“El Crimen: El crimen no prescribe ni queda jamás impune”.
“Poder: Ningún poder en la tierra es ilimitado, ni el de la ley tampoco. Todo poder dominicano está y deberá estar siempre imitado por la ley y esta por la Justicia, la cual consiste en dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca”
(Juan Pablo Duarte).
La conciencia colectiva, el alma colectiva, es fundamental para las distintas formas de solidaridad y por vía de consecuencia para una armoniosa y pletórica convivencia. La mentalidad colectiva coadyuva no solo a relacionarnos de manera más proactiva, sino más productiva, en tanto esta se bosqueja como expresión de grupo en la búsqueda constante del bienestar común.
El cúmulo de representaciones, sentimientos, creencias, valores y actitudes van configurando esa necesaria imaginación que emerge en el necesario comportamiento generalizado; en la búsqueda de una mejor sociedad, en el horizonte de un proyecto de nación que se viabiliza y vehiculiza de manera constante y permanente.
Esa necesaria conciencia de grupo, conciencia de nosotros, no encuentra espacios en la elite política y en los poderes fácticos, por su sistemática y permanente ausencia de espíritu cívico. Así lo que nos lacera y destruye como sociedad no es en sí mismas las condiciones materiales de existencia de la gente, sino el deterioro en las distintas formas de interactuación social y en la manera como se resuelven los conflictos por encima de las normativas establecidas. Se asume, pues, por momentos, que resolver una problemática social, económica, política, más allá del consenso, se pueda trascender la base jurídica, la normativa creada.
Todo ese entramado de acciones y decisiones van construyendo un cuerpo de conductas desviadas, que degradan a la sociedad como un todo; desarmonizando y desarticulando el nosotros; lo que produce a la vez la sociedad actual. Una sociedad cada día con mayor desigualdad social, con más inequidad, con más exclusión. El fruto de todo ello es una sociedad carroñosa en el nido de la iniquidad y de la inopia.
Esa cultura de la inopia que irradian los sectores del poder económico y político, le permiten solazarse y en consecuencia no ver el lado oscuro de las cosas; su contemplación tan ostentosa en la mirada de un solo rostro, lo llevan a dibujar un país que no existe en la realidad. Todos ellos, por comisión u omisión, vienen desarrollando una cultura de la complicidad social. Su complicidad social les crea una ceguera que los lleva a justificarlo todo, a argumentarlo todo, aunque ellos mismos no se crean lo que dicen.
La complicidad social que, como secuela del poder, va forjando una cultura que trasciende las normativas y se interioriza en el alma y la mente de ellos. Es lo que explica que independientemente de que en los últimos 12 años se hayan realizado las más grandes transformaciones en la plataforma jurídica, con respecto a un conjunto de leyes que organizan el Estado Dominicano, la fragilidad institucional, la anomia, campee en el cuerpo social dominicano de una manera profunda.
Millones y Millones de dólares invertidos en la Comisión de Reforma del Poder Ejecutivo: la Comisión y Modernización de Reforma del Estado, luego CONARE. Préstamos y más préstamos de los organismos crediticios internacionales para modernizar el Estado. El resultado es decenas y decenas de leyes, nueva Constitución; cuyas leyes y la propia Carta Magna, solo se reivindican cuando les convienen. Viven en una especie de línea quebrada para cobijarse en el poder de las cosas malas. No asumen ni por un instante la línea recta de la institucionalidad, pues eso significa igualdad y no el “verdadero poder”. Son propiciadores del poder que se concentra y no del que se dispersa para hacer posible más democracia. El caso más patético es lo relativo al Déficit Fiscal del 2012 donde se violaron 24 leyes.
Lo que estamos estableciendo de manera medular es que las leyes sirven de poco si no van acompañadas de un verdadero espíritu cívico; civismo que se expresa en que nuestras relaciones sociales, nuestras acciones tienen que ser revestidas con el manto de la honestidad, de la transparencia, de la honradez, del respeto, del honor y de la compasión. La compasión como “el cemento que une a la sociedad”, como un soporte de buena ciudadanía.
La sociedad dominicana necesita, requiere urgentemente desterrar de raíz esa cultura de la complicidad social de las conductas desviadas y asumir una sociedad más consciente, para desarrollar una mejor cohesión social. Esa cohesión social sostenible solo será posible con una Reforma integral del Estado y del Sistema Político, que coadyuve a desdibujar y expulsar esta sociedad despiadada que nos paraliza en un estupor; patinando así, en los mismos problemas estructurales de más de 50 años.
Esa atávica concepción de la complicidad social, instalada en su atalaya recurrente, nos impide lograr objetivos claros, con objetivos comunes, lo cual atrofia y dificulta las oportunidades que existen en el concierto de las naciones. ¡Requerimos más confianza social, más valores compartidos, más virtudes cívicas; es una verdadera vuelta al IDEARIO DE DUARTE, contextualizado como espejo de la revolución ético-moral-social que se necesita como sociedad, para dejar atrás la negativa complicidad social por falta de un espíritu cívico de BUENA CIUDADANIA!