En esta oportunidad pretendo hacer una lectura de los primeros capítulos de La Comunidad Mulata a partir de la siguiente pregunta: ¿Cuál es el trato que se le da a los grupos diferenciados étnicamente en el texto? Ya que la pregunta demanda un análisis más profundo que el permitido en estas líneas y en vista de que la cuestión racial es fundamental para este texto de Pedro Pérez Cabral centrémonos en brindar una muestra.

La muestra que sugiero es identificar las variaciones semánticas de los términos que designan a los grupos étnicos claramente diferenciados en el texto; esto es, ver cómo nombra el autor las diferenciaciones étnicas entre los sectores que conforman el conglomerado social desde su origen hasta su formación y consolidación como comunidad política. Está claro que esta búsqueda parte de un presupuesto histórico: el conquistador estableció en estas tierras extrañas una relación de poder de explotación respecto a los grupos autóctonos y, una vez disminuidos drásticamente, en relación con los humanos esclavizados traídos de otras tierras. A partir de este presupuesto, las nominaciones que haga el sujeto de la enunciación serán reveladoras de una toma de posición frente al hecho histórico y del uso y continuidad de un discurso de poder.

En el capítulo 1 veíamos que en su tesis denomina el país como una “comunidad mulata” circundada por el mar. Subrayamos cómo los dos determinismos que nuclearon el discurso sobre el fracaso de la nación están presentes en Pérez Cabral, así como también en Moscoso Puello, López, Lugo y un largo etcétera. El insularismo no es más que aplicación al caribe del determinismo geográfico y la mulatización o el hibridismo antillano es el dispositivo usado para establecer unas posiciones de poder basadas en las diferenciaciones raciales.

No es lo mismo decir, por ejemplo, “población aborigen amerindia” que decir “negros”, “blancos” en el mismo discurso. Los criterios para la identificación, según los atributos empleados en cada grupo humano, indican una selección común que, aunque retóricamente se establece como un espacio compartido de sentido entre emisor y receptor, ideológicamente transmite una representación distinta del grupo humano. Ciertamente, el discurso de Pérez Cabral no escapa a los lugares comunes, como tampoco deja de emplear los términos que se utilizaron en el discurso colonial. Por esto es que hablamos de continuidad, en una etapa postcolonial, del discurso colonial heredado en términos de diferenciaciones raciales y de relaciones de poder, que esta vez, suceden en el mecanismo de la cultura y no en las relaciones de explotación.

Lo que deseo enfatizar es que si bien usar los términos “negros”, “blancos”, “indios”, “mulatos” no me hace depositario de un discurso colonial, como tampoco la descripción del hecho histórico y de la sociedad de la época, pero sí el trato dado a los grupos racialmente diferenciados cuando se formulan las opiniones que surgen y son adheridas a los hechos estudiados. En las elecciones de lo que se cita y lo que se explica, además del cómo, está la elección adoptada. Por ejemplo:

“La coloración dominante en mucho era, pues, negroide, sobre todo cuando, por las razones señaladas, las primeras camadas mulatas hubieron de ser de tipo regresivo, francamente negripetas no sólo por el desequilibrio sexual, sino también por el peso de la mayoría negra indiscutible en la colonia” (p. 75).

Las construcciones de adjetivos en “oide” se usa con el significado de “apariencia de” o “con forma de” dándoles una connotación peyorativa. Las terminaciones con sufijos en “eta” poseen un significado de inferior o de tamaño inferior. Notemos que las cualidades se le atribuyen a la coloración negra; pero jamás a otros tipos de especificidades fenotípicas.

Decisiones lingüísticas como estas en un discurso sobre la composición racial de una comunidad política es un buen indicador de las decisiones tomadas respecto a la representación de los grupos humanos. Ciertamente que para 1964, cuando se escribe la obra, la cuestión racial como marcación de una superioridad de un grupo humano sobre otro ya estaba en descrédito; no obstante, nuevas manifestaciones racistas continuaron vigentes y se renuevan hasta hoy.

La Comunidad Mulata es una obra crítica, pero el discurso que se usa sigue siendo tan colonial como cualquier texto del pensamiento social dominicano.