Este ha sido sin dudas uno de los años más desafiantes que he vivido. Aunque experimenté varios retos, la pandemia del COVID-19 fue el gran protagonista y villano. Fue y sigue siendo causante de mucha angustia, miedo, incertidumbres, pérdidas humanas, cuantiosas pérdidas económicas, desempleos, entre muchas otras cosas. Quizás las repercusiones económicas y psicológicas de lo experimentado por el COVID-19 dejen secuelas que tomará bastante tiempo recuperarse completamente.
No obstante lo anterior, en este año he podido aplicar y poner en práctica constantemente el dejar ir y dar la bienvenida a todo. Si no hubiera sido por la gracia recibida hace unos años, de haber descubierto el tesoro de la oración centrante y contemplativa, de la mano de la Casa de Silencio y Oración Centrante, así como las enseñanzas de muchos maestros, en especial el Padre Tomas Keating, no hubiera respondido como lo hice ante todo lo vivido este año.
Dentro de todas las adversidades, para mi este 2020 ha sido de mucho crecimiento personal y espiritual. Lo recordaré no por todo lo que se pudo haber llevado o todo lo que no fue, sino por tantas bendiciones recibidas y enseñanzas que espero me acompañen en mi travesía por esta tierra.
Me quedo en este 2020 con la entrega de tantas personas, en especial todo el personal sanitario y la solidaridad de muchos ante el dolor y sufrimiento de otros. Me quedo también, como en la pausa obligada (toque de queda) la naturaleza de nuestra tierra se revitalizaba y sanaba algunas de las heridas causada por nosotros. Me quedo con una mayor capacidad de estar conectado con el dolor de los demás, más sensibilidad, más oración y silencio, más conexión con todo. Me quedo con que fuimos capaces ante las adversidades de transformarnos y superar los desafíos.
Especialmente, me quedo con la comunión y compartir con muchos hermanos de distintas comunidades en Iberoamérica que gracias a la tecnología y generosidad de algunos nos encontramos varios días a la semana vía zoom a orar en silencio y reflexionar en lectio divina. Toda esa energía y comunión hacen un bien incalculable a la humanidad.
En este año muchos pudieron estar más conscientes de que la presencia de Dios, Abba, creador, lo divino o como usted le quiera llamar, siempre está con nosotros, aún en los momentos más oscuros. Este tiempo, me invitó a seguir explorando lo interesante y misterioso que es silencio y el autoconocimiento.
En definitiva, aún con las adversidades experimentadas este año, que inevitablemente se debe aceptar, estoy infinita y completamente agradecido por el 2020. Ha sido como un retiro intensivo de silencio. La gracia se ha manifestado de una forma profunda y distinta este año.
En el 2021 todo estará bien. En algún momento seremos vacunados, y podremos ir realizando algunas de las cosas que hemos tenido que dejar de hacer por el COVID-19. Mientras tanto, apelo a la cordura y conciencia colectiva de ser responsables. Lo que hacemos individualmente tiene repercusiones para la colectividad. Confieso que a veces dudo y me aterra la vuelta a la “normalidad”, cuando observo mi comportamiento y el colectivo, en especial en estos últimos días. Sin embargo, no pierdo la Fe de que esa vuelta a lo “normal” no implicará volver al estado colectivo de inconsciencia y desconexión con lo que es verdaderamente importante.
Les deseo un feliz año a todos ustedes, sin aprensiones y miedos, ¡¡abiertos y dando la bienvenida a todo lo que venga y sobre todo confiando que todo será como deba ser!! ¡¡¡Me quedo con lo bueno del 2020 y que venga el 2021!!!