Conocí a Rafael Chaljub Mejía, sin saber que era él, en medio de los años duros de la represión balaguerista. Mi mejor amigo y compañero de estudios Melvyn Isaac Bera Bautista vivía con su hermano Freddy en el segundo piso de un edificio localizado en la calle Paris con José Martí (esquina sureste). Para entonces, a comienzos de los 70, no existían allí esos edificios comerciales y residenciales que luego construiría el gobierno y que dominan panorama del actualmente concurrido y bullicioso lugar. En la esquina  del frente (noreste) había un edificio también de dos pisos en cuya planta baja funcionaba un almacén de provisiones, que estuvo allí por muchos años. Yo acostumbraba ir a casa de mi amigo a estudiar y realizar tareas de las asignaturas que cursábamos en nuestros estudios de agronomía (1970-75).

Rafael Chaljub Mejía, uno de los dirigentes del Movimiento Popular Dominicano (MPD) perseguido con más intensidad, estuvo allí varias veces aunque, según él mismo me reveló, nunca pernoctó en aquel apartamento. Chaljub respondió, en nuestra breve conversación,  a mi pregunta de por qué,  en su segundo libro de memorias,  él cuenta que antes de ser apresado por la policía el 27 de enero de 1974 se hallaba en una casa de la calle Padre Billini, en la Ciudad Colonial y no, como yo suponía, en la Paris con Duarte. Relata  el mismo Chaljub en su segundo libro de memorias: “El 25 de enero bien temprano, entré en una casa de la Padre Billini, llamé desde allí al periodista Miguel Hernández, del vespertino La Noticia, para anticiparle que, con una compañera, le enviaría una declaración de prensa a nombre del Partido. Salí al instante de esa residencia, tomé un carro del transporte urbano, y cerca de la una de la tarde me enteré de que, «en busca de un hombre

Rafael Chaljub, en 1976, junto a su esposa Dulce Then y sus hijos Juan Miguel (extremo derecho), Jenny, a la izquierda de Rafael, e Ivelisse (entre su madre y su padre).

importante, que se escapó», efectivos del Departamento de Operaciones Especiales acordonaron el área donde  estaba la residencia por la cual yo había pasado, desviaron el tránsito, trataron con fiereza a particulares y periodistas y desde antes de las ocho de la mañana, habían estado registrando casas, hasta pasado el mediodía. Era viernes. Pensé que lo más prudente era salir de la Capital, volver al Cibao, y una vez más dejar con las manos vacías al enemigo que me estaba siguiendo los pasos tan  de cerca”.

Y agrega: “El domingo 27 de enero me fui a una vivienda del Ensanche Alma Rosa, en la zona oriental de Santo Domingo, a reunirme con mi mujer, que vivía desde hacía  tiempo aquí en la Capital. Cuando solíamos reunirnos, lo hacíamos en el Cibao. Aquí en la Capital vivió en lugares que nunca visité. Supe venir al Distrito y ni siquiera llamarla por  teléfono. En la casa donde ella estaba residiendo desde hacía cerca de un año  yo había estado una sola vez; y ahora, sin que mediara conversación alguna por teléfono, quisimos pasar el domingo juntos. Creía que iría a un lugar seguro, aunque en ese punto me había encontrado en dos ocasiones con la principal figura pública del Partido, Carmen Mazara”.

Yo recuerdo haber visto más de una vez en casa de Melvyn a dos hombres, uno de color oscuro y otro de color claro. Acerca del primero, mi amigo me dijo que se trataba de un tío suyo, y el segundo un amigo. Me llamó la atención que ninguno de los dos bajaba del apartamento y que cuando pasaban voceando los periódicos vespertinos se apresuraban a adquirirlos, pero siempre desde el balcón. Cuál no sería mi sorpresa al ver en la prensa del lunes 28 de enero de 1974 que había sido detenido en el ensanche Alma Rosa el dirigente del MPD Rafael Chaljub Mejía. No puedo precisar ahora cual periódico publicó la noticia. Por un tiempo pensé que había sido El Caribe pero me cansé de buscar, infructuosamente,  en la colección del Archivo General de la Nación y la información no aparece, por lo menos no en la portada de ese día 28. Lamentablemente el archivo no posee ninguno de los otros cuatro diarios de esa fecha que se publicaban para la época.

Rafael Chaljub Mejía, en 1970

Esta anécdota sirve para ilustrar como vivían los militantes y dirigentes de las agrupaciones revolucionarias durante el nefasto periodo de Los 12 Años.  Vivian “al salto de la pulga”.  También, de cómo sus vidas pendían de un hilo ya que sobre muchos pesaban sentencias de muerte listas para ser ejecutadas al momento de ser detenidos. Los casos de Amín Abel, Otto Morales Efres, Homero Hernández, Chapó, Flavio Suero, Luis Parrish, César Lapaix, Stalin García y muchos otros son ilustrativos de las órdenes que portaban   los cuerpos represivos de entonces. Hubo algunos afortunados que se salvaron de ser asesinados porque al momento de ser apresados no fueron identificados. Yo mismo, aunque dudo que antes de 1975  estuviera en ninguna de las macabras listas de los órganos coercitivos del Estado, siempre tuve la precaución desde 1973 de no andar con cédula ni identificación alguna.  Aunque sí corría el peligro de que “me llevaran” preso,  pero ese era un peligro menor. Ya conté acerca de una vez que me condujeron por casualidad ante el tenebroso coronel Luis Arzeno Regalado, quien me interrogó sin darse cuenta de que yo era un líder estudiantil.

El hombre de color claro en la casa de mi amigo era Rafael Chaljub Mejía, mientras el otro era Carlos García y García, un dirigente del MPD en La Romana excarcelado a finales de 1973 y a quien Melvyn acogió en su casa. Hace poco me enteré de que Carlos sobrevivió a los años duros de Balaguer y reside en el país.

Rafael Chaljub Mejía nació en Las Gordas, Nagua, en 1942. En 1963 formó parte de la insurrección guerrillera encabezada por el líder del 14 de Junio Manuel Aurelio Tavárez Justo. Estuvo entre el grupo de catorcistas que se integró al Movimiento Popular Dominicano (MPD), partido en el que militó y dentro del cual encabezó una fracción disidente hasta que fundara el Partido Comunista del Trabajo (PCT), en 1980, como una escisión del MPD. Posteriormente derivó hacia una carrera como escritor e investigador cultural, campos en los cuales ha descollado. Ha sido columnista de los diarios El Nacional, El Nuevo Diario, Ultima Hora y El Caribe. Entre sus libros se encuentran: “Golpe a golpe”, “La guerrilla del decoro”, “Cuesta Arriba”, “He aquí la izquierda”, “¿Por dónde avanzar?”, “Habla Merardo Germán, un guerrillero de Constanza”, “Antes de que te vayas. Trayectoria del merengue folclórico” y “Diccionario biográfico de los restauradores de la República Dominicana”.

Una valoración positiva del MPD. Dentro de algunos sectores de la izquierda de los 60, 70 y parte de los 80, existió una inclinación a mirar hacia el MPD con cierto dejo de desprecio. Aquellas agrupaciones que contaban con notables contingentes de intelectuales y profesionales le echaban en cara al MPD la deficiencia que el doctor Juan Isidro Jimenes Grullón popularizo como “indigencia teórica” Sus políticas, especialmente aquellas que acentuaban la importancia del trabajo entre el campesinado,  fueron calificadas por muchos como aventureras. “Lo mejor al campo”, “Las tumbas vivas”, “golpe de Estado revolucionario”, entre otras. Los comandos revolucionarios clandestinos (CRC), verdaderas unidades de combate creadas por ese partido inmediatamente después de la Guerra de Abril, resultaron costosas para el pueblo. El MPD compartió con la casi totalidad de la izquierda y no pocos fragmentos  dentro del PRD, la actitud de no asumir que las fuerzas populares fueron derrotadas en 1965 por una conjunción avasalladora del poder metropolitano aunado a los factores regresivos locales. Esto dio lugar a políticas que hoy podemos considerar que fueron  erróneas en su aplicación, como los CRC del MPD y la abstención electoral del PRD.

Sin embargo, cabe una valoración positiva del MPD en el sentido de que fue el destacamento de izquierda más combativo contra los desmanes de Joaquín Balaguer y no es nada casual que fuera el más reprimido. ¿Qué estaba penetrado por los cuerpos de seguridad nacionales y extranjeros?  Se comprende, porque era el mayor contingente opositor. Por ejemplo, puede que hoy día el gobierno dedique más personal y recursos para “caerle atrás” al FALPO que a la totalidad de la supuesta izquierda actual. 

Nadie puede negar la combatividad, audacia y entrega de aquel MPD que, por cierto, dejó de existir como tal.  Hoy podemos afirmar que no era fácil para un obrero, un campesino o un joven dominicano casi iletrado de aquellos años leer y asimilar adecuadamente “El Capital” para luego producir frutos políticamente correctos.

Notas:

1. Rafael Chaljub Mejía: Cuesta arriba. Memorias. Editora Taller, Santo Domingo, 1997, página 288

2.Ídem, paginas 288-289