos para sustentar lo esbozado más arriba.
Es muy probable que voces de otros territorios hayan pasado a la isla La Española en su versión original o con las modificaciones que les introdujeron los españoles.
“El tejamanil es una tablilla de madera que se usa para techar casas, o cobertizos”, “derivado de tlaxamanilli”. Su forma correcta es tajamil”. Diccionario de aztequismos (1978:127). La voz aparece asentada ya por Feliz Ramos en su Diccionario de mejicanismos (1895:475), “Tira delgada de madera para techar”.
Es algo cierto y comprobado que muchos términos taínos pasaron con los españoles a otros territorios del Nuevo Mundo. Es muy probable que voces de otros territorios hayan pasado a la isla La Española en su versión original o con las modificaciones que les introdujeron los españoles. En el caso del tejamanil más parece una interpretación, pues sí era tablilla de madera para techar, pero no de barro.
Es muy probable que la forma de techar con tablitas haya pasado a La Española, pues quien escribe estos comentarios acerca de la lengua vio en República Dominicana hace quizás unos sesenta años los “techos de tablitas”. Recuerda haberlos visto en las cercanías del hotel Montaña, en la carretera que lleva de La Vega a Jarabacoa.
La historia del “tejemaní” o tejamaní dominicano es diferente. Es un método de construcción usado en el suroeste dominicano. Se recuerda haberlo visto en las paredes de algunas casas rústicas; era de ramas secas cruzadas o amarradas entre sí a las que se ponían un enlucido (pañete) de tierra del entorno, de preferencia de caliche, carbonato de calcio, una tierra amarilla con la que se preparaba una mezcla con agua que al secar formaba una capa dura e impermeable.
Emilio Tejera en su obra Indigenismos (1977:141) entiende que en Santo Domingo llaman a las armazones de “palos verticales y varas horizontales, que cubren con lodo o tierra podrida y batida”, tejamaní y palenque. Esto lo escribe cuando se ocupa de las voces bajareque o bahareque.
El Diccionario de cultura y folklore dominicano incluye excremento de vaca en esa mezcla del pañete. Este diccionario entiende que tejamaní es una edificación en las que, “Los techos son de cana o yagua, el suelo de tierra”. (2005:389). Hay quienes aseguran que esas construcciones no tienen ventanas, aunque sí tienen una o dos puertas.
Hay que precisar que se escribió antes tejemaní porque se ha oído así en el habla de los dominicanos. La explicación que el hablante ha encontrado para esta voz se basa en que el sistema de construcción es de madera, ramas secas, entrecruzadas, tejidas, usan madera flexible que pueden entrecruzar y hasta bejucos. El hablante dominicano no conoce de manil, pero sí ha visto el maní, de donde ha elaborado su propia voz para su modo de levantar estas construcciones, tejemaní.
Lo escrito más arriba es una opinión personal. Se ha documentado en la medida de lo posible.