El desarrollo es un proceso mediante el cual toda la sociedad de un país avanza hacia niveles sucesivos de satisfacción, a través del crecimiento sostenido y permanente, y una constante transformación de sus estructuras" (Azpurúa y Gabaldón); en ese sentido el economista sueco Gunnar Myrdal señaló que el desarrollo debe entenderse como "un movimiento ascendente de todo el sistema social". Dentro de este sistema social el individuo juega un papel protagónico, Myrdal entiende que en este movimiento ascendente debe estar incluido “todo lo que tiene importancia para la vida del individuo y para las relaciones sociales entre los individuos y grupos”, siendo este el centro de las iniciativas para el cual se busca el bienestar.

Lo expuesto evidencia que el desarrollo de los pueblos no debe sustentarse únicamente en el crecimiento económico de la sociedad. En el caso de la República Dominicana los datos registrados durante los últimos años presentan una nación con niveles de crecimiento económico sostenido; entre el 2004 y el 2012 el país registro un crecimiento económico notable, en promedio de 4.7%, por encima del promedio latinoamericano; sin embargo, una parte importante de la población continúa en situación de pobreza, vulnerabilidad, privación y exclusión (ODH/PNUD 2013), es decir que mientras un pequeño segmento de la población residente en el país disfruta de un nivel de vida elevado la mayor parte de los dominicanos habita en una nación sumida en precariedades (con un 42.2% de pobreza según CEPAL 2011), rodeada de un ambiente inhóspito en detrimento de la calidad de vida. Estas diferencias presentes a nivel nacional han sido destacadas a nivel regional y provincial a través del más reciente informe publicado por la Oficina de Desarrollo Humano (ODH/PNUD), el cual muestra evidencias concretas de las grandes desigualdades existentes entre los distintos territorios.

El Informe: “Mapa de Desarrollo Humano” (2013), presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) contiene la medición del Índice de Desarrollo Humano (IDH) a partir de la medición en cada provincia de tres dimensiones básicas: vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno.

A nivel territorial se destacan diferencias importantes entre las que podemos destacar el contraste entre las provincias que pertenecen al corredor Pedernales (0.145) – Independencia (0.190) – Bahoruco (0.252) y Elías Piña (0.112) las cuales componen el listado de provincias con el IDH más bajo del país. Este conjunto de provincias contiene un total de 244,518 habitantes (Censo 2010) localizados en una extensión territorial de 6,768.30 Kms² para una densidad de 36.13 Habs./Kms²; en el otro extremo se encuentra con el IDH más alto del país, el Distrito Nacional (0.734) con una población de 965,040 habitantes (Censo 2010) ocupando un área de 91.60 Kms² para una densidad de 10,535,37 Habs./Kms².

Estos datos evidencian una vez más la desigualdad señalada por diversos estudios. La diferencia entre el IDH presentado en cada provincia es el resultado de una serie de indicadores como la tasa de sobrevivencia infantil, la tasa de alfabetización, la tasa de cobertura educativa, la tasa de culminación de la escuela y el ingreso per cápita; lo cual proporciona una visión territorial sobre la calidad de una serie de servicios básicos y el nivel de vida de sus habitantes.

En segundo lugar la diferencia de población entre el corredor fronterizo sur-central y la capital de la nación (720,522 habitantes) refleja la existencia de oportunidades en algunos territorios frente a la ausencia en otras comunidades; esta situación incide en los movimientos migratorios entre provincias, movilizando la gente a los territorios donde se encuentran las posibilidades de subsistencia.

Finalmente la diferencia de superficie entre los territorios observados (6,676.70 Kms²) podría indicar mayores posibilidades de desarrollo para el territorio con mayor extensión, ya que contiene mayor cantidad de recursos naturales para poner en producción, mayor superficie para albergar una gran cantidad de habitantes y por lo tanto para generar mayor cantidad de fuentes de empleo; sin embargo la demarcación político-administrativa más pequeña del país es la que contiene la mayor concentración de recursos (públicos y privados) acompañados de la mayor cantidad de inversiones orientadas a la generación de empleos de calidad, mientras que las grandes extensiones de terreno se encuentran en propiedad de pocas manos generando pocos beneficios directos para las provincias en donde se encuentran y por ende para sus habitantes.

En conclusión las inversiones y recursos situados en pocos territorios del país mejora la calidad de vida de una parte de la población, contribuye en la concentración de las oportunidades e incide en la proliferación de las disparidades territoriales; por lo tanto el Estado debe conducir incentivos físicos, sociales y económicos hacia los territorios menos favorecidos a través de un sistema de planificación territorial con el objetivo de atraer capitales privados hacia comunidades con potencialidades identificadas, de manera que la concentración del desarrollo en pocos territorios no continúe impactando negativamente la Republica Dominicana.