La muerte podría ser el final de nuestra existencia, pero no el final de nuestras vidas; 45 años después de su partida, los recuerdos y cariños de mi padre / abuelo viven en todos los que lo conocieron, por los valores y el amor que él transmitió.
En varios momentos, dada la pérdida de amigos queridos, uno se ha enojado mucho, y se ha hecho todas las preguntas posibles que ese tipo de enojo provoca… Sin embargo, hoy día no me pesan esas muertes, porque conservo en mi memoria, en mi ser, el cariño, el calor de las miradas, de la compañía de ellos.
Hay que dejar que el dolor, la pena, el enojo de la pérdida, den paso a la reconciliación con la ida del ser querido.