La semana pasada iniciamos un proceso de análisis de la sociedad contemporánea partiendo del pensamiento del educador Brasileño Paulo Freire y los modos de conciencia con que el sujeto se posiciona ante un determinado hecho. En primer lugar hablamos de la conciencia ingenua, ahora conversaremos sobre la conciencia mágica.

Contrario a la conciencia ingenua, la mágica no se considera fanática, ni se cree superior a los hechos dominándolos desde afuera ni se juzga libre para entenderlos conforme mejor le agradan.

Simplemente los capta otorgándoles un poder superior al que teme porque la domina desde afuera y a la cual se somete con docilidad. Se caracteriza por un fatalismo que lleva a la persona a cruzarse de brazos, a la imposibilidad de hacer algo frente al poder de los hechos consumados bajo los cuales queda rendido el hombre.

En la conciencia mágica toda interpretación de algún fenómeno social es atribuido a una fuerza externa, sobretodo de naturaleza superior como Dios.

Para muchos sectores cristianos el hecho de que haya guerras es señal de que Cristo viene y se apegan al discurso fatalista de que esto no lo arregla nadie y solamente la venida de Cristo o usted entregándose a él.

El discurso de asociar la tragedia con la venida de Cristo también es asumido por quienes crean la tragedia y declaran guerras pues no siempre tienen la agudeza de observar que estos fenómenos tienen más de carácter ideológico/económico que de religioso.

Esa conciencia mágica fue aprovechada por el cristianismo de principios de siglos para verter un pensamiento manipulado en América Latina. Para Estados Unidos y Europa se predicó la teología de la prosperidad y para América Latina la teología de la pobreza.

Para esos países se dijo que Dios quería que las personas vivieran bien y por eso debían ser prósperos económicamente hablando. Para América Latina el discurso fue que el reino de Dios es para los pobres, porque más fácil pasaba un camello por el ojo de una aguja que un rico salvarse, por eso mientras más pobres somos más posibilidad tenemos de salvarnos. Los resultados ya lo sabemos.

Freire hace un ejercicio interesante que nos permite ver las consecuencias de la mágica. En un encuentro con campesinos les formuló la siguiente pregunta ¿Por qué ustedes son pobres? Ellos respondieron “porque Dios así lo quiere”. ¿Y quién es Dios para ustedes? Nuestro padre, respondieron. ¿Cuántos de ustedes tienen hijos?, preguntó Freire. Casi todos levantaron las manos. Señalando a uno de ellos le preguntó ¿Cuántos hijos tiene usted? Tres, respondió el señor. ¿Usted como padre quiere que un hijo suyo viva mejor que otro? “No, señor, quiero que todos vivan bien” respondió. Y si eso es ustedes que son hombres ¿Creen que Dios quiere que unos vivan bien y otros mal? “No señor” respondieron. Entonces formuló otra vez la pregunta inicial ¿Por qué ustedes son pobres? “Por el patrón” respondieron, pero Freire les señaló que eran pobres porque había un sistema diseñado para que la sociedad esté dividida en esa forma.

Contra esa manera de pensar se levantó un movimiento teológico en América Latina conocido como la Teología de la liberación, pero fue silenciado por el vaticano.

En nuestras sociedades viven muchas personas de conciencia mágica que atribuyen a Dios las razones de la maldad o de la pobreza en el mundo; sin la reflexión debida afirman que todo eso ocurre por una de dos razones: oh Dios lo quiso así, o es señal de que Cristo viene, y exoneran a la persona humana de su responsabilidad.