La paz seguirá siendo por mucho tiempo el ideal de los ideales para la raza humana, alcanzarla requerirá de mucha grandeza, humildad, entereza espiritual y consagración plena para su realización definitiva.  Dominicana se encuentra en la actualidad en el centro de la opinión mundial a causa de nuestro vecino más cercano, pero que a la vez es la nación de la que nos separamos en el grito de febrero del 1844. Nuestras relaciones con Haití han estado marcadas por mucho tiempo por el temor de una por la otra, la tensión constante por diferentes temas de importancia binacional, así como las permanentes amenazas de las ocurrencias de enfrentamientos entre nuestras dos naciones por distintos motivos.

Cuba y Estados Unidos anunciaron recientemente el feliz restablecimiento de sus relaciones diplomáticas, aun mantengan sus diferencias ideológicas y políticas, en pleno siglo 21 la razón se impone sobre la barbarie,  y la humanidad celebra con júbilo el nacimiento de una nueva era para el devenir de estas dos naciones que a pesar de estar a noventa millas de distancia la una de la otra, en los últimos 54 años los vínculos entre sus respectivos gobiernos lo dominaba el discurso de confrontación, las sanciones económicas y hasta injerencia permanente de la potencia sobre los asuntos locales de la hermana República de Cuba.

El mundo que nos espera demanda de la raza humana su trascendencia, sin la misma será imposible lograr la paz, la justicia y la libertad de todos los pueblos que habitamos este pequeño y hermoso planeta azul. Haití y Dominicana tienen el desafío de aportar a la humanidad el ejemplo del entendimiento y la convivencia armónica, la fuerza que se desprende de un hecho de amor y unión fraterna marcará el rumbo de luz por el cual tendrá que transitar la raza humana para su preservación como especie.

Pero no es tarea fácil lograrlo, se necesitan esfuerzos sobrehumanos, yo diría que DIVINOS, puesto que los hombres y mujeres de ambos lados de la isla que compartimos tenemos una historia espinosa de congeniar, un pasado lleno de heridas y frustraciones, pero a la vez ambos pueblos tenemos la grandeza de poseer un corazón gigantesco, existen haitianos y dominicanos que trabajan día y noche por el fortalecimiento real de nuestras relaciones, lo hacen desde todos los ámbitos, del mismo seno del pueblo humilde de ambas naciones se desprenden los mejores ejemplos de unidad en base al amor, líderes espirituales de los dos lados de la isla, a diario observan los testimonios sublimes de dos hermanos,  abrazándose para sonreírles juntos al futuro.

Nuestro pasado existe no para condenarnos a repetir los mismos eventos sino mas bien para irlos mejorando gradualmente, tenemos la obligación de superarnos y superar juntos los obstáculos que nos impiden avanzar hacia la concreción de mayores empresas. Tenemos una identidad nacional para consolidar la razón de ser de nuestro existir como pueblos,  proyectándola al infinito de nuestros sueños de una humanidad elevada en la cúspide de la civilización del amor.  Haití y Dominicana, dos hermanos caminando un mismo sendero rumbo a la paz perpetua.