En “La alegoria de la caverna”, Platón nos cuenta la historia de unos prisioneros encadenados que confunden un conjunto de sombras con la realidad que las produce. Al final del relato, uno de los prisioneros logra salir de la caverna y comprender lo percibido hasta el momento como una ilusión. Entonces, siente la necesidad de retornar al interior de la cueva para incitar a los prisioneros encadenados a ser conscientes de su situación.

El relato nos habla, entre otros problemas, del compromiso del filósofo. En la teoría de Platón, el individuo que sale de la caverna representa a quien ha captado la verdad y tiene el deber de enseñarla a sus conciudadanos.

Desde sus comienzos, la filosofía implicó un compromiso con los asuntos políticos, con los problemas de la sociedad. Sólo cuando se volvió académica, dio la espaldas a los problemas del espacio público.

Es por esto por lo que hoy muchos insistimos en el “retorno a la calle” de la filosofía. Se trata de comprometerse con el acto de concientizar, de esclarecer y mostrar las situaciones deshumanizantes de nuestra época.

En ese sentido, la filosofía puede incitarnos a pensar, a ejercitarnos en el difícil “arte de la resistencia”, en el cuestionamiento del mundo del que somos partícipes.