Desde el viejo Testamento varios Profetas vaticinaron el nacimiento de un Mesías e incluso el lugar (Isaías 7:14, Miqueas 5:2) también se anunció la muerte y la resurrección desde el Génesis, pasando por el Deuteronomio, así como el Profeta Isaías (Isaías 53), Daniel, Zacarías y varios pasajes en los Salmos.
Las Profecías se cumplieron, Jesús nació en Belén, predicó la buena nueva; murió para redimir nuestros pecados, venció la muerte y resucitó al tercer día. Mañana los Cristianos celebramos la fecha más importante de nuestra fé, lo cual es motivo de alegría y debía ser, también, motivo para la resurrección de la fe y la esperanza.
“Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos, y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. Filipenses 2:6
Y justamente la salvación del linaje humano, la posibilidad de disfrutar de una nueva vida después de la muerte terrenal, fue posible gracias al martirio en una cruz por el hijo del Dios que nunca cometió pecado, pero que asumió todas nuestras culpas y se convirtió en el cordero expiatorio que nos ha permitido poder lograr acceder a la gloria de nuestra propia resurrección.
El hijo del hombre, como el mismo se definía, sufrió en carne propia la traición de uno de sus discípulos, la negación tres veces antes de que cantara el Gallo de quien sería el primer Papa (Pedro sobre cuya piedra se edificaría la Iglesia), los insultos del pueblo que vivió sus milagros, y aun así en el climax de su agonía supo pronunciar la frase: “Padre mío perdónalos que no saben lo que hacen”.
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. Juan 11.24.
Efectivamente Nuestro Señor Jesucristo es la resurrección y la vida y esa nueva vida la celebramos en esta fecha con alegría, con gozo, a sabiendas de que ese sacrificio marcó un antes y un después, un nuevo y un antiguo testamento, una nueva alianza de Dios con todos los seres humanos y la recuperación del paraíso perdido por el pecado original.
Por eso esta semana es tan importante para nuestra fe, y aun cuando hayamos decidido aprovechar el largo feriado, que no es paganismo, para compartir con nuestras familias en la ciudad o trasladándose al interior, aun así es posible celebrar la pascua de resurrección siempre y cuando este esparcimiento lo hagamos con recogimiento, amor y apego a esta fecha trascendental.
La resurrección del Señor debe ser motivo de un nuevo renacer de la fe y las esperanzas y personalmente culmino esta celebración impregnado del gran amor de Dios y consciente de su poder y gloria, y por eso marcho la próxima semana con mi esposa al exterior en busca de su salud y convencido de que el Señor hará el milagro para su gloria y para la conversión de muchos.