En nuestro artículo de la semana pasada, tratamos el tema de de las exportaciones, productividad y competitividad y veíamos que la composición de las exportaciones del país es muy pobre, ya que aportan muy poco al bienestar de sus habitantes.
Señalamos, además, que la competitividad debe ir de las manos con la productividad ya que para competir es necesario ser productivo y en consecuencia eficiente.
La cadena productiva requiere ser eficiente en cada una de sus etapas y lamentablemente en nuestro país, para lograr serlo se requiere por decirlo, que seamos magos, sobre todo, en las PYMES, en donde se producen las mayores dificultades en cada una de las etapas que constituyen la cadena productiva.
En esta ocasión, quisiéramos tocar el tema de la importancia del transporte marítimo, aéreo y terrestre en la cadena productiva y sus efetos sobre la competitividad y productividad.
Se sabe que, desde la tercera década del siglo pasado (1938), la Republica Dominicana contaba con una flota mercante, que utilizaba para transportar y comercializar mercancías y productos, principalmente a las islas del caribe y todavía en los años 50 del siglo 20, se contaba con algunos barcos nacionales que seguían transportando estas mercancías a estos destinos.
No obstante, de acuerdo con el Instituto de Estudios de la Marina Mercante Iberoamericana (IEMMI), ya para los años 70 del siglo 20, en la Republica Dominicana, solo había nueve buques mercantes.
Como consecuencia del deterioro de la marina mercante nacional, el presidente Joaquín Balaguer, reconociendo que el fortalecimiento de la Marina Mercante Nacional es, en los países en vía de desarrollo, parte integrante de la estrategia económica que permite, entre otros objetivos, su mayor participación en los servicios de transporte del intercambio generado por su propio comercio exterior, con la consiguiente reducción en la fuga de divisas por concepto de fletes, y una fuente generadora de empleo para un amplio sector de la población económica activa; promulgó en el año 1975, la ley 180-75, de Protección y Desarrollo de la Marina Mercante Nacional, que establecía principalmente, entre otros los siguientes incentivos:
Exoneración a los Armadores Nacionales de todo derecho e impuesto de importación y demás gravámenes conexos, incluyendo el arancel, los impuestos unificados y los de consumo interno, recargos sobre impuestos y derechos consulares aplicables a la importación que incidan sobre buques y materiales, equipos y demás artículos destinados a la construcción, equipamientos, reparación, mantenimiento y repuestos de buques nacionales. Se exonera también a los lubricantes, aceites combustibles y gasoil, para la operación de los buques nacionales, de todo impuesto, tasa o recargo de impuestos nacionales y municipales, así como de los derechos de calado y puertos previstos en la Ley No. 3003 del 3 de julio de 1951 y sus modificaciones.
Las personas naturales o jurídicas podían deducir de sus ingresos, para fines de determinar su renta neta imponible, aquellos beneficios, ganancias o utilidades provenientes de sus actividades económicas o participaciones que se inviertan en compañías de transporte marítimo con buques de bandera nacional.
De igual manera, se declaró de interés nacional la industria de la construcción naval.
No obstante, el desarrollo esperado de esta importante industria, nunca se logró y hoy prácticamente la Marina Mercante Nacional no existe y nuestros productos de exportación tienen que ser transportados en embarcaciones extranjeras.
Aunque muchos consideran que el resurgimiento de la Marina Mercante Nacional es prácticamente imposible, entendemos que su desarrollo debe contemplarse ya que les da seguridad y continuidad a los exportadores (también a los importadores) y además pueden conseguir fletes mas competitivos porque tendrán mayor poder de negociación.
Si nuestros exportadores pueden contar con una Marina Mercante Nacional, eficiente, que le garantice un transporte seguro, no hay dudas de que sus productos serán mas competitivos en los mercados internacionales.
La Marina Mercante Nacional, podría eventualmente constituirse en una promotora de las exportaciones del país y puede además dar paso al desarrollo de astilleros que desarrollen la industria naval, sea para la construcción o reparación de embarcaciones, lo que a su vez podría desarrollar otras industrias conexas, como la metalmecánica.
Por otro lado, muchos productos de exportación, deben ser transportados por aire y actualmente tenemos en el país muy pocas opciones por no decir ningunas, lo que determina que se tenga que recurrir a líneas aéreas extranjeras que no aseguran un transporte continuo ni tampoco tarifas competitivas. En este sentido, muchas de estas exportaciones son realizadas en vuelos no directos que van en detrimento de las entregas a los clientes.
Como sabemos, la disponibilidad en el país de aeronaves para el transporte de carga, es prácticamente inexistente y entendemos que las operaciones de líneas aéreas de carga para transportar los productos dominicanos que así lo requieran, es una necesidad de alta prioridad que definitivamente vendrá en un aumento de nuestra competitividad y del volumen de las exportaciones.
Finalmente, en lo que respecta al transporte interno, hay que destacar que la red vial de nuestro país, solo cuenta con aproximadamente 5500 kilómetros de carreteras y mas de 12,000 kilómetros de caminos vecinales, temporales y trochas, composición esta que definitivamente no asegura un transporte terrestre seguro, ágil y a precios competitivos.