En Francia le han llamado “la guerra de las mascarillas”, refiriéndose a los esfuerzos por adquirir algo tan imprescindible durante la pandemia y cuya oferta ha terminado en manos de especuladores y de deshonestos, provocando esto escasez y altísimos precios. Lo mismo pasa con las batas sanitarias para uso en hospitales y otros elementos básicos.
China ha devenido en el primer suplidor y algunos países han prohibido su exportación. Soldados norteamericanos han sido enviados como inspectores a fábricas chinas para asegurar la calidad de los productos que está adquiriendo el Pentágono. Un cliente español fue engañado por una fábrica china y en la propia España furgones con mascarillas fueron robados. Andrew Cuomo, gobernador del Estado de New York, desesperado al no poder encontrar suministros requeridos urgentemente, apeló al chino más rico, Jack Ma, dueño de la empresa Ali Baba. Pronto recibió lo que necesitaba. Aquí mismo en nuestro país, con muy poca publicidad, Jack Ma envió un avión lleno de mascarillas, batas, etc. que llegó a Caucedo y fue recibido por nuestras autoridades sanitarias.
Pero en este país de inocentes y mal informados se decidió hacer un concurso público para adquirir esos bienes, poniendo como condición que fuesen entregados en la Republica Dominicana en cinco días, algo imposible dadas las distancias, aun si se utilizasen aviones, y la gran escasez. El resultado fue que casi todas las ofertas, por estar fuera de fecha de entrega tuvieron que ser declaradas desiertas. Aun así se armó un tremendo escandalo al periodistas y políticos acusar al gobierno de estar comprando a sobreprecio esos bienes. Con la compra de alimentos cayeron cabezas.
Lo que procede en casos como estos es que el gobierno procure que sea el sector privado acaudalado el que realice estas compras y las done al gobierno, tal y como hizo Jack Ma en New York y nuestro país. Los accionistas de Punta Cana, las familias Rainieri y Kheel, han anunciado donaciones por US$2 millones, los Armenteros, Bonetti y Vitienes de Mercasid por US$1 millón y los Rizek también por otro millón de dólares. Es probable que estos acaudalados dominicanos y otros que todavía no han anunciado sus contribuciones, mantengan buenos contactos en China al adquirir productos de allí, por lo que podrían lograr esas importaciones rápidamente. Para complicar la cosa resulta que el candidato Gonzalo Castillo, dueño de una empresa de aviones, está enviándolos a China para traer mascarillas, guantes y trajes de protección, como parte de la propaganda de su campaña política. Otro candidato, Luis Abinader, está regalando hospitales provisionales que no sabemos quién los administrará y ambulancias no a hospitales, sino a alcaldes que nunca han bregado con ambulancias. El ministro Montalvo, por su lado, hace tiempo que recibió camiones de bomberos pero están parqueados en San Isidro en espera de una ley que permita que los administre el sistema 911, en vez de los alcaldes que tradicionalmente manejan las estaciones de bomberos. Los políticos tienen a los alcaldes en un quita y dale. Abinader, además, ha estado regalando comida, medicinas y mascarillas a través de iglesias y juntas de vecinos. También ha propuesto un acuerdo político entre los partidos parecido a mi sugerencia que apareció en mi artículo del 7 de abril.
Cambiando de tema, la posposición de las elecciones presidenciales es algo inevitable y la Junta Central Electoral hizo bien la semana pasada al solicitar la opinión de los partidos. La importante es la de los tres partidos grandes: PLD, PRM y La Fuerza del Pueblo, pero lamentablemente serán los pequeños partidos los que más opinarán, pues lo de ellos es vivir de un negocio que se nutre de los aportes del gobierno a unos partidos que apenas sacan un 1% del voto total. ¿Cuándo deben celebrarse esas elecciones? Cuando nuestras autoridades sanitarias indiquen que ya no hay peligro de que una aglomeración provoque contaminación comunitaria y más muertes y nunca antes. Las vidas de los dominicanos valen más que el cumplimiento de obligaciones legales relativas a cuándo votar. Si la situación llega al extremo de que las elecciones tengan que ser posteriores al 16 de agosto, fecha de cambio de gobierno, que se establezca un gobierno provisional de pocas semanas. Esa alternativa tan poco ortodoxa es preferible a que mueran más dominicanos.