“La ciencia es conocimiento organizado. La sabiduría es vida organizada.” – Immanuel Kant

¿Tiene sentido dedicar tiempo, esfuerzos y recursos a estudiar sin producir aprendizajes utilitarios, aplicables a la actividad económica? 

A primera vista no hay razón de peso para incluir las artes liberales en la educación profesional. No sobra el tiempo en los apretados planes de estudios para profesiones que requieren cada día de nuevos conocimientos y competencias para el mercado laboral, y los estudiantes, o al menos sus padres y tutores, lo que quieren es aumentar su productividad cuanto antes en base a la profesionalización técnica o académica. Por otro lado, el tirano mercado lo que demanda son profesionales técnicos competentes, si son autómatas, mejor. ¿Debemos doblegarnos a su cortoplacismo?

¿Artes liberales para futuros médicos, ingenieros, abogados, administradores, maestros, todos los profesionales y técnicos superiores? Que se entienda que por el estudio de las artes liberales no nos referimos a la adquisición de un barniz cultural para pertenecer a una tribu social que se distingue del “vulgo” porque consume conspicuamente las marcas de la producción cultural occidental o universal. La educación liberal requiere escuchar, a través de sus obras, a los sabios de todos los tiempos sin intermediación, leyendo los textos (obras, composiciones musicales, etc.) originales directamente como estableció Lutero con los textos sagrados del cristianismo, como base para dialogar en pequeños grupos bajo la conducción de un maestro. Los estudios liberales requieren de tantos o más recursos, dedicación y esfuerzo que la ciencia y las técnicas de la profesión o la disciplina académica, y no producen conocimientos ni competencias requeridos para el desempeño laboral.  Dedicar tiempo al estudio de las grandes preguntas de la existencia humana plasmadas en la producción literaria y artística a través de los siglos para provocar la reflexión y el diálogo, utilizando disciplinas académicas como la historiografía, la filosofía, la antropología y la crítica literaria no aumenta la capacidad productiva, y, por tanto, la pregunta es:

¿Es un lujo difícil de justificar económicamente las artes liberales como un componente importante de la formación profesional?

Cuando hace dos siglos y medio Immanuel Kant dictaminó que, “tan solo por la educación podemos las criaturas animales devenir en humanas”, no se refería a la esencial educación técnica o profesional que nos capacita para hacer cálculos estructurales y construir represas y rascacielos, o redactar complejos contratos comerciales, o extirpar tumores cancerosos, sino a la formación que nos hace más conscientes de la condición humana en el contexto de nuestro entorno, más atentos a nuestra humanidad y cómo nos relacionamos con los demás seres vivos y nuestras propias creaciones. El ser humano se distingue de las demás criaturas terrenales por su gran capacidad de realzar su estado consciente mediante la reflexión y el diálogo con sus semejantes, tanto de la actualidad como de la Antigüedad y proyectando hacia el futuro, y para eso sirven las artes liberales. Son precisamente “liberales” estas artes porque nos liberan de ser exclusivamente Homo oeconomicus, atado a la esclavitud de sobrevivir o prosperar materialmente, y nos permiten desarrollar nuestro pleno potencial como Homo sapiens en libertad. Si “el Hombre no es más que lo que la educación hace de él”, como escribió Kant: ¿no queremos que esa educación sea más que meramente “profesionalizante”? No se trata de despreciar la educación laboral, sino de enriquecerla con la educación liberal, la que nos libera el espíritu.

Las artes liberales son las “artes para la vida” del economista John Maynard Keynes en su brillante conferencia futurista de 1930 sobre el “desempleo tecnológico”, titulada Las posibilidades económicas de nuestros nietos, en contraste con la ciencia para el trabajo o la actividad económica. Keynes pronosticó una jornada laboral de 15 horas semanales en 2030, hoy reducida a 12 horas por el fundador de Alibaba, Jack Ma, en base a la galopante automatización de las tareas laborales. La propuesta de Keynes para atenuar la inevitable pérdida de empleos a algoritmos y autómatas es de prepararnos para “animar y experimentar las artes de la vida, así como las actividades con propósito económico”. Esta breve obra de Keynes es un texto que bien representa el poder de las artes liberales para provocar la imaginación en reacción a las tres grandes preguntas especulativas y prácticas formuladas por Kant: ¿Qué puedo saber? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo esperar?

Las artes liberales no desarrollan competencias laborales, pero sí potencian nuestra capacidad de manejar las incertidumbres de la vida al compartirnos testimonios de cómo sabios lo han hecho desde tiempos remotos hasta nuestros pares contemporáneos. Lo que nos distingue de las máquinas es precisamente nuestra capacidad de aguantar incontables incertidumbres sin desesperar, y organizar nuestra vida en torno a preguntas en lugar de respuestas. No hay otra inteligencia, orgánica ni artificial, capaz de manejar con tanto éxito las incertidumbres y contradicciones del universo como el hombre. Si creemos que podemos escatimar esfuerzos en potenciar esta capacidad en las futuras generaciones de profesionales, la de organizar sus vidas, entonces condenaremos a nuestros nietos a competir como eternos esclavos con los autómatas por su sustento. Los humanos aventajamos a las máquinas inteligentes en la improvisación, basados en nuestra capacidad de manejar las incertidumbres; pero en todas las demás tareas los algoritmos y autómatas llevan las de ganar, según el experto en Inteligencia Artificial, Raúl Rojas.

Recordemos que, según Kant (y no tenemos por qué dudarlo), “Se mide la sabiduría de un individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar”, y no por los conocimientos y competencias que exhibe. Las máquinas inteligentes podrán sin duda superar nuestros conocimientos y competencias, nuestra capacidad de hacer las tareas esenciales para nuestra cómoda supervivencia, pero ¿seremos capaces (¿y lo queremos lograr?) de simular en ellas nuestra capacidad de manejar las incertidumbres y contradicciones propias de la complejidad del universo, sin provocar cortocircuitos? No todas las tareas automatizables deben ser automatizadas, nos advierte el experto en robótica, Raúl Rojas, por si acaso en un futuro se nos presenta la oportunidad de reproducir en artefactos mecánicos nuestra inteligencia para soportar las incertidumbres y responder a los imprevistos.  La improvisación debe quedar en el dominio exclusivo de los humanos, inigualables en el manejo de las incertidumbres y los imprevistos. Para eso debemos formarnos y para eso sirven las artes liberales: cultivar nuestro potencial como humanos.

Si queremos mantenernos dos pasos por delante de las criaturas inteligentes de nuestro artificio, para que no nos esclavicen o devoren, debemos redoblar la atención a las artes liberales en todos los programas de estudios profesionales, empezando por nuestros futuros educadores.