Como nos decía Luckmann, el individuo construye la sociedad, y la sociedad forma al individuo. En ese proceso dialéctico, el individuo se encuentra en el marco de una estructura social, que se expresa en su externalidad y que al mismo tiempo configura su fisonomía; caracterizada, en una sociedad como la nuestra, por pautas de desigualdad, de distribución asimétrica y de clara distinción entre los distintos actores que emergen y se dinamizan en ella.
Esto quiere decir que el individuo merced a sus necesidades, encuentra una realidad, que al mismo tiempo construye otras realidades producto de nuevas necesidades. La realidad se construye, pues, en la medida en que los actores convergen en ella, trascienden la mera realidad del presente, para colocarse en una perspectiva de futuro; en una capacidad dinámica; que son sus acciones, decisiones, que es su historia.
Por ello, cuando abordamos la problemática de las estructuras, estamos esbozando “el cuerpo, el conjunto de reglas-recursos que intervienen en el ordenamiento institucional de sistemas sociales. Hablar, pues, de ello, es colocarnos en la base misma de la génesis de la necesidad, que es transformación, mutación; cuyo tejido se acompasa en medio de una integración social, que está mediada, por las relaciones de poder, y las relaciones de fuerzas y de los actores estratégicos de una sociedad.
La nuestra es una sociedad profundamente maniquea, si la vemos por los ojos de los actores políticos, protagonistas en los últimos 16 años. En su visión maniquea, en su valoración dicotómica, no logran dibujar exactamente la sociedad en que vivimos y proyectan su imaginación hacia un imaginario que no encuentra eco en el cuerpo que desean transformar. Han credo una escama de acciones y de intereses que no permiten que otros actores ingresen a la “cadena de distribución” del conjunto de la sociedad.
Desde el paradigma creado sobre todo a partir del 2004, es difícil la integración, para desmadejar y romper aceleradamente las dimensiones de la desigualdad social, de la pobreza, de la exclusión. La legitimidad del poder por su ejercicio, solo queda absorbida por la historia a mediano plazo, si logramos asumir el paradigma de la oruga. Como nos señala Edgar Morin “La metamorfosis de la oruga en mariposa nos ofrece una metáfora interesante: cuando la oruga se envuelve en el capullo, comienza un proceso de autodestrucción de su organismo de oruga, y este proceso es, al mismo tiempo, el de la formación del organismo de mariposa, el cual es, a la vez, igual y distinto del de la oruga. Esto es la metamorfosis. La metamorfosis de la mariposa está preorganizada. La metamorfosis de las sociedades humanas en una sociedad mundo es aleatoria, incierta, y depende los peligros de un caos que, sin embargo, le resulta necesario”.
Pero esa necesidad, que es construida, pero incierta, no deriva en un caos si los protagonistas diseñan el escenario desde una perspectiva que involucre a toda la sociedad y se juegue al juego completamente transparente. Si los nuevos actores se quedan en la tensión de las relaciones meramente del poder político, sin horizontalizar el poder social, la sociedad en sus concepciones maniqueas seguirá con sus estructuras enteramente esclerotizadas, pesadumbre enferma, donde los hilos que tratan de tejer el tejido social se encuentra deshilachados, debilitados y descompuestos.
Esas concepciones maniqueas, es lo que produce las enormes dificultades que tienen la micro-pequeña y mediana empresa, para poder acceder a las compras en el Estado. Es lo que explica a través de las estructuras esclerotizadas, que las mismas sean tratadas con la misma base de las reglas del juego de las empresas grandes para su formalización; generando la gran informalidad en el mercado de nuestra sociedad.
La visión dicotómica, con lentes tubulares, que no logran articular todos los intereses de una sociedad, que se complejiza cada vez más; es lo que impide que a más de 23 años de hablar de la Reforma de la Policía Nacional, todavía estemos caminando con los zapatos de la ciguapa. Es lo que nos hace entender por qué todavía la República Dominicana, a pesar de saber que Haití es su segundo socio comercial, que exporta alrededor de U$800 Millones de dólares; siendo el país con que mejores balanza comercial exhibe; todavía nuestro comercio sea informal, donde el Estado no juega su rol de negociador, fiscalizador y facilitador.
Las concepciones maniqueas, miope y torpe, es lo que impide ver que para que usted gane los demás no tienen necesariamente que perder, si entendemos siempre los intereses de las distintas partes que se encuentran en un proceso determinado. Esa valoración esclerotizada, que no permite realizar los cambios estructurales que la sociedad demanda: La electricidad; la Ley de Partidos Políticos; la creación de trabajo formal; la Ley de Seguridad Social y su completa implementación; los problemas sociales y la Política social; las desigualdades de Género, de edad; etc., etc.
Todo ello nos dificulta no solo una vida de éxito, en lo individual y como colectivo, sino que nos lacera lo mejor para todo ser humano: Una vida bien lograda. Nos impide una vida plena, que constituye las razones para vivir, que es una existencia digna y para ello debemos de desterrar las concepciones maniqueas en la sociedad dominicana, que hacen que las estructuras se encuentren muy esclerotizadas.