Todo había sido previsto como en un juego de póker: la gente tendría que saber cuáles eran sus cartas. El mundo ha cambiado y la gente lo sabe. Como un tuit en la web, la globalización se ha colocado en la mente de las personas. Y también tienen celulares.

No tenían que argumentar mucho sobre lo que estaba sucediendo en la economía del país. El argumento no era negativo: de acuerdo a los economistas, las cosas no estaban hipernefastas. Los números del Banco Central no eran abismales: lo que sí le preocupaba a la gente era el futuro inmediato de la cosa pública. Todas las decisiones tomadas deberían ser analizadas.

Cuando leí en el periódico que López Obrador estaba protestando por el asunto de los salarios, me pregunté si no era el quien había bajado su salario cuando llegó a la presidencia. La respuesta es que sí lo hizo. Decía una noticia de El País, de España: López Obrador anuncia que como presidente de México ganará 108,000 pesos mensuales, el 40% de lo que gana su predecesor, Peña Nieto. En el esquema de Obrador, las cosas pueden ser de esa manera: poner el gobierno en otra parte. Las cosas no tenían que ser tomadas como en el asunto de Peña Nieto que demostró claramente que era un navegante en medio de un vasto océano. El asunto no era tan simple: Obrador tenía sus argumentos. Y más que eso tenía una gran cantidad de personas, que seguían ese argumento: bajar los salarios. No tendría la capacidad para comprarse un reloj o algo superfluo. A diferencia de Menem, –el argentino–, el no usaría un Ferrari 348 TB. El gobierno de Obrador hizo una subasta de autos de lujo, 42 de ellos confiscados a la FGR. Informaron que lo recaudado sería utilizado en dos municipios de pobreza.

Lo que si existía era una encomienda ideológica en el mundo de Peña Nieto. No podríamos dedicarnos a otra cosa que ver su vida en el asunto aquel de Rodeo Drive. Había comprado trajes muy caros. Eso no era un misterio. Ahora teníamos que calcular con el salario de Obrador, cuantos trajes que Peña Nieto compró se podrían comprar en un domingo. En la foto estaba con un jacket que no dejaba ningún tipo de hueco al espectador. Estaba elegante en todo sentido de la palabra.

Peña Nieto había dictaminado sus propias leyes. En términos de la economía, había fundamentado el proceso en busca del vellocino de oro: la estabilidad económica de precios. Pero esos precios no se dispararon en alguna ocasión, y la herencia que tuvo López Obrador que solventar no fue tan difícil como “escalar el Everest”. Tenía las botas para esas montañas.

La partidocracia elemental dicta sus hazañas. En la versión que todos tenemos se abisman peticiones ancestrales: la equidad laboral, la estabilidad de precios, el control inflacionario, la igualdad de oportunidades, el control del gasto público, para solo mencionar cinco. En el mundo de Peña Nieto esos controles (esas peticiones), existían, pero la gente nunca entendió por qué todo el discurso de Obrador cambió los argumentos. Esos argumentos eran los argumentos básicos de una democracia que no tenía por qué expoliar un sistema que había defendido sus propios requerimientos. La nadería inconclusa de Obrador –de acuerdo a un amigo–, no tenía por qué ser solventada en un esquema de expoliación ideológico, que fue lo que algunos detectaron en medio de aquel tráfago del cambio político. El presidente de la República decidió cambiar la casa de gobierno y adoptar medidas “ejemplarizantes”. Los trajes que Peña Nieto había comprado en Rodeo Drive no eran tan exclusivos. Sin embargo, un país de tantas variantes, no podía estar tan lejano de otra apertura democrática que el gobierno actual prologa. No era un especulador en acción.

No se había dicho si los trajes eran muy caros. Pero comprar en Rodeo Drive en una de las tiendas más caras, no es tan sencillo de digerir por la comunidad internacional y por el pueblo mexicano. Este proceso de información hacia una actitud de un presidente nos esquematiza un proceso más lúdico: las grandes comitivas que se utilizan en cualquier lugar para enfrentar eso que conocemos como cónclaves. En esos lugares podemos ver las reuniones que son el aditamento que funciona en la mentalidad del gobernante. Recordamos bien las altas comitivas que tenía Leonel Fernández, e Hipólito Mejía cuando iban a los cónclaves internacionales en cualquier parte del mundo. Todo el mundo recuerda el encuentro entre Fidel Castro y los participantes dominicanos, y aquella parte importante cuando Fidel elogia los tabacos de su país, e Hipólito los del suyo. Tenemos la información de un proceso que nadie conoce mucho y es que Fidel Castro tenía la habilidad de gobernar las 24 horas del día. El formato de un presidente que no termina te hace pensar que en ese lugar llamado ONU, Fidel Castro tuvo la habilidad de estar en el salón del hotel como si la historia estuviera ahí, con un espía en el lobby. Ahora sale un segundo espía, que tiene que ser analizado en el mundo de los medios. Pero espían cómo, cuándo, por qué en medio de esta batalla que tiene a Trump en un estado milimétrico donde un tuit puede defenderlo algunas veces?

La necesidad de decir las cosas bien claras es esencial, sobre todo cuando se tiene en cuenta, tal es el caso de Obrador en México, que la comunidad internacional te espía. Pero las declaratorias en la ONU son demasiado importantes para no ser solventadas por un discurso histórico. Como se entiende, la comunidad internacional ha aprendido lo que es un tuit. En el mundo de Donald Trump, toda escatología es necesaria porque el presidente norteamericano tiene la perspectiva de que su asunto no se arregla con peticiones a los grandes medios. Todos tienen un ritmo que deben especificar toda vez que el sistema no los deja fuera de un debate en el que todos participan. Un dramático tuit puede ser expresado y cambiar la habilidad de respuesta de un gobernante.

Lo que había predicho Marshall Macluhan no dejo de ser cierto nunca. En la aldea que todos habitamos, poco a poco la gente ha entendido los enclaves ideológicos y las normativas funcionales del gobierno cuando tienen que apoderarse de la economía en medio de las peticiones de los mismos gobiernos. Eso le permite a la gente entender cuáles son los valores por los que son administrados los procesos de la globalización. Eso tiene que ser entendido: estamos viviendo en el imperio de los medios. En ese mundo un tuit es más significativo que un argumento que tenga más de diez páginas. Y los discursos de hoy se han terminado si no tienen la justificación ideológica de un timing que no debe ser extrapolado a un esquema sin simbiosis en el mundo político y en los medios internacionales.

El gobierno ha entrado a ser gobierno de otros gobiernos, y otros se han gobernado como si solo tuvieran en su mente las necesarias recomendaciones de calificadoras de riesgo como Moody’s o Fitch. En ese esquema todo es permitido si produce los beneficios esperados. La participación económica de algunos sectores como pie de lanza para inversiones más detalladas tiene un cumplimiento que no es nefasto y que está escrito en la manera en que todo se percibe: los beneficios esperados deben ser programados en un esquema de planes y metas. Los trajes de Peña Nieto en Rodeo Drive todavía están en nuestra memoria: son una señal de los tiempos modernos. Cuánto? Sí, gracias. Esos que son verdes están chulos. Oh sí, los verdes.