Se está dando inicio a la semana de la concientización vial con una intensa campaña de exhortación para una conducencia responsable, con estricto respeto a las normas de tránsito de tal modo que podamos reducir la cantidad de accidentes vehiculares y consiguientemente de las ocurrencias fatales que provocan, que cada año cuestan la vida de miles de personas. Una verdadera e irrefrenable sangría.
De saludar el empeño. Todo cuanto contribuya a crear conciencia pública sobre todo en este aspecto cada vez mas esencial y apremiante debe ser acogido y apoyado con calor al igual que la propuesta de llevar a la escuela la educación vial.
Sin embargo, debemos insistir nuevamente en que enfrentar el gravísimo problema de los accidentes de tránsito en nuestro país, donde figuramos en lugar de cabecera a nivel internacional en la trágica estadística de mayor cantidad de muertes en proporción a la cantidad de eventos vehiculares, exige un abordaje integral del problema.
Sin el menor deseo de desalentar ni restar méritos a la campaña, debemos recordar que son muchas las ocasiones anteriores en que se han llevado a cabo otras con similares fines, tanto por parte del sector público como de empresas privadas con muy escasos resultados.
Los mismos resultados de los operativos llevados a cabo en los mini-feriados de Semana Santa, Navidad y Año Nuevo por más que hayan reducido la cantidad de accidentes y víctimas, no han estado en correspondencia con el cuantioso y costoso despliegue de recursos logísticos y el trabajo aportado por decenas de miles de voluntarios.
Ahora mismo la acción de las autoridades no corre pareja en todos los casos para reportar infracciones de tránsito. Choferes del concho y motoristas sobre todo gozan de un alto porcentaje de impunidad, violando las normas continuamente a ojos vistas. Conductores amparados por sus respectivos sindicatos que parecen disfrutar de condiciones privilegiadas de impunidad, evaden fácilmente su responsabilidad cuando cometen faltas graves que provocan muertes por manejo irresponsable, a veces de carácter catastrófico. Los ejemplos sobran.
¿Cuántos son los choferes que transitan con sus licencias vencidas? ¿Cuántos los motoristas que carecen de ese documento fundamental? ¿Cuántos mas lo hacen con sus seguros vencidos, o simplemente sin seguro? ¿Cuántos motoconchistas violan la norma de no poder montar más de un pasajero? ¿Acaso no tenemos reveladora y abundante constancia gráfica aparecida en la prensa de motores cargando 4 y hasta 5 personas, incluyendo niños? ¿Cuáles son las sanciones que se aplican?
Lamentablemente mientras sigamos siendo un país sin consecuencias, o donde la ley se aplica de manera sesgada y parcial sin medir a todos por igual, con grupos, sectores y personas que gozan del irritante, desmoralizador y peligroso privilegio de violar las normas impunemente, y en tanto no haya sanciones lo suficientemente disuasorias los accidentes de tránsito seguirán proliferando y siendo la principal causa de muertes violentas en el país.
Bien quisiéramos estar equivocados.