Las cosas que se escuchan y se leen cada día están indicando que la sociedad dominicana está encerrada en una inmensa torre de babel y que ha dejado atrás los esplendorosos años noventa, cuando una serie de concertaciones políticas y sociales impulsaron cambios institucionales, económicos y hasta constitucionales que alboreaban un nuevo estadio de desarrollo.
Fueron años de reformas laborales, fiscales y políticas con el mayor concierto de nuestra historia, cuando mejoraron notablemente las prácticas electorales, la Suprema Corte de Justicia se eligió con amplia participación social y límites a la manipulación partidista, y se crearon las condiciones propicias para acuerdos de la magnitud del Sistema Nacional de Seguridad Social y luego de la Estrategia Nacional de Desarrollo.
Con el principio del siglo llegó la contra reforma, con la constitucional del 2002, que revocó la prohibición de la reelección consecutiva para permitir la repostulación del presidente Hipólito Mejía, quien adoptó “el modelo norteamericano de dos períodos y nunca más”, por el que tanto había abogado Leonel Fernández. Pero éste en el 2010, tras despreciar la consulta que favoreció una Asamblea Constituyente, cuando ya agotaba su segunda tanda y le esperaba el “nunca más”, impuso la reelección con un período de descanso, pero sin límite de veces, para poder optar luego por un cuarto gobierno, en lo que ahora está empeñado.
Le tocó ser presidente a Danilo Medina a partir del 2012, gracias al sobregiro fiscal de 156 mil millones de pesos en que incurrió Leonel en la campaña electoral. Llegó recitando los daños institucionales de la reelección y prometiendo que sólo quería gobernar 4 años, pero para el 2016 ya había cambiado otra vez la Constitución restaurando el segundo período y nunca más, bajo juramento ante Dios y el pueblo de que si le daban un nuevo chance, sería su último. Ahora está empeñado en seguir.
La babel que impide cumplir la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo y tambalea la seguridad social, se magnifica en la actual disputa por el poder, con tantas irracionalidades y despropósitos que hacen temer lo peor. De nuevo es una “necesidad nacional” la prolongación del gobernante de turno, aunque tenga que comprar los votos para otra reforma constitucional.
El diputado Manuel Díaz reactualiza la proclama de Euclides Gutiérrez de que el poder no se cede, que no se le desafía y que es para usarlo, y cuando le cuestionan riposta que en el Congreso Nacional “todos tienen un precio”. Francisco Javier reconoce que en el 2015 pactaron la reforma para el último chance de Danilo, pero aclara que entre sus 15 puntos no hubo ninguno que prohibiera hacer ahora lo contrario.
Temístocles Montás se hace sentir alegando que es la intransigencia de Leonel, al pretender un cuarto período de gobierno, lo que conduce a Danilo a desconocer su juramento y pretender la reelección. Mientras el ministro de Interior, Monchy Fadul, advierte al presidente de su mismísimo partido que respetan el derecho de manifestación, pero que defenderán la paz pública y hasta la propiedad privada. Sería por eso que el mismo día su policía pretendió impedir que unos artistas pintaran un lienzo en las vecindades del Congreso Nacional.
Mientras Leonel Fernández, con tres períodos de gobierno y su auto rehabilitación del 2010, quiere convencer a la sociedad de que es el defensor de la Constitución y campeón del antireeeleccionismo.
En tanto algunos municipalistas quieren meter la reforma constitucional de contrabando, aduciendo “la imperiosa necesidad” de revocar el adelanto de las elecciones municipales, de la largamente discutida Constitución del 2010, que será implementada por primera vez el año próximo. Entre sus argumentos, que “febrero es el mes de nuestra nacionalidad y de nuestras principales fiestas regionales de carnaval”…
Pero la babel no es patrimonio de los políticos, pues los religiosos rechazan radicalmente toda posibilidad de que se discuta una “política de género” para la educación pública, porque para ellos eso es sinónimo de “ideología de género”, de promoción de la homosexualidad y de la promiscuidad sexual. ¡Pobre país, tan digno de mejor suerte!