Cuan complejo es comunicarse cuando no sabemos hacerlo de la manera más adecuada. Como seres humanos hemos sido dotados de un valioso instrumento que no está limitado sólo a la parte verbal, sino que incluye el contenido del mensaje, el tono de la voz al comunicar, las expresiones faciales y corporales, entre otros aspectos de la comunicación. En todo lo que hacemos, decimos o dejamos de hacer, estamos comunicando algo.

La familia es el primer lugar donde aprendemos cómo comunicarnos y la manera de hacerlo en nuestra familia de origen influirá en cómo lo hagamos con los demás. Y es que muchas de nuestras maneras y formas tienen su origen en ese núcleo centraly no lo debemos olvidar.

Sucede que recurrentemente herimos sin siquiera percibirlo, pues nos expresamos de la manera acostumbrada o como lo aprendimos, sin habernos cuestionado en algún momento de nuestras vidas si era la manera correcta o no de hacerlo.

Aprendamos a cuidar de nuestras palabras y de la forma de cómo nos comunicamos, pues la forma como nos dirigimos a los demás revela mucho de nuestra condición personal

Establecer una buena relación es difícil cuando hay ¨malos hábitos¨ al momento de comunicarnos, pues estos malos hábitos operan como obstáculos para la recepción del mensaje.

Es necesario que podamos desarrollar y aprender nuevos hábitos al momento de comunicar. Debemos callar los ruidos de los prejuicios, creencias e interpretaciones y dedicarnos a escuchar. Cuando escuchemos podremos identificar las necesidades ocultas expresadas a través de las palabras y de las mismas acciones.

Tal como dijo Peter Drucker “Lo más importante en la comunicación es escuchar lo que no se dice”. En lo que no se dice se expresa el 80% del mensaje, pues nuestro lenguaje corporal comunica más que nuestro lenguaje verbal.

La comunicación asertiva nos ayuda a intercambiar de forma efectiva pensamientos, ideas y sentimientos con las personas que nos rodean, en un ambiente de cordialidad y buscando el enriquecimiento personal entre todas las partes involucradas. Para esto debemos mostrar interés por la persona, saber preguntar sin atacar o asumir posturas rígidas, aprender a ceder y reconocer con humildad cuando la opinión de la otra persona es válida, a la vez que mostramos sinceridad y consideración.

Aprendamos a cuidar de nuestras palabras y de la forma de cómo nos comunicamos, pues la forma como nos dirigimos a los demás revela mucho de nuestra condición personal.

Si llegamos a estar conscientes de esta realidad dejaremos de ser reactivos y nos convertiremos en seres humanos más empáticos y comprometidos con el propio bienestar y con el de los demás, especialmente con el de nuestra familia y con el de las personas que hemos decidido invertir nuestros afectos.