Llegados a este punto, es normal que el lector note que somos unos convencidos de que los concursos son buenos; buenos para quien los convoca y buenos para quienes participamos en ellos.

¿Por qué son buenos para quienes los convocan? Si fuéramos a responder esta pregunta con un par de palabras éstas serían: más transparencia. Y si no fueran tan categóricas por lo menos podríamos decir que un proceso de concurso de proyectos – o de obra- se presta menos, si es serio, a posibilidades de “chanchullos”.

En esa doble vía de ventajas, para ambas partes, es decir para quien lo convoca y para quien participa en el concurso, tenemos algunas excelentes observaciones que hemos recopilado de varias fuentes, entre ellas la del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM). Veamos algunas de ellas, claro está, con las matizaciones del autor de esta columna, y que ya se han mencionado algo en las entregas pasadas de esta serie.

Un concurso puede ofrecer repercusión social para quienes participan en el mismo y para el proyecto en sí. Esto a efectos prácticos quiere decir que un concurso puede generar un impacto en la opinión pública y en la sociedad, solamente por el hecho de ser convocado. Esto ya le da un prestigio al proceso y a ese futuro proyecto. Se genera el debate en torno a ese proyecto y se le da una relevancia social más que interesante.

Mediante un concurso se puede iniciar un proceso de búsqueda de excelencia, según vemos en los escritos al respecto que nos facilita el COAM, a los potenciales actores involucrados. Junto con la excelencia se da la oportunidad para que afloren talentos que quizás de otra manera no se conocerían. Pone en contacto al promotor de la idea con equipos de trabajo que pueden ir de lo mejor a lo realmente excepcionales. Esto último, y como hemos señalado en semanas anteriores, permite que un arquitecto, ingeniero o proyectista, pueda, con un poco de buen viento, dirigir su carrera hacia niveles de reconocimiento que de otra forma no siempre es posible; ahí viene el punto interesante de la repercusión social.

¿Qué si somos partidarios de los concursos?

 Al 100% sí que lo somos, y aspiramos cada día a poder ganar aquel que nos permita desarrollar ese proyecto interesante. Pero no solo aspiramos en términos personales a ganar – que es un objetivo noble por demás- esa aspiración va también en la dirección de que ese proceso de selección de una opción de solución de proyecto, pase por los filtros de la transparencia y la pluralidad. Que un arquitecto medio de Manchester pueda competir con uno premium de Santo Domingo, permite que nuestro mundo sea esa aldea global donde todos tenemos oportunidades.

Para terminar, recomendamos este enlace: https://www.change.org/p/importancia-de-los-concursos-de-dise%C3%B1o-arquitect%C3%B3nico-en-la-rep%C3%BAblica-dominicana-sard