La expresión es harto conocida y refiere al hecho de que no es necesario que el hombre se case para disfrutar de los placeres sexuales de una mujer, siempre que esta, de buena gana, se los ofrezca. Si lo pienso, el dicho es injusto por demás con ambas partes, al sugerir que el hombre solo busca sexo en una fémina y que ésta solo puede darle eso. Menoscaba la relación entre hombres y mujeres limitándola a un solo ámbito, dejando de lado muchos otros en los que se complementan. Aunque no puedo afirmar que en la génesis de este dicho se pensó solamente en la valoración del hombre hacia la mujer, me doy cuenta que es en ese escenario dónde suele aplicarlo la mayoría de la gente. Lo digo porque puede ser que algunas veces la vaca sea el hombre, ¿o no?

De plano, si un hombre o macho varón considera al matrimonio como afán y sacrificio, mejor debería dejarlo. Así mismo, si alguna mujer piensa en este vínculo como un parque de garantías, que haga lo propio.

Antes he mencionado la gran sabiduría que esconden los pueblos en sus dichos y decires. El de más arriba, sin que sea excepción, tiene una particularidad: Ha mutado. Sabias o no, las experiencias de los grupos humanos contienen yerros y aciertos y dicho devenir no escapa de ser expresado en los refranes. Veamos el asunto de las vacas.

Hoy día a muchas vacas no les interesa tanto ser compradas; es más, ellas insisten en dar toda la leche que quieras, siempre que le proveas de algunos beneficios de orden material. Otras, en cambio, solo quieren divertirse y pasarla bien; le dejan claro al comprador que no se preocupen mucho por eso de llevárselo todo; podrán obtener cuantas botellas de leche deseen. Las vacas se están divirtiendo, ¡y mucho!

Pero el campo, para que sea campo, debe tener de todo. Algunas vacas sí que dan un poco de leche –o mucha– esperando por una buena oferta que las saque de donde están. Hay vacas que ansían un lugar para ellas solas, con bellísimo pasto verde donde ver a sus becerritos saltar y bramar alegres. No está mal desear esto, solo que el asunto va más allá de la leche y luce que eso no se lo enseñaron. A algunas les dijeron que hasta los anillos de Saturno giran en torno a sus tetas y la leche que sale de ellas. Eventualmente, estas vacas caen patas arriba entristecidas y deprimidas, solo porque aprendieron –les dijeron– que su valor era proporcional a la leche que daban. Unas se amargan y las más sabias aprenden.

Porque siendo honestos, reconozcamos que ambos, consumidores y vacas, están mal educados sobre el tema de la leche: que si es por litro, media botella o entera, que si es lo más importante, que si la vaca esto o que el comprador lo otro. Se ha sobre estimado el asunto, cuando no, confundido todo. La leche es algo natural, no sebe ser ocasión de trueque ni negocio, mucho menos de vergüenza. Hay que disfrutarla en toda su blancura, espesor y nutrición. Y no debería haber tanto lío por una botella de leche, si el tema está claro. Por su parte, una vaca es más que la leche que produce y si el comprador no se da por enterado no siempre es culpa de ella.

Si lo vemos objetivamente, es útil para la vaca saber a qué va el consumidor, si es un comprador a largo plazo o y si solo desea el producto al detalle de vez en cuando. Esto siempre es información valiosa; si la vaca desea, puede decirle: –no, gracias…, o sencillamente seguir dando lo que tanto le gusta dar. Porque deben saber que ella también está disfrutando; todo es cuestión de objetivos claros y perspectiva.

Mientras tanto, siempre habrá vacas que guarden su leche. Que no quieren darla al detalle y se entretienen pastando y rumiando en la hierba; y están en todo su derecho: es su leche. También hay compradores que, aparte de una botella, quieren la vaca completa. La desean con todo y manchas, con sus orejotas y su rabo; incluso adoran el “muuu…”. La quieren llevar a su campo y hacerle parir becerritos.