La “Era de la comunicación” no es solamente la eficaz transmisión de bites digitalizados; también incluye el proceso de comunicación destinado a la gente real. La propaganda, las percepciones, las imágenes forman parte intrínseca del bluff permanente en el cual vivimos.

En esta “nueva era” que nos  toca vivir todo es cambiante, todo es efímero, no hay tiempo para lo esencial, no hay tiempo para crear zapatas sólidas, una imagen caza la otra, un murmuro atrapa al otro. Estamos en la era de la vulgarización del gusto.

Quien maneja la comunicación construye historias y las deconstruye, conforme a las necesidades del lugar y del momento.

Para evaluar estas necesidades los comunicadores se basan en mediciones permanentes por medio de investigaciones psicológicas y encuestas sociológicas; maquillan hechos y estadísticas y se esfuerzan en producir un análisis frío que manipula las emociones en detrimento del razonamiento y del juicio. 

Esos resultados se mediatizan con todo el espectro de recursos que la nueva era nos brinda para permear hasta lo más hondo de los sentimientos humanos.

La propaganda política ha creado la imagen de un presidente cercano, tranquilizador, accesible. Se nos vende lo que queremos comprar y se nos inyecta de manera muy fina narcóticos sociales que omiten suscitar cuestiones esenciales sobre la estructura de la sociedad. La elaborada promoción estatal ha creado la imagen de un dirigente que no se auto proclama líder, que responde al clamor del pueblo, la de un presidente sencillo que escucha y salta charcos.

A través de una estrategia subliminal se ha logrado persuadir a muchos que él es ni completamente el mismo ni totalmente diferente a su predecesor. Como resultado de este trabajo de persuasión colectiva uno es considerado como pedante y pretencioso mientras el otro es cercano y humano.

Como por truco de magia se satisface al conservadurismo más arcaico  mientras al pueblo se le pintan pajaritos en el aire. Mientras su ministro invita a los inversionistas extranjeros a instalarse en la República Dominicana para que se aprovechen de los bajos salarios que se pagan aquí, el presidente apela al aumento de los salarios del Estado y del sector privado.

Como por arte de magia el Presidente también está en todas las inauguraciones y actividades del gran capital: hoteles, centros comerciales, fábricas, ferreterías. Aparece siempre pegado de la jerarquía católica, salvo en el caso del obispo de la Vega, cuya lucha trata de controlar con otras cartas. Sin olvidarse de la más mínima escuela de la supuesta revolución educativa en marcha. No obstante, sus mayores habilidades las ejercita en los encuentros dominicales.

Se ha convertido en un maestro en cambiar de posición. Anuncia una decisión y, si algo sale mal, adopta el punto de vista contrario. Pretendía  reconocer los títulos falsos de Bahía de las Águilas; frente a un justo rechazo, dijo que se recuperarían estas tierras por la vía judicial. El reciente fallo que anuló  los títulos ilegítimos produjo verdadera algarabía por la victoria del pueblo. Sin embargo, el gobierno comienza a dar señales de que prepara un “plan de desarrollo” que tiene por meta la amputación de las aéreas protegidas. Te doy por un lado pero te quito por el otro.

Así considero que está funcionando la comunicación de masas desde el gobierno. Con una gran eficiencia cuyo resultado es un gran bluff.