Parte 2
(Ilustraciones del Dr. Odalís G. Pérez)
El presente está lleno de incertidumbres. Hoy vivimos y morimos en la incertidumbre. La investigación y la producción de nuevos conocimientos, deben constituirse en objetivos de Estado.
Necesitamos de un sistema educativo que nos induzca al desarrollo de competencias creativas e imaginativas, donde el sujeto asuma el despertar de sus potencialidades y se incorpore como un ente pensante e innovador.
Entonces, pensar e innovar no pueden quedar como dos conceptos propios de un decir, sino como la impronta política y reflexiva de un hacer.
La práctica engendrada desde mi decir, lo que es lo mismo, desde mi pensar.
Ese sería el hacer que traslimita los espacios áulicos, para incorporarse en los clubes, en la familia, en la llamada sociedad civil, en las iglesias, en fin, para incorporarse en las academias, más aún, si son formadoras de maestros y maestras.
Para esto es urgente revisar aquellos postulados que nos dicen que estamos trabajando con un diseño curricular por competencias, para evaluar las razones de nuestras "incompetencias funcionales", para innovarlas y convertirlas en competencias innovadoras y eficaces, desde políticas educativas institucionales que partan del razonamiento, de la reflexión, como planteaba Eugenio María de Hostos.
Ya la innovación no está en el futuro, la innovación está en este presente inmediato. Innovamos o nos auto aniquilimos, como Estado.
La innovación, como razón de Estado, en este país, es impostergable, dentro del sistema educativo nacional, pero asumiendo el pensamiento hostosiano: Basada en el desarrollo de la creatividad, la reflexión, la imaginación y el pensamiento crítico.
Es el momento de innovar ya, pero la innovación no es, ni debe ser sacrificando los pocos resultados que nos ha dejado el fallido "pacto educativo".
Innovar no indica modificar la normativa de formación docente 09-15 que regula el ingreso a la formación docente, para "flexibilizarla" y así responder a las exigencias o las presiones de las "universidades privadas", quienes han visto reducir su población estudiantil, lo que se traduce en bajas en las entradas económicas de esos centros educaivos, los cuales, en la mayoría de los casos, funcionan como exitosas "empresas de la educación".
Es mucho decir que, por primera vez, EDUCA me obliga a coincidir con ella, cuando, de manera muy atinada, sostiene que "hay formas de repensar la formación docente, pero jamás cediendo a las presiones"( Ver periódico "HOY", pág. 9A, del 13/4/2021).
Esas universidades que están reclamando tal "modificación", tienen su derecho a hacerlo, pero que reclamen tambien la aplicación de métodos y técnicas que nos permitan habilitar a nuestros sujetos (discentes o estudiantes), en asumir el dominio de la reflexión, comprensión, y, sobretodo, en el dominio de la argumentación, en procura de la construcción de una nueva ciudadanía, la cuál, nada más es posible desde una nueva mirada a la educación dominicana, respondiendo a este presente virtual, dentro de esta realidad tangible globalizada.
¿Por qué insisto tanto en el dominio de la argumentación? Insisto, porque es a partir del desarrollo de los procesos cognitivos que el sujeto puede plantearse como un sujeto del pensar.
No es mi papel aquí, teorizar sobre qué es argumentar, ni de darle fundamento teórico a los tipos de argumentación que existen.
Mi responsabilidad es procurar darle sentido al hecho de solo a partir del acto de la argumentación, como justificación del tipo que sea, el sujeto justifica su existencia y el por qué de las cosas y de lo que ocurre dentro de un tiempo, un espacio y un contexto determinado.
La argumentación permite que el sujeto se justifique, como Ser en movimiento. Es a partir de ella que el sujeto puede descubrir que es o que no es, un ente muerto entre los vivos.
Les digo esto, porque hay sujetos que, supuestamente, están vivos… y no saben que hace mucho que murieron…y que hoy están como zombies, dando tumbos en este tiempo.
Viven carentes de un vivir argumentado, justificado, sin razón de su existir, y, son aquellos que el sistema los ha anulado, desde la escolaridad.
La única esperanza, para que ese sujeto anulado adquiera vigencia social, está en las acciones que pueda realizar el maestro, poniéndolo a reactivar sus competencias cognitivas y de argumentación.
Si queremos una sociedad que aprenda a justificar su existencia, entonces, en vez de debilitar la entrada que hoy sirve de cedazo al magisterio nacional, hay que fortalecerla, habilitando al maestro y a la maestra en el dominio de su potencial argumentativo, para que, luego, lo ponga en práctica, en y más allá del espacio áulico, porque nadie puede dar, lo que no tiene.
No es posible seguir formando niños y niñas activos y activas, en movimiento, cuando todavía seguimos con la injustificada ausencia de la filosofía, en el sistema educativo nacional, sin que nadie, desde Estado, salga y se desnude, frente al MESCyT o frente al Ministerio de Educación de este país, exigiendo su restablecimiento inmediato en el currículum de la educación dominicana, si en verdad queremos una sociedad de sujetos pensantes.